jueves, 17 de febrero de 2011

Historiografia de Fray Bartolome de las Casas; por Emilio López

Emilio López Pérez 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
HISTORIOGRAFIA DE 
La Historia se escribe con la finalidad de tenerla siempre presente a fin de que la memoria no pueda un día gastarnos la broma de olvidar los hechos pasados, que en definitiva fueron los que conformaron nuestro presente y evitar en lo posible "el tropiezo en la misma piedra".
Cualquier historiador está sometido a presiones: políticas unas, económicas otras y de ideología las que más. Por más que el historiador trate de desnudarse de subjetividad, casi nunca lo consigue; no soy ni mucho menos la excepción pero a la hora de escribir estos artículos, tengo mucho cuidado en valorar la procedencia de la cita y cuyo contenido se atenga a la más estricta realidad. No escribiremos verdades a medias como escribía el propio Las Casas.
Estoy manejando cinco libros, de otros tantos autores, los cuales consulto y cotejo. Son biógrafos del mal llamado Fray Bartolomé de las Casas que a lo largo de su vida se revistió con el hábito de los Dominicos, lo cual no le impidió negarle el alma a los indios, a pesar de lo cual llegó a ser nombrado obispo de la región de Chiapas.
Quiero con ello decir que intento desprenderme de ni subjetividad para entrar en la subjetividad de estos cinco autores, confrontando las situaciones. Antes de continuar he de poner en claro que lo que hoy conocemos por España, tanto en el Siglo XV como en el XVI casi toda la Península la formaban Castilla y Portugal y bajo los Pirineos existía Navarra y el reino conjunto de Cataluña y Aragón, es decir entre ellos tres ocupaban menos de 1/7 de la Península, una ver conquistado el Reino de Granada, quedó
dentro del reino de Castilla.

Mapa político de la España del siglo XVHay dos hechos que han de quedar bien claros en lo que significó la Famosa Reconquista:
Nunca se buscó la unidad política ni económica del territorio para construir una Nación. Castilla era Castilla y el resto los demás; hasta tal punto llegó la situación que un aragonés era considerado como extranjero en Castilla y viceversa.
Sólo se buscó la unidad religiosa, para lo cual había que expulsar a los judíos en primer lugar y posteriormente a los moriscos. Parece mentira que en un Reino como era el de Castilla, en que sus gobernantes actuaban según los hechos se desarrollaban, en la planificación de la expulsión de los judíos, no hubo detalle que no estuviese previsto. Tal vez fue la primera vez que algo se planificaba hasta en sus menores detalles. La Inquisición ya se encargaba del trabajo sucio.
Por lo tanto en esos momentos España no era España. Era Castilla y sí alguien en
Tierras Americanas se ha creído en algún momento que los Reyes Católicos actuaban como si fueran uno, bajo la absurda patraña de que "Tanto monta, Monta tanto Isabel como Fernando" esto es absolutamente falso. Así lo expongo en mi libro Colóm: Ese desconocido.
Hasta tal punto fue así que en el Testamento de Isabel se dice claramente que el Descubrimiento de América se hizo por los castellanos y para los castellanos, de manera y forma que todos los beneficios que proporcionasen las Tierras Americanas serían para los castellanos, y así fue hasta que Felipe II derogó dicho testamento 60 años después.
Este inciso no tiene otro objeto más que el poner en claro que cuando en cualquier País de allende del Océano se habla de la España del Siglo XV y del XVI, España no es España es CASTILLA, para lo bueno y para lo malo, pero la realidad es ésta. Ni todos juntos, ni mucho menos revueltos.
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO IBartolomé de las Casas nació en Sevilla el 11 de Noviembre de 1484 en el castizo barrio de Triana
La familia vivía de una tahona (horno y despacho de pan); eran de condición social modesta (media baja).
Sus primeros años se desenvuelven en plan de señorito dentro de los de su clase. Tuvo acceso directo por su parentesco con el Canónigo Luis de Peñalosa al ambiente humanístico que se desarrollaba en torno a la Catedral, pero sin integrarse plenamente.
Hay quien ha escrito que en este tiempo estudia Derecho, no es verdad. No recibió más instrucción que la elemental aunque se atribuye en sus escritos el título de licenciado que jamás logró. A este personaje en aquellos momentos, le es imposible hacer tal esfuerzo, estudiar una carrera de Derecho sin sentarse era algo inconcebible. Tampoco estudió Latín en esta época como también se ha escrito.
El 31 de Marzo de 1493 Bartolomé quedó fuertemente impresionado cuando observó que los pueblos se quedaban vacíos para ir a contemplar la llegada de Colón y las muestras que traía de las nuevas tierras: papagayos verdes y los 7 indios que vinieron.
Pedro las Casas, junto con uno de sus tíos (Francisco de Peñalosa) se embarcaron en 1493 en el segundo viaje de Colón. El tío regresó a Sevilla en 1496, pero el padre no lo hizo hasta 1499, fecha en que se presentó con un indio en casa, al cual traía en calidad de esclavo en premio de los servicios prestados. Con este indio Bartolomé se recorrió no solamente el barrio de Triana, sino también los pueblos de los alrededores, seguramente que haciendo el "chuleta", hasta que en 1500, por orden de la Reina le tuvo que devolver a su origen. Años después Bartolomé lo encontró en La Española.
El padre de Bartolomé volvió de nuevo a América en 1500, llevándose al indio; participó en dos hechos de conquista, siendo premiado con una encomienda, de lo cual su hijo nunca dijo nada.
De su niñez y juventud, aparte de lo antedicho, sólo se le conoce que durante tres meses ejerció en Granada de auxiliar de las milicias sevillanas enviadas para sofocar la rebelión de los moriscos en las Alpujarras (amplia zona de Granada asentada sobre Sierra Nevada).El Título de licenciado nunca llegó a obtenerlo. En Febrero de 1502 embarcó con rumbo a La Española con 18 años en la flota de Nicolás Ovando.
Difícilmente pudo Las Casas pisar la Universidad y mucho menos pudo en esa época aprender el Latín que según él mismo dice le enseñara el Insigne Don Antonio de Nebrija. Tuvo que aprenderlo durante uno de sus periodos en España, aunque no entiendo de donde pudo sacar el tiempo necesario para ello, ya que no paraba de viajar ni de pelearse con las Instituciones. Sin embargo se le conocen más de 300 folios escritos en latín y casi 500 en romance. Tal vez fuera conocido el oficio de "Negro Literario" y Bartolomé tuviese a uno alquilado de oficio.
Siguiendo los pasos de su padre y de su tío, Bartolomé se embarca para la Isla La Española (Hoy Repúblicas de Haití y Dominicana). Teniendo entonces 18 años.
Antes de desembarcar recibe la noticia del levantamiento de los indios contra Obando; más tarde Bartolomé escribiría que la noticia la recibió con alegría, lo cual parecía incomprensible a primera vista; pero él hace el siguiente razonamiento: la guerra que se avecinaba, significaba gran provecho, puesto que les permitiría hacer prisioneros que serían esclavos, a diferencia de las irregulares capturas y ventas de indios, objeto de investigaciones y prohibiciones por parte de la administración.
Es casi imposible que en esta fecha Bartolomé hubiera abrazado el hábito talar; según su mejor biógrafo, el dominico Isacio Pérez, sería a finales de 1506 cuando este comenzaba a pensar que su mejor forma de vivir sería enfundarse un hábito talar.
Al cabo de unos años diría que los clérigos de estos primeros años del siglo XVI no viajaban a América impelidos por el celo de la salvación de las Almas; si no por el anhelo de recolectar riquezas, tal como hacían los seglares y aún con estrategias y propósitos peores a estos últimos.
La idea dominante era que cogiendo oro, se desecha la pobreza que en Castilla abundaba. En su caso concreto esto le permitiría el no tener que depender de un modesto despacho de pan que tendría para alimentar a su madre y a sus tres hermanas.
En otras palabras, Bartolomé Las Casas fue a "Hacer las Américas", lo cual nunca consiguió ni desde el punto de vista de su ambición crematística ni desde el punto de vista religioso en su defensa del indio.
Como buscador de oro fracasó estrepitosamente, tanto él como los demás. No tenían preparación alguna de mineros, ni tampoco de picadores; excavan donde les parece y sin orden ni concierto; lo raro es que sacaran algo de oro.
Se sabe por Fernández de Oviedo que entre 1503 y 1505 participó en 3 campañas en las cuales robó y mató indios que luego echó a las minas.
Como siempre que cuenta una crueldad le echa la culpa a los demás. Él nunca ha roto un plato.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO IIBajo este epígrafe se conoce el hecho de concebir serias dudas a la forma en que se estaban llevando a cabo la colonización de las Indias. Este período se alargó durante casi todo el siglo XVI.
Tanto exageró Las Casas en sus escritos que cinco siglos después el sacerdote indio-peruano Gustavo Gutierrez padre de la teología de la liberación, ha publicado un libro: Dios o el oro de las indias; en el que reconoce la nobleza y fuerza de la duda indiana y la autocrítica española; pero las atribuye en exclusiva a un hombre solo: Fray Bartolomé de las Casas.
La duda indiana se plantea de manera expresa y formal en el célebre sermón de fray Antonio Montesinos en Santo Domingo, en 1511; donde por su medio la comunidad de la orden dominicana preguntó a los colonos españoles, a la vista de sus abusos, con qué títulos habían arrebatado sus tierras a los indios. Tampoco entonces dudó el rey Fernando, aunque inmediatamente reunió una Junta de la que emanaron en 1512 las Leyes de Burgos. Luego en 1514 sobreviene la conversión de Cuba del clérigo encomendero y explotador Bartolomé de Las Casas, quien inicia inmediatamente su lucha contra las encomiendas y la propuesta de alternativas utópicas de poblamiento que pudieran preservar la libertad de los indios y asegurar la subsistencia de los españoles; ante el catastrófico fracaso de tales utopías, el clérigo ingresó como novicio de Santo Domingo, según le dejamos, en septiembre de 1522.
No es verdad, no fue el único ni el primero, pero sí el que más ruido levantó a pesar de hacerlo para su propio provecho, solo le interesa su protagonismo y su encomienda.
La protesta real la llevaron en general los dominicos, en especial: Francisco de Vitoria, Juan de Zumárraga, Antonio Montesinos, el Obispo Sepúlveda, el franciscano Alonso del Espinar, etc.
Pero cuando el rey Carlos I, ya Emperador, regresa a España en ese mismo año como pacificador después de las turbulencias de las Comunidades y de las Germanías, la semilla de la duda indiana propuesta por los dominicos de la Española, reforzada por otros varios informes sobre las irregularidades y abusos de la conquista, va a prender en la mente de Carlos I; un rey poseído por un altísimo sentido moral y religioso en todas sus empresas.
Tan altísimo que sobrepone la moral personal a la moral colectiva; muy propio de la época en donde obispos y cardenales se disfrazan por la noche para pelear, acuchillar o efectuar duelos a espada para defensa de su "Moral particular y personal".
He de poner especial esmero al valorar la procedencia de las citas y cuyos contenidos se sujeten a la más estricta realidad sin dejarnos llevar de la fama o del prestigio del citado, o señalando veladamente a quien se expresa con ambigüedades. No escribamos verdades a medias como hacía el propio Las Casas o bien exagerando tanto en sus relatos que 5 siglos después aún nos tenemos que ver por televisión a Hugo Chávez Presidente de Venezuela gritando y despotricando contra los españoles y el genocidio efectuado en el comienzo de la colonización.
La duda indiana comienza con lo que se ha dado en llamar La Primera protesta Española. (Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, I, c. 41, comentario del Diario de Colón contra la esclavitud, 14 – X – 1492).
Dos cosas serán bien aquí apuntar: la una, cuán manifiesta parece la disposición y prontitud natural que aquellas gentes tenían para recibir nuestra santa fe y dotarlos e imbuirlos en la cristiana religión y en todas virtuosas costumbres, si por el amor y caridad y mansedumbre fueran tratados, y cuanto fuera el fruto que de ellas Dios hubiese sacado; lo que oculta Las Casas es la eterna hipocresía de ambas partes, exponiendo solo lo que a cada cual interesa.
La segunda, cuan lejos estaba el almirante de acertar en el hito y punto del derecho divino y natural, y de lo que según otro, los reyes y él eran como estas gentes a hacer obligados, pues tan ligeramente se determinó a decir que los reyes podían llevar todos los indios que eran vecinos y moradores naturales de aquellas tierras, a Castilla o tenerlos en la misma tierra cautivos, etc. Cualquiera diría que estuvieran actuando políticos del 2011, refiriendose a la política de extranjería.
Cierto, distantísimo estaba el fin que Dios y su Iglesia pretendían en su viaje, ala cual, el descubrimiento de todo este orbe y todo cuanto en él y cerca dél se hubiese de disponer, se había de ordenar y enderezar. Vio por allí tantas y tan lindas arboledas verdes, que decía ser huertas, con mucho agua, más graciosas y hermosas que las de Castilla por el mes de mayo. De estos que con tanta confianza en las barcas, como a ver y adorar gente del cielo, se entraron, detuvo el almirante a siete; con ellos vino a la nao. Por lo que después pareció, que cuando podían huir se huían, parece bien que los detuvo contra su voluntad, y si ellos eran casados y tenían mujeres e hijos para mantener, ¿cómo esta violencia se podía excusar? Parecer que contra de su voluntad en ninguna manera, por el bien de alguno que de ello se hubiese de sacar, no se debiera de hacer.
Como más adelante se verá aquí ya comienza a ver la paja en el ojo ajeno sin ver la viga que él tiene delante. De esta forma comienza su diatriba con Colón.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO III

 
 
CAUSAS DE LA DESPOBLACIÓN.
Es difícil conocer cual era la población indígena de toda América en octubre de 1492.
Ángel Rosenblat (México 1967) considerado con el más ponderado y cualificado especialista en demografía histórica de América nos refiere que estas poblaciones pueden cifrar en 13’3 millones de habitantes concentrada en los imperios Azteca e Inca, una población menor pero muy dispersa por las llanuras de Norteamérica y la Amazonia y 3 millones en el cono Sur.
Estos datos son más que suficientes para demostrar la falta de ecuanimidad de Bartolomé de las Casas, que de una tacada eliminaba a un millón de indios.
El "encuentro" entre la población indígena y los europeos, supuso un fuerte cataclismo, no solamente con los españoles, sino también con los portugueses en Brasil, franceses e ingleses en Norteamérica. En las zonas más importantes del dominio español (México y Perú) el número actual de aborígenes se cuentan por millones, mientras que en la Norteamérica anglosajona, los indios prácticamente han desaparecido.
No negamos las crueldades, excesos y abusos de todo tipo cometidos por los españoles en América de los que Bartolomé de las Casas nos ofrece un catálogo de lo más exhaustivo pero también claramente morboso y exagerado.
Investigaciones en historia de la medicina han permitido establecer la causa inicial del colapso demográfico de los indios, el cual no se debió a la opresión y represión de los españoles, sino a las graves epidemias de enfermedades infecto-contagiosas, especialmente respiratorias. Los aborígenes americanos, por el hecho de haber vivido aislados, recibieron en muy pocos años el impacto combinado de todos los agentes patógenos difundidos por los buques europeos, sus cargamentos, tripulaciones y pasajeros.
La primera pandemia, ocurrió a la llegada del segundo viaje. La pandemia se inició violentamente en La Isabela, al día siguiente en que Colom arribase a su fondeadero y el mismo día en que fundó la ciudad ( 9 de diciembre de 1493 ). La causa se remonta a la escala que Colom tuvo que hacer en La Gomera, donde había incorporado a la expedición ocho puercas (cerdas) preñadas, las cuales darían origen a millones de cerdos en el Nuevo Mundo y a la vez difundieron fulminantemente el virus que llevaban incubando.
Inmediatamente después del desembarco los indios comenzaron a morir en masa, y los españoles quedaron reducidos a unos centenares de espectros vivientes. El propio Colom sufrió durante meses la enfermedad; también el padre de Bartolomé de las Casas padeció la enfermedad, pero el hijo no supo reconocer la epidemia como la causa fundamental de la mortandad.
Esta epidemia tuvo como agente patógeno el virus de la influenza suina o gripe del cerdo. Este virus fue el que en 1918 provocó en toda Europa una pandemia de gripe, que produjo según algunas estadísticas casi 10 millones de muertos en toda Europa y que para desgracia nuestra fue conocida como "La Gripe Española". Hasta 1931 no fue aislado el virus de la influenza suina. La densidad de personas afectadas suele sobrepasar ampliamente el 60 % de la población. Una idea de la extensión que suelen alcanzar, nos la indican las grandes epidemias – más bien pandemias- que son conocidas como la de 1830, que desde China pasó a Europa; la de 1889, que tuvo un camino parecido; la de 1918, que desde Asia invadió Europa y América y la última de 1957 (gripe asiática) que invadió todo el globo.
La viruela fue introducida en Santo Domingo en 1518 para entonces ya había pasado su población de 1.100.000 en 1492 y a apenas 10.000 en 1517. Es decir en 25 años había prácticamente desaparecido la población precolombina de aquella isla y de las Antillas.
La fiebre amarilla, cuyo foco epidémico estaba en las islas de Cabo Verde, sólo hubiera podido transmitirse después del tercer viaje.
Sin embargo los indios eran resistentes a la sífilis, que los españoles llevaron a Europa en sus bubas; los indios sin embargo ofrecían escasa resistencia a las enfermedades respiratorias que inhalaron de los españoles.
Para colmo, el hambre, desconocida antes de la conquista, irrumpió, al destruirse la antigua estructura social indígena. Y la evidente pobreza de tantas razas indias se paliaba con una vida de trabajo muy escaso, por lo que la imposición del trabajo organizado por los encomenderos resultaba fatal para quienes habían vivido sin trabajar durante siglos. Atribuir a la crueldad de los españoles unas muertes dos veces y media mayores que el número de habitantes que había en las Indias que en su época descalificaría a cualquier observador que pasara tan alegremente como Las Casas de los miles a los millones y encima con pretensiones testimoniales.
Cae en mis manos un libro escrito entre 1526 y 1569, cuyo autor fraile franciscano, del cual solamente se conocen algunos detalles, su nombre: fray Toribio de Paredes, nacido en Benavente, provincia de Zamora entre 1482 y 1491 más conocido como Motolinia, lo cual es el resultado de una palabra compuesta de resultado un tanto extraño: el humilde por pobre; murió en la Ciudad de México el 9 de agosto de 1569 con algo más de ochenta años. Su estancia en México dura más de cuarenta años.
Al final de sus escritos donde describe la Historia, termina con una carta dirigida al Emperador Carlos V en la que Motolinia se constituye en crítico directo de los escritos de Las Casas. En dicha carta, fray Toribio se muestra interesado en desmentir las exageradas ligerezas a que se entregó Las Casas cuando describía los comportamientos de los españoles.
Según él mismo relata el día 13 de mayo de 1523, en compañía de otros franciscanos (doce en total), desembarcó en San Juan de Ulúa con la expedición de frailes que dirige fray Martín de Valencia.
El historiador mexicano Edmundo O Gorman, sitúa que cuando desembarcó Motolinia en San Juan tendría alrededor de los treinta años.
En el año del Señor de 1523, día de la conversión de San Pablo que es el 25 de enero, el padre Martín de Valencia, de santa memoria, con once frailes sus compañeros, partieron de España para venir a esta tierra de Anáhuac, ahora llamada Nueva España.
Hirió Dios y castigó esta tierra, y a los que en ella se hallaron, así naturales como extranjeros, con diez plagas trabajosas.
La primera fue de viruelas (1520), y comenzó de esta manera: En un navío de Pánfilo Narváez vino un negro herido de viruelas, enfermedad que nunca había sido vista en estas tierras. Como no sabían nada de ella, esta se comenzó a pegar que la tierra se llenó de pestilencia, muriendo la gente como chinches, se dice que por estas provincias murió más de la mitad de la población. A esta enfermedad la llamaron los indios la gran lepra, porque eran tantas las viruelas, que se cubrían de tal manera que parecía leprosos. Los que escaparon con vida quedaron todos cubiertos de hoyos.
Segunda epidemia La de Sarampión (1531 – 1532), la tepitonzuhuatl, como la llamaron los indios fue causada por un español.
Tercera. Muertes por guerra y hambres como resultado del abandono de los cultivos.
Cuarta La institucionalización de los calpixque o mayordomos al servicio de los españoles, dedicados a la movilización de los indios y al cobro de los tributos. Estos calpixque, encargados de hacer trabajar a los indios fuera de sus lugares de residencia, los agotaban hasta causarles la muerte en muchos casos.
Quinta. Considera Motolinia como plaga mortal el hecho de que la carga de los primeros tributos que fuera impuesta a los indígenas repercutió sobre éstos en forma de sufrimientos hasta el punto de que por falta de pago se veían obligados incluso a vender a sus hijos.
Sexta. Motolinia entiende como otra plaga la que tuvo como protagonistas la minería y los continuos esfuerzos de acarreo de piedras a que estaban sometidos los nativos, además de mal alimentados, lo cual resultaba excesivo para la frágil constitución de los nativos.
Séptima. La Reconstrucción de la Ciudad de México. Produjo dos males, el primero una gran cantidad de enfermedades y fiebres y el segundo una gran cantidad de accidentes durante la construcción.
Octava. La esclavitud es considerada por Motolinia como un gran mal que amenazaba a la persona tanto desde el punto de vista físico, por los malos tratos, como desde el punto de vista psíquico ya que se le desorganizaba su equilibrio psíquico.
Novena. Enfermedades causadas por debilidad acumulada. Probablemente fuera tuberculosis.
Décima. Divisiones y luchas entre españoles, con incidencia sobre los propios indígenas.
Como hemos podido comprobar, a través del escrito de fray Toribio, la situación presentada tiene un sentido lógico, no pareciéndose en nada a lo escrito por Las Casas. Sin embargo, este no supo o no quiso exponer un hecho de gran trascendencia, tanto por la brutalidad como por el gran número se personas que contribuían a ello. Nuestro fraile se ocupó de la descripción del mundo religioso prehispano, básicamente en el sacrificio humano, del papel de los sacerdotes y de las divinidades a las que rendían culto los nativos. Desde luego, esta era la opinión general de los frailes, Motolinia condena radicalmente la antropofagia ritual. Esta atribuyó, especialmente, a los privilegios canibalísticos de las clases altas, constituidas por guerreros, sacerdotes, comerciantes y sobre todo por los linajes reales, en tanto éstos gozaban del poder de disposición sobre los cuerpos de los sacrificados.
Los aztecas no fueron los primeros mesoamericanos que sacrificaban seres humanos. Sabemos que los toltecas y los mayas cumplían esta practica y parece razonable inferir que todas las pirámides mesoamericanas de lados escalonados y remate plano, estaban destinadas a servir como escenario para el espectáculo durante el cual los seres humanos eran alimento de los dioses. El sacrificio humano tampoco fue una invención de las religiones de nivel estatal; era muy anterior a estas.
Según Marvin Harris, (Caníbales y reyes, cap. 9 ) Desde Brasil hasta los Grandes Llanos, las sociedades indioamericanas sacrificaban ritualmente víctimas humanas con el fin de lograr determinado tipo de beneficios. Prácticamente todos los elementos del ritual azteca están prefigurados en las creencias y en las prácticas de las sociedades grupales y aldeanas.
Hasta la preocupación por la extracción quirúrgica del corazón tiene antecedentes. Por ejemplo, los iroqueses competían entre sí por el privilegio de comer el corazón de un prisionero valiente, a fin de poder adquirir su coraje. Los prisioneros varones fueron, en todas partes, las víctimas principales. Antes de matarlos, los obligaban a correr o los azotaban, los apedreaban, los quemaban, los mutilaban o los sometían a otras formas de tortura y malos tratos. En ocasiones conservaban uno o dos prisioneros durante períodos prolongados y les suministraban buenos alimentos y concubinas .
Aparte de describirnos esta liturgia con horror, también Motolinia establece el carácter de hecatombe permanente que llegó a alcanzar el sacrificio humano en México, pues no sólo eran a millares los que se ofrecían anualmente a las divinidades, sino que se impuso como costumbre de monopolio de comer estas carnes sólo podían quienes tenían algún tipo de poder, los guerreros, capturaban en guerra a sus adversarios y los pochteca o comerciantes, los adquirían como esclavos en los mercados. Cualquiera no podía estar invitado a la mesa para comer esclavo, se había de tener poder (militar, eclesiástico o civil) para poder consumirlos, hasta tal extremo, señala Motolinia, que a los humildes sólo les llega un bocadillo.
Con harta frecuencia Motolinia y sus franciscanos hacen condenaciones públicas hacia los sacerdotes que persistían en tales practicas de devoción idolátrica; los sacerdotes les amenazaban a los indígenas que si no se producían tales sacrificios los dioses se manifestarían como lo que "eran" exigiendo su correspondencia.
Fray Toribio: conforme con su perspectiva, los indígenas permanecían embrutecidos por una religión que estimulaba los peores instintos de la irracionalidad mediante actos crueles que, como el sacrificio humano, estaban inspirados por la alineación que resultaba de estar heridos por la esclavitud y la idolatría espiritual y material, dos fenómenos que siguieron muy vivos en México hasta 1526.
Desde luego, y esta era la opinión general entre los frailes: La de condenar radicalmente la antropofagia ritual. No terminaron aquí los sacrificios y el culto a la MUERTE, según el autoproclamado obispo de la secta de la Santa Muerte, David Romo; el culto a la Santa Muerte ha estado presente en México desde la época prehispana. Solo durante la inquisición se escondió y se hizo secreta, dándose la circunstancia de tener en una misma casa a la Virgen y en el reverso del cuadro a la Santa Muerte.
Recientemente ha aparecido en Tultitlán el macabro monumento cuya fotografía acompaño. (Publicado en La Vanguardia el día 13 de febrero de 2008.)
 
Templo de la Santa MuerteCAPÍTULO IVDesembarcado en Santo Domingo el 15 de Abril de 1502, Las Casas emprende el mismo camino y actividad que sus compañeros; consistente en extraer oro de las minas del Río Haina.
En un cierto momento después dijo que los clérigos, al igual que el resto de la gente en estos primeros años del siglo XVI no viajaban a América impelidos por el celo de la salvación de las almas sino por el anhelo de agavillar riquezas de idéntica manera a como lo hacían los seglares y aun con propósitos peores que los de estos últimos.
Cada día, junto a sus quinientos compañeros, cargaba al hombro su mochila y enseres junto a unos escuálidos víveres para un día. Recorriendo a pie la distancia que separaba Santo Domingo de las minas. Ninguno de los componentes tenía la menor idea de minería. Se limitaban a escarbar, cada cual por donde se le ocurría, siendo frecuentes los desplomes y hundimientos.
Por otra parte el trabajo en las minas, el polvo permanentemente aspirado, el escaso descanso y la pobre comida muy escasamente variada, el clima y las enfermedades desconocidas para los indios que les llevaron los castellanos; provocaron una mortandad elevadísima, más de mil muertos y unos 500 enfermos.
Las Casas en ese momento no disponía de privilegio alguno; por tanto tenía que hacer lo mismo que el resto. Supongo lo que era verse en lo que hoy podemos llamar las necesidades del hambre. Ninguno de ellos se formó como picador, lo que hizo que cada día que trabajaban la situación era a peor; por tanto las perspectivas de hacerse rico se fueron al traste, decidió cambiarse a las minas de Cibao en busca de mejor fortuna. También como todos los demás, en este improvisado oficio de minero seguramente llegó a verse "en grandes necesidades de hambre", pero con la desventaja de que mientras sus colegas procuraban saciarla con el ; para ellos, "tan sabroso manjar de las iguanas" , sus remilgos eran tales que sus compañeros jamás lograron ni siquiera hacérselas probar. Aún tuvo la suerte de no formar parte de la lista de 1500 que murieron o quedaron enfermos e inútiles para toda su vida.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO VLas explotaciones auríferas de Cibao, situadas a siete leguas de La Concepción de la Vega, villa situada al norte de la República Dominicana.
Al parecer fue un secreto confiado a Las Casas lo que le hizo decidir a cambiar de lugar. Pero dada su experiencia, pensó que en la búsqueda del oro él debía de ser el director de la extracción del oro.
Decidió cambiar la mochila y el pico por el látigo.
Se convirtió en director de una gran cuadrilla de indígenas en virtud del arbitrario repartimiento efectuado por el Gobernador de la Isla Nicolás de Ovando al implantar el sistema de encomiendas en Marzo de ese mismo año.
En esta época Las Casas ponía en duda que los indios tuvieran alma. Esto no nos debe extrañar demasiado ya que la Iglesia Católica y Apostólica Romana lo definió en Concilio a mediado el SigloXIII que la mujer también tenía alma. Tal vez fuera esta la razón por la que Las Casas consideraba a los indígenas como animales.
El Modelo estrictamente religioso que fue el que se envió a América sólo plantea la pregunta de si el indio es hombre. Una vez dada la respuesta positiva; eso es lo que da tanto valor al codicilo de Isabel la Católica, cuando ésta pocas horas antes de morir, afirmó con la fuerza de su Ley Soberana que los indios eran hombres, súbditos, libres, almas que salvar no quedándolo otra opción que las de dar a ese indio lo que más aprecia: su fe.
Ovando adjudicaba un número arbitrario de indígenas a cada director de explotación, según la gracia que cada uno alcanzaba. Las Casas dispuso de cien, máximo concedido.
La extracción del oro en esta nueva mina, tiene una característica diferencial importante con respecto a la del Río Haina, en aquella el oro se extraía en pepitas, sin embargo en esta se extraía en polvo. Este es un factor importante ya que había que moler la ganga que se sacaba y luego por decantación en agua separar la ganga de la mena. Tanto peligro había en la molienda, donde la mayoría del polvo terminaba en los pulmones de los moledores, como en el bateo de la decantación a causa de estar metidos todo el día hasta más arriba de las rodillas en el agua; esto origina una serie de enfermedades: filariasis, bilarciosis e incluso es probable que fuera el inicio de la Enfermedad de Chagas. Claro que en aquel tiempo Las Casas no había hecho el master de Valoración de Riesgos Laborales y por lo tanto no sabía el riesgo que estaba corriendo, hasta que llegó a tener una mortandad del 50 % y encima no les daba de comer.
Al cabo de un tiempo, comienza a disminuir el peso de los talegones en que se transportaba el oro a la fundición. Las Casas se excusa que ello es debido a que los indios mueren o enferman y no tienen tiempo de llenarlos, más bien parece una excusa, para no decir la verdad que de cada talego se quedaba con lo que le parecía.
Sin embargo cuando a unos cuantos encomenderos se les pidieron cuentas, Las Casas salió en defensa de uno de ellos y de sí mismo diciendo que nadie se había enriquecido de ello y que la culpa era de los encomenderos españoles, (como sí él no lo fuera) y nunca de sus indios. Sin darse cuenta se estaba tirando piedras contra su propio tejado.
El muy ladino, nunca aparece en primer plano, es el típico hipócrita que tira la piedra y esconde la mano; nunca explica lo que hace y mucho menos si lo que hace es reprobable.
Lo cierto es que adquirió fama de codicioso y según él mismo reconoció al andar el tiempo que realmente explotaba a los indígenas. El termómetro de la codicia seguiría subiendo cuando se traslada a Cuba, siendo ya sacerdote y habiendo experimentado una honda transformación religiosa.
Para no perder su agilidad en el manejo de la espada y sobretodo del látigo se enfrascó en tres campañas armadas durante los años 1053 y 1055 contra los indígenas; quieras que no ello evidencia una gran hostilidad hacia ellos, o cuanto menos es un síntoma de que los hace supeditar a sus conveniencias. Sin embargo no se abstiene de calificar a los demás encomenderos como " inmisericordes explotadores de los indios".
El sistema de trabajo de los indios mineros no es fácil de concretar ni tampoco tener una idea más aproximada de lo que pudiera ser un día de trabajo en la mina. En su famosa Obra Indigenista se puede encontrar ya que incurre en múltiples contradicciones que desorientan a cualquier historiador, máxime cuando en algunos momentos carga las tintas a favor de los indios, como en otras las carga a favor de sí.
En un determinado pasaje, referido a 1514, cuando estaba en Cuba, refiere cual era la alimentación que les proporcionaba a los mineros: pan cazabí, ají y algo de carne.
En un pasaje bastante posterior de la obra indigenista, relata que los mineros para acabarse el hambre (no creo que la terminaran nunca), hervían los huesos que los encomenderos tiraban, los machacaban con piedras y se hacían un sopicaldo.
Dentro del colmo de la ironía y la desvergüenza, Las Casas escribe: Ningún encomendero se preocupaba de las necesidades religiosas de los indios, Ni siquiera los franciscanos se preocupan de la evangelización que tienen encomendada. Después en España bajo juramento observó que alguno sí que se preocupó de ello. Se supone que él no se incluiría entre ellos, puesto que en 1514 confesará paladinamente que no se preocupaba lo más mínimo de las necesidades religiosas de los indígenas que tenía encomendados en Cuba, a pesar de que ya entonces era sacerdote.
El director inicial de la evangelización en las indias fue fray Bernat Boyl, acompañante de Colom en el 2º viaje, cuyas capitulaciones ya tienen en cuenta formalmente el propósito evangelizador. Pero este fraile que era un autentico paranoico con alteración en el pensamiento e ideas delirantes; no tardó en chocar con Colom, el cual también tenía su genio y manías hizo que fracasara el primer Vicariato. Los Reyes Católicos encomendaron ya la evangelización de las Indias a diversos grupos de religiosos; pero fue Carlos I quien le encargó formalmente, de acuerdo con su preceptor Adriano de Utrech, que sería el Papa Adriano VI esa evangelización. El jesuita José de Acosta, uno de los portavoces más profundos de la autocrítica de España en las Indias, pudo escribir muy justamente en 1576 estas palabras: "Nadie habrá tan falto de razón ni tan adverso a los regulares que no confiese llanamente que al trabajo y esfuerzo de los religiosos se deben principalmente los principios de esta Iglesia Indias India Araucana
La letra con sangre entra



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO VI

 
LAS CASAS CONQUISTADOR (1503 – 1505) Hemos dejado atrás la faceta de minero, encomendero de minas y como subrepticiamente trataba de hacerse rico, mermando los "costales" de transporte del oro.
Querido lector, si eres ligeramente avispado habrás podido entresacar dos cosas importantes:
La ambición crematística del personaje.
La hipocresía con la que se manejaba en la relación Subordinados/Autoridades.
Las fases que en su defensa ante tantos muertos y enfermos en las minas, lo achaca con una ironía tal que raya en lo trágico, cuando explica en qué consiste la comida de los picadores que otros encomenderos dan a los trabajadores de las minas. Pero él no dice la comida que les da. Estoy totalmente convencido de que era igual o peor.
Este era el concepto acerca de la comida tenían los Dominicos en España; la cual era repartida por "llamémosle categorías": legos y monjes, capitulares y operarios; y un largo etc.
Con ello quiero referirme a una anécdota, probablemente exagerada, sobre un Abad del Cister. Estando en el Refectorio (comedor) se levantó de su sillón presidencial y le preguntó a uno de los monjes, que sentado ante su plato humeante miraba con desdeño,
¿Qué come hoy vuesa merced?. El monje removió el caldo y apareció un ajo. Rápidamente respondió: Sopa de ajo; el Abad sin inmutarse respondió: Muy bien con ajito y todo.
Aparte de la ironía, dentro de lo que intento es que los pueblos Centro y Sudamericanos capten la idea de la hipocresía de este personaje, que sin lugar a dudas fue el creador de la LEYENDA NEGRA DE LOS ESPAÑOLES en América.
En otoño de 1503, según Pedro Borges en "Quien era Bartolomé de las Casas, (pag 35) emprendió el Gobernador de la Isla Nicolás de Ovando una campaña bélica contra la cacica Anacaona, que intentaba sublevarse en la provincia de Jaraguá, en el extremo occidental de la actual República de Haití; para ello reclutó trescientos hombres de a pie y setenta hombres de a caballo. Entre los primeros figuró Las Casas y según comentario escrito " muy rico debía de ser para alzarse sobre una yegua en que andar".
El reclutamiento fue voluntario y por tanto su participación en la campaña fue un acto libre; como había sido su participación en la guerra de los moriscos en las Alpujarras.
Seguro que buscaba un mayor resarcimiento que el que le proporcionaban las minas de Cibao.
Siguiendo con su directriz, no habla de esta batalla, en la que no hay duda tomó parte activa y sin embargo en sus escritos él queda de espaldas a los demás y atribuye a sus compañeros de armas, describiéndolo como un hecho aberrante, aunque en realidad no era sino un ejemplo más de la inhumanidad de toda guerra.
De una hipocresía supina es la escena que describe a continuación:
Algunos españoles tomaban a los niños y los subían a las ancas de sus caballos, a fin de liberarlos de la muerte.
Según Bartolomé, pone en duda que este hecho tal sentimiento, sino que se tratase de reducir a estos niños para que el día de mañana sean peones de sus cuadrillas o esclavos sometidos.
Hay que tener una mente bastante retorcida como para pensar a voz de pronto que un hecho humanitario se tergiverse en tal monstruosidad.
Si bien Maquiavelo, en este tiempo ya tenía unos cuantos años, no creo que Las Casas lo hubiese leído, pero en este periodo de finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna (valiente eufemismo), los escritos con doble sentido estaban a la orden del día. Tómese como ejemplos: Las Capitulaciones de Santa Fe, las cuales engañaron totalmente a Colóm. O el documento que con más mala leche he leído en mi vida que es le Testamento de Isabel La Católica. Es ese momento Maquiavelo no había nacido aún.
A esta campaña de Jaraguá, siguió una segunda contra los habitantes de la provincia de Haniguayagua, en el extremo sur de Haití.
Al relatarla vuelve a permanecer astutamente escondido detrás de los acontecimientos en los que el jefe de la expedición y posterior amigo suyo Diego Velázquez de Cuellar, realizó sus "obras acostumbradas". Los indios emprendieron la retirada tras una breve resistencia, los expedicionarios tras alcanzarlos en su fuga, ejecutaron "en muchos sus ordinarios castigos" entre ellos el ahorcamiento del Cacique Principal.
En esta campaña de Haniguayagua debió de distinguirse por su comportamiento como soldado, ya que de aquí nació su amistad con Velázquez, el cual le llevaría a Cuba en 1512.
Tras un reposo en La Concepción de la Vega, Las Casas volvió por tercera vez a su actividad bélica, mediante su participación en la segunda guerra de Higüey, desarrollada entre el verano de 1504 y la primavera de 1505, en el extremo sur de la actual República Dominicana.
Todo este relato está escrito en tercera persona, salvo en dos ocasiones; siempre para dejar clara su labor benéfica para con los Indios. Sin confesar nunca su participación en los hechos.
Salpica en varias ocasiones la perpetración por los españoles de crueldades, con lo cual consigue la repulsa del lector, aunque estos no sean más que los lamentables horrores y extralimitaciones que se dan en ese hecho esencialmente inhumano que es la guerra.
Nos estamos endureciendo tanto que vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Quiero decir con ello que hoy justificamos que se estén matando entre 60 y 100 personas al día en Irak, Palestina, etc. simplemente porque un señor que padece una neurosis obsesiva llamado Busch, declara una guerra sin fundamentos ni causa y que nos ha colocado en una situación en la que estamos al borde de la tercera Guerra Mundial. Expuestos a morir cualquiera de los europeos, a causa de un error en el misil lanzado por un paranoico. O a morir envenenados por material radiactivo. ¿Dónde está la crueldad, cual es el límite de nuestra defensa?
Sin embargo a esto no se le da importancia, vale más seguir fomentando el odio contra los españoles, porque de esta forma el señor Busch tiene las manos libres, al menos en los paises centro y sudamericanos, por lo que respecta a su fomento del odio hacia los demás y puede dirigir sus barbaridades hacia los musulmanes que son ahora el índice de su odio.
Volviendo a lo que estábamos llevando sobre este Buch de la Edad Media que fue Las Casas, este sigue insistiendo una y otra vez sobre la impotencia de los Indios, que raya en el infantilismo pero de forma muy adecuada para despertar la compasión de los indígenas. Llega incluso a realzar con inusitado regocijo la victoria del héroe Cotubano ó Cotubanama obtuvo en desigual combate sobre Alejos Gómez.
Es muy difícil creer que Las Casas no obtuviese su cuota de participación, tanto para bien como para mal, es decir en lo bueno y en lo malo; no se entendería como al termino de la guerra fue recompensado con un cierto número de esclavos, que los capitanes repartían en razón de su comportamiento en los hechos bélicos.
Terminada la guerra se encuentra con:
Esclavos obtenidos en esta última guerra (número desconocido).
Esclavos que le correspondieron en 1503.
Esclavos antiguos que tenía en la encomienda (bastantes).
Aunque desconocemos el número de esclavos, este debía ser muy importante, pero Las Casas presenta sumo cuidado en no dar pistas acerca de ello.
Andaba el año 1505 cuando las Casas comenzó a explotar una "Heredad ó Labranza" adquirida no se sabe cómo ni por cuanto. Situada en una verde llanura bañada por el río Janique. En algún sitio se publicó que dicha heredad le proporcionaba cien mil castaños al año, pero revisiones posteriores han hecho desaparecer esta cifra, desconociéndose en la actualidad cual era el beneficio.
La alimentación de este gran grupo de esclavos y pese a haber cambiado de status, siguió siendo la misma que la que repartía en las minas. La carne siempre brilló por su ausencia. En compensación el trabajo aumentó. Tal como ahora intenta la Comunidad Europea.
A fines de 1506 se traslada a Europa en donde permanecería hasta 1508.
Juan Rodríguez de Fonseca lo acusaría en 1517 de que él había cometido las "mismas tiranías y pecados" que recrimina a los restantes encomenderos. Cosa que Las Casas reconoció, pero en su defensa dijo que en 1514 había abandonado ese comportamiento.
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO VII 
 
PRIMERA CONVERSIÓNAl final del período anterior, en 1506 deja en manos de su amigo Pedro de Rentaría – hombre piadoso con el que mantuvo una estrechísima amistad, pero no influencia – la hacienda de Janique, para dirigirse a Sevilla con el fin de ordenarse sacerdote.
¿Tan repentina fue la llamada de Dios?, Que deja todo lo dejable, menos el oro acumulado.
No, Las Casas era muchísimo más inteligente de lo que aparenta y su pensamiento, al igual que un buen jugador de ajedrez, va siempre como mínimo 3 jugadas por delante de la última que hace.
Bartolomé sabe que La Española carece de obispos por falta de curas lo suficientemente cualificados para obtener el cargo y se propone obtener, además de las encomiendas, un obispado, lo cual sería añadir un buen estipendio a lo que ya tenía.
Si Las Casas se hubiese desprendido de una parte de su egoísmo y otra parte de soberbia hubiese sido el hombre más rico de las nuevas tierras descubiertas. Pero sus enseñanzas y el camino abierto a sus sucesores que vendrían después en el tiempo dejaron tal impronta, que aún hoy en pleno siglo XXI desgraciadamente quedan demasiados discípulos por aquellas tierras, que hoy darían "sopas con honda " a sus antecesores.
Las Casas permaneció fuera de su hacienda, algo más de 2 años, en ellos tuvo tiempo de recibir en Sevilla las ordenes menores y el subdiaconado; mientras que el diaconado y el sacerdocio no los recibiría hasta febrero de 1507 ¡EN ROMA!.
¿ Es posible recorrer estos cuatro grados de Teología y demás materias que deberían componer los estudios sacerdotales?. Tal vez le bastó con aprenderse las Vías de Santo Tomás sobre la existencia de Dios.
Vías que por otro lado no son de Tomás de Aquino: las dos primeras son de Aristóteles, las dos segundas son de un gran sabio árabe llamado Abú – Bark ó Abubeker (Abubequer), el cual nació en Tortosa siendo un iluminado de su tiempo, llegando a ser el Superior de los Profesores de la Universidad de Alejandría en Egipto y como gran honor fue enterrado en el Gran Cementerio frente a la Puerta Verde, lo cual quería decir que sería el primero en entrar en el Paraíso.
Abubeker escribió un gran libro, grande por sí mismo (2 tomos de tamaño folio y cada uno con 900 páginas de contenido). Título: La Lámpara de los Príncipes. Traducido por Alarcón.
En el prólogo, están reflejadas las dos Vías mencionadas; por tanto como mucho Tomás obispo de Hipona inventó la quinta Vía.
Es curioso, pero "in hilo tempore", entre los Siglos IV, V y VI, sólo podían leer a los griegos, latinos y árabes los clérigos de alto rango, casi todos son santos. El pueblo llano no debía aprender ni a leer ni a escribir. Léase a ese grandísimo escritor que se llama Umberto Echo en su Célebre libro El Nombre de la Rosa.
A la Iglesia no le interesaba que el pueblo se cultivara, podría llegar a establecer competencia con ella, como si de una dictadura se tratase, tal como demuestro en mi libro Colóm: Ese Desconocido, en lo referente a la Carrera de Derecho.
Esta es la verdadera razón de la que vamos a llamarla la primera conversión de Bartolomé de las Casas.
Ante un pueblo analfabeto y en desconocimiento de sus más elementales derechos, no sólo laborales sino humanos es muy fácil conducir a los humanos como corderos y exprimirlos como si de frutas caribeñas se tratase. Desde que la Historia es Historia, Siglo VII antes de Cristo, todas las guerras han tenido un trasfondo religioso, independiente de los intereses de conquista que cada pueblo tuviese, en este apartado incluyo a la situación actual de todos los fundamentalismos; léase el que quiera, comenzando por EE.UU. Con el invento de armas nucleares inexistentes, motivadas por una mentira inventada por Israel y pagada por los judíos estadounidenses, pasando por las subvenciones y prevendas a determinados sectores de la América Latina.
Volvamos a lo nuestro. No entiendo de donde Bartolomé de las Casas sacó el tiempo para estudiar y prepararse para el sacerdocio, sino que para mayor asombro tiene otra aventura.
En Sevilla conoce y entra en amistad con la familia Colóm, especialmente con Hernando, segundo hijo de Cristóbal, el cual le relata y le muestra toda una serie de documentos, que van desde las Capitulaciones de Santa Fe hasta cédulas firmadas por personajes intrascendentes en la Corte. Hernando pretende instaurar una Requisitoria Judicial a fin de que se cumpla lo pactado, Mientras aparece Bartolomé Colóm, hermano del ya difunto Cristóbal.
Por el momento todo queda en suspenso hasta su rencuentro en Italia, bien en Roma o en Nápoles.
Para la defensa de estos intereses, que nunca sabremos si él participaba de ellos, o eran exclusivamente para la familia Colóm.
Los Colóm han de trasladarse a Roma y luego a Nápoles. Después de efectuar en Roma una serie de gestiones, alguna tenía que ver con la posible búsqueda del resto de la familia Colóm.
Parece ser que en Nápoles, Las Casas vuelve a coincidir con Hernando Colóm, el cual ya había tomado la decisión de visitar La Liguria, en donde parece ser que existe una familia llamada Columbus.
Las Casas solicita una entrevista con el Rey Católico, en donde comienza a exponer su "Bravísima relación de la destrucción de las Indias". Fernando apenas si le hace caso y le advierte sobre ciertas contradicciones en su argumentación. Las Casas se da por derrotado y emprende la segunda argumentación que llevaba preparada en su bolsa": La defensa de la familia Colom, a lo cual el Rey le responde que debería ser el Consejo Real quien deberá entender de ello.
De esta forma se inicia una serie de juicios, declaraciones, dictámenes y expedientes, que concluirán en el Reinado de Felipe II (1536) otorgándoles una pensión perpetua de 10.000 ducados anuales, el Título de Almirante, el Marquesado de Jamaica (con feudo en dicha Isla) y el Ducado de Veragua, con señorío de unos 65 Km² en el oeste del actual Panamá.
No se entiende que con tantas idas y venidas Las Casas tuviese tiempo de prepararse para su ordenación sacerdotal, la cual requería unos ciertos conocimientos no presumibles en él, como recorrió los varios estadíos anteriores a la recepción del presbiteriado y sobre todo, cómo y por qué cambió el deseo del nuevo estado. Es decir, como y cuando surgió en él la vocación sacerdotal. Ya lo hemos explicado, no conociendo bien su pensamiento; pero sí su ansiedad, egocentrismo y su hipocresía.
Carecemos de los datos históricos suficientes que nos permitan de una forma secuencial establecer el proceso evolutivo de su decisión hacia el sacerdocio; pero creo que acertamos al deducir lo antedicho ya que a su vuelta a Cuba y hasta 1514, su comportamiento fue idéntico a lo efectuado hasta entonces, hasta tal punto que su amigo Pedro de Rentaría, le reprocha su manera de actuar y Juan Pérez de Tudela en 1957, hace la observación de que el ingreso en el estado sacerdotal obedeció simplemente "a su afán de promoción política".
No se hizo sacerdote para atender espiritualmente a los indígenas, está claro, de la misma manera que tampoco vivió su sacerdocio para los españoles.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO VIIIMe van a permitir salir por un momento de las andanzas de nuestro personaje. Para poner de manifiesto una de las páginas más oscuras y adyectas de la historiografía de este personaje.
Me van a permitir el mezclar a Cristóbal Colón, a Hernando Colón y a Bartolomé de las Casas.
Durante la estancia en Roma, Las Casas se reencuentra con la Familia Colón. Hernando Colón le presenta una historia, escrita por él, así como una serie de documentos firmados por una serie de oscuros personajes de la Corte, en donde en conjunto se pedía al Rey el reconocimiento de la deuda de la Corona para con su padre el Almirante. No está totalmente demostrado; pero hay grandes sospechas de que tal Historia fue escrita o al menos refundida por Bartolomé de las Casas. La gran sospecha es que Las Casas pretendía el 50 % de dichas regalías. Ambos se trasladan a Nápoles, en donde en esos momentos se hallaba la Corte del Rey Fernando y en donde Las Casas tuvo a bien presentarle tal demanda. En la historia que se había reescrito figuraba que el Almirante produjo con su hacienda el ocheno (1/8 del valor de la empresa), que el Rey le había pedido a fin de participar en igual proporción en los bienes que esta hubiera de producir; el Rey les respondió: que en ello deberían de ser las Chancillerías Reales las que deben entender en estos menesteres. Ambos se marcharon con el rabo entre las piernas, en espera de mejores ocasiones.
He aquí una de las grandes incógnitas que el Almirante se llevó a la tumba.
Si para que pudiera presentarse dignamente vestido ante la Corte, fray Pérez le proporcionó, gracias al Marqués de Floridablanca cuatrocientos maravedíes, lo cual quería decir que Colom estaba completamente pelado y sin un maravedí; si el coste total de la Armada fue de un cuento (Un Millón) y ciento treinta mil maravedíes si Pitágoras no miente, la octava parte suponen aproximadamente 148.000 maravedíes. ¿ De donde sacó Colón tal cantidad de dinero? . Lo único que hay de cierto en todo ello fueron dos hechos importantes:
Tanto las Capitulaciones de Santa Fe como la expulsión de los judíos se produjeron en Marzo de 1492.
Colón desaparece de Santa Fe justo después de firmar las capitulaciones y marcha recorriendo toda Andalucía, apareciendo en Palos en Agosto, con el dinero necesario.
La hipótesis más extendida es: dado que los judíos no podían llevarse oro, estos optaron por entregárselo, para así cumplir su misión y a un tiempo llevarse a una cierta cantidad de judíos que no tenían otra posibilidad de salir.
Presumiblemente durante este tiempo se dedicó a pedir dinero a los judíos de la diáspora el oro que pudieran ofrecerle, previa presentación de su historia como judío.
Lo cierto es que cuando en Palos, Colom contrató a los hermanos Pinzón, estos vieron el dinero que el Almirante les enseñó como prueba.
Si bien esto queda reflejado en la Historia de Hernando Colón, presumiblemente escrita por Las Casas, y aunque no está probado históricamente, tiene muchos visos de verosimilitud.
No sabemos cuales fueron sus intenciones a los 23 años, soltero y con todos sus problemas vitales resueltos, se plantease el estado eclesiástico: tal vez tomó ejemplo de Fernando, primer hijo bastardo de Fernando el Católico, el cual fue obispo de Zaragoza y cuya única misa que celebró en su vida fue su ordenación como obispo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO IX 
 
LAS CASAS CLÉRIGO Y ESTANCIERO EN LA ESPAÑOLA (1508 – 1512)
A su regreso de Nápoles a La Española, vía Barcelona, Sevilla, Las Casas reanudó en 1508 la explotación directa de la hacienda Janique, así como la recogida del oro del arroyo. Su convicción de legalidad de que podía tener indios en encomienda y valerse de ellos en provecho propio, hasta que un dominico en 1512 se negó a confesarlo por ello; sin embargo Las Casas no tenía inconveniente alguno en confesar y absolver a los restantes encomenderos de los alrededores. Las Casas admite que los indios estaban sometidos a peores condiciones que las establecidas en 1511 y que debían ser tratados como animales.
Las Casas admite tres grados de crudealismo:
Los nativos inmisericordes
Los misericordes
Los venidos de Cuba.
No he llegado a entender que es lo que Las Casas ha querido decir con ello; ni tampoco cuales son las diferencias que separa a los unos de los otros.
Lo único que desde el punto vista de nueva tecnología que se levantó en Cuba tras el segundo viaje de Colón fue el conseguir montar, poner en marcha y poner en rendimiento un artilugio ideado por el único amigo real que Colón tuvo que fue Miquel Ballester. El tal artilugio era un molino para moler la caña de azúcar.
Mientras el tiempo iba pasando, los indígenas aprendían todas las "pillerías" y sinvergoncerías que los españoles practicaban. No olvidemos que la Conquista de América, se hizo en función de la estrategia de las TRES PUNTAS:
A punta de Espada
A punta de Cruz
A punta de Pene.
Cada cual ejercitó la punta que mejor sabía utilizar, aunque la mayoría utilizaban como mínimo dos.
Durante este tiempo, unas veces malintencionadamente, a menudo discutibles, pero en todo caso duraderos, que fueron creando un conjunto de estereotipos que en la imaginería de las naciones han quedado fuertemente impresos en la memoria de los pueblos, que han llegado hasta nuestros días. Estos conceptos son los que han llegado a conformar la Famosa Leyenda Negra de los Españoles.
Se vulgarizó un retrato del típico español;
Grave y solemne, orgulloso hasta la altanería, aferrado a su honra, belicoso e indolente, galante con las damas pero melancólico que ama los azares nocturnos con la muerte, así como las broncas y la guerra por la guerra. Sin embargo devoto hasta la intolerancia así como autoritario y ambicioso. Pero con el estómago vacío.
Todos estos aspectos que dan forma a la idiosincrasia de los HIJOSDALGOS, que configuró el personaje de nuestra leyenda.
Hay ciertos aspectos de la Historia de España y de su Imperio que han sido fuertemente fijados hasta en la caricatura.. El escritor Arturo Pérez Reverte ha sabido plasmar en sus Hazañas del Capitán Ala Triste en sus ya 5 tomos publicados la más fiel de las reproducciones sobre lo que escribo. La codicia de los conquistadores, la solemnidad y
la altivez, la mayoría de las veces sin fundamento, han llegado con fuerza hasta el Siglo XXI..


 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XOrdenado en Roma a comienzos de 1507, cantó su primera misa en Concepción de la Vega a finales de 1510. Dilató estos tres años a la espera de una situación propicia por razones de boato y parafernalia. Consiguió lo que pretendía "Una Gran Solemnidad".
A ella asistieron el Almirante y Gobernador D. Diego de Colón, hermanastro de Hernando, con el que fue a Nápoles a reclamar al Rey la deuda que la Corona tenía con el hijo de Cristóbal Colón. Con lo cual refuerza los lazos con dicha familia. Así mismo asistieron todos los encomenderos del lugar; dado que la elección de la fecha ya estaba seleccionada a propósito, esta coincidió con la época de fundición del oro, lo cual hizo que la mayoría de los encomenderos le regalaran numerosas piezas de oro. En la comida sólo faltó el vino porque los ingleses le hicieron la jugarreta de apoderarse de las naves.
Una vez terminada la fiesta, tumbado en una hamaca y al fresco de la brisa del mar que comenzaba a levantarse, fue el momento de intentar despejar la incógnita de cual fue la causa que le indujo a celebrar su primera misa después de más de tres años de haberse ordenado sacerdote.
Salvo lo explicado con anterioridad, hoy no se dispone de hechos o circunstancias lo suficientemente coercitivos ni con un peso específico que apoye su decisión. Me parece totalmente pueril el argumento de la presencia de Diego Colón. Si realmente lo hizo por esta causa, me vuelvo atrás en mi consideración de inteligencia que tengo sobre Bartolomé de Las Casas. Las Casas supedita a razones extra-religiosas el ejercicio de su sacerdocio.
No le importó nada en absoluto, ni tampoco pesó sobre su conciencia el hecho moral de seguir explotando a los indios en su hacienda de Janique; pero lo peor fue mantenerse al margen de la Orden de Fernando el Católico de que cada población tuviera un eclesiástico que catequizara a los indígenas como de la prohibición de que estos doctrineros poseyesen indios en encomienda; consignadas ambas en la Instrucción de 3 de Mayo de 1509, entregada a Diego Colón. (BAE ,CXXV, 499, 503b).
Hay quien dice que se trata de un cura que va por libre. Se ha llegado a decir que para Las Casas el sacerdocio comenzaba el domingo a las 11 h y terminaba a las 13 horas del mismo día. El resto de la semana bastante ocupación tenía con sus granjerías.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XI
LAS CASAS, CONQUISTADOR Y CAPELLAN EN CUBA (1512 – 1514)
Por si fuera poco, Las Casas me sale supersticioso, creyendo en maldiciones y maleficios. Lo expresa claramente diciendo en público que los encomenderos están maldecidos y que por esa razón ninguno de ellos se ha hecho rico.
Esta idea bastante arraigada en el pueblo mexicano, en el cual el "mal de ojo", el conjuro sarmiento, e incluso técnicas de "budú", pueden llegar a afectarle a la persona hacia la que va dirigida. Aseguro que todo ello es una autentica patraña, todo mentira; sólo influye la sugestión y la incultura. El día en que el cerebro humano sea capaz de comunicarse con otro a 500 Km. de distancia, podremos pensar en que ello puede existir. Por el momento no tenemos más que una serie de artistas circenses que realizan sus trabajos basados en trucos y frases convenidas; hacen creer al iluso y analfabeto pueblo sus burdas mentiras.
Para más adelante tengo preparados varios artículos, si es que ustedes queridos lectores me aguantan y me soportan, sobre temas de psiquiatría y de psicosociología que aclararan conceptos equívocos. Como por ejemplo los sacrificios a los dioses. Lo que constituye un pensamiento mágico.
Las Casas persistía en la idea de que tanto sobre él como al resto de los encomenderos había caído una maldición implacable. Sin pensarlo dos veces abandona todos sus negocios en La Española y se traslada a Cuba.
Aquí aparece una nueva incógnita, en su manera de proceder y conociendo muy bien su gran afición por el oro.
Por mucha amistad que tuviera con quien le invitó, no es fácil que un negociante como él, renunciara a sus fuertes ingresos, si no es que la oferta fuera mayor.
Invitado por su amigo Diego Velázquez, que ya había iniciado la conquista de Cuba, Las Casas vendió su hacienda de Janique en la primavera de 1512 y se unió a él.
No le importó la fama que Velázquez tenía de ajusticiador y derramador de sangre ni tampoco el que hubiese mostrado una especial crueldad con la quema del Cacique Hatuey de La Española.
Ahora a los 28 años, se siente co – protagonista de la campaña de Narváez, a quien acompañó durante dos años "asegurando todo el resto de la isla para mal de toda ella", como confesaría posteriormente.
Sufre cambios tan bruscos como el de ser capellán de una expedición armada que llega a La Habana después de haber anexionado Bayamo y Camagüey, se convierte súbitamente en un "bebique" o hechicero de los indígenas, adquiriendo un prestigio universal entre los nativos.
Organiza poblados, hace de médico para con los heridos, tanto nativos como españoles e incluso actúa como mediador en el intercambio de prisioneros.
Con toda seguridad que todo cuanto aquí relata es cierto pero escondiendo un afán de protagonismo inusitado: si asiste a un entierro, le gustaría ser el muerto y si asiste a un bautizo quisiera ser el neófito. Es curioso como antes en todos sus relatos procuraba quedarse siempre a la sombra y sin embargo en esta época siempre está presente en el ojo del huracán, con la única finalidad de demostrar continuamente su co – participación al lado de Velázquez y Narváez como jefes de la conquista.
De repente se le despierta una gran preocupación religiosa por los nativos, hasta ahora inexistente, así como una decidida oposición a los estragos derivados de las campañas bélicas.
Su inesperada preocupación por los indígenas, sobre todo en lo que afecta a su índole religiosa, quizás obedeciera al hecho de dejarse influir por los anatemas de los dominicos en contra de las conquistas y de las encomiendas.
Tal vez y esto es una mera hipótesis, este cambio tan brusco se viera propiciado por una situación de estrés por encontrarse en una situación real de peligro de muerte en alguna de sus contiendas o lances. Esto es un hecho psicológico muy comprobado, en el que cuando una persona se encuentra ante un peligro real de perder la vida, pasa por nuestra mente toda la película de nuestra vida, que por larga que sea esta se comprime y dura poco más de un segundo. Son unas imágenes tan intensas que quedan marcadas para siempre de por vida en nuestro cerebro.
Es posible que esta teoría pueda explicar el hecho de que una vez terminada la Campaña de Cuba, Las Casas reanuda en 1514 su vida de estanciero en un mejor ambiente de paz. Se estableció en el puerto de Jagua, al este de Cuba. Llegado el momento de las recompensas, Velásquez le premió con un gran número de indios en la Aldea de Canarreo.
En la explotación de este repartimiento, se asoció con su inseparable amigo Pedro de Rentería, pero era el propio Las Casas quien se preocupaba de hacerla rendir, ya que según decía su socio ya rezaba por los dos.
Hacía trabajar a los indios en las minas, volviendo prácticamente a las andadas. La única diferencia estribó en el trato que daba a los demás, se transformó en más humano, caritativo y pío; sin que ello fuera obstáculo para seguir manteniendo el máximo rendimiento en todas las fases de su productividad..
El trato en cuanto a la comida mejoró considerablemente, estructurando una alimentación más racional, dentro de las posibilidades que la tierra les daba.
No podemos decir con precisión si Pedro de Rentería tuvo su influencia en esta suavización. O tal vez fue realmente el fuerte estrés sufrido. Lo cierto es que Las Casas en su fase final en Cuba, tuvo un comportamiento completamente distinto a lo realizado en La Española.
En lo que no transigió nunca fue en la licitud de poseer indios en encomienda. Solo que en Cuba duró poco tiempo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO XII
 
 
LO QUE SIGUE ES UN PEDAZO DE CARTA
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Después desto, siguiendo el rastro y por el mismo camino que vino Juan de Ampudia, echando los indios que habían sacado del Quito adenate una jornada, para que descubriesen los pueblos de los indios e los robasen para cuando él llegase con su gente, y estos indios eran dél y de los compañeros, cual doscientos, cual trescientos, cual ciento, como cada uno traía; los cuales, con todo lo que robaban acudían a sus amos. Y en esto hacían grandes crueldades en los niños e mujeres. Y en esta misma orden trujo en el Quito, e abrasando toda la tierra e las casas de depósito que tenían los señores de maíz, consintiendo hacer gran estrago en matar ovejas en gran cantidad, siendo la principal población e mantenimiento de los naturales y españoles, porque para solos los sesos de las ovejas e para el sebo consintía matar doscientas e trescientas ovejas y echaban la carne a mal.. Y ansí dos hombres en una provincia llamada Purúa mataron veinte y cinco carneros y ovejas de carga (llamas) que valían entre los españoles veinte y cinco pesos cada uno, solo para comer los sesos y el sebo, y ansí en este desorden se perdieron cien mil cabezas de ganado, a cuya causa la tierra vino en muy gran necesidad, e los naturales se murieron en gran cantidad de hambre.
Después quel dicho capitán determinó de partirse desde Quito, para ir en busca del capitán Juan de Ampudia; sacó más de doscientos hombres de pie e de caballo, entre los cuales sacó muchos vecinos de la villa de Quito, e a los vecinos que iban con el dicho capitán les dio licencia para que sacasen sus caciques de sus repartimientos con todos los indios que ellos quisiesen sacar, y ellos lo hicieron ansí, entre los cuales sacó a Alonso Sánchez Nuita con su cacique más de cien indios con sus mujeres, e por consiguiente Pedro Lobo e su sobrino más de ciento e cincuenta con sus mujeres e muchos dellos sacaba a sus hijos, porque todos se morían de hambre. E asimismo sacó Moran, vecino de Popayán mas de doscientas personas, e lo mismo hicieron todos los otros vecinos e soldados, cada uno como podía. Y los dichos soldados preguntáronle que si les daría licencia para echar en prisiones los indios e indias que llevaban, y él les dijo y respondió que sí, hasta que se muriesen, y después de muertos aquellos, otros; que si los indios eran vasallos de Su Majestad, que también lo eran los españoles e se morían en la guerra. Y acaeció en este tiempo que un Alonso Sánchez que envió al dicho capitán por capitán de cierta gente a una provincia, topó en el camino cierta cantidad de mujeres e de muchachos cargados de comida, e le aguardaron y esperaron sin le huir, para le dar della, e a todos los mandó meter a cuchillo de espada.
...Y acaeció un misterio: que un soldado, dando de cuchilladas a una india, del primer golpe se le quebró la mitad de la espada, y del segundo no le quedó sino la empuñadera, sin poder herir a la india. Y otro soldado con un puñal de dos filos queriendo dar de puñaladas a otra india, al primer golpe se le quebró e despuntó con cuatro dedos de la punta, e al segundo no le quedó más que la empuñadura. Y al tiempo que el dicho capitán salió del Quito sacando gran cantidad de naturales, descansándolos, dando las mujeres mozas a los indios quél traía y las otras a los que quedaban por viejos, saló una mujer con un niño chiquito en los brazos tras é dando voces, diciéndole que no le llevase a su marido, porque tenía tres niños chiquitos y que ella no los podría criar y que se le morirían de hambre; e visto que la primera vez le respondió mal, tornó a segundar con mayores voces diciendo que sus hijos se le habrían de morir de hambre; e visto que la mandaba echar por ahí e que no le quiso dar a su marido, dio con el niño en unas piedras y lo mató.
Que después desto el dicho capitán envió sus capitanes a unas partes y a otras a hacer cruda guerra a los indios naturales, e ansí mataron mucha cantidad de indios e indias y les quemaron sus casas y les robaron sus haciendas: esto duró muchos días. Y como vieron los señores de la tierra que los mataban y destruían, enviaron indios de paz con comida. Y partido el dicho capitán para un pueblo que se llama Ice, con todos los indios
que habían prendido los españoles en Lili, sin soltar a ninguno. Y llegado a dicho pueblo de Ice, luego envió españoles a robar y a tomar e matar a todos los indios e indias que pudiesen, y mandó quemar muchas casas, y ansí quemaron más de cien casas.
Y allí fue luego a otro pueblo que se llamaba Tolilicuy, y el cacique luego le salió de paz con muchos indios, y el dicho capitán le pidió oro para él e para todos sus indios. El cacique le dijo que no tenía sino poco, pero lo que tenía él se lo daría.
Y luego empezaron a le dar todos todo lo que podían, y el dicho capitán daba a cada uno de los indios una cédula con el nombre de dicho indio, de cómo le había dado oro, e que al indio que no traía aquella cédula que lo echaría a los perros, porque no le daba oro. Y así con temor desto. Todos los indios que tenían oro se lo dieron todo lo que podían, e los que no tenían oro se fueron al monte e otros pueblos por temor de que no los matasen; a cuya causa percibieron mucha cantidad de los naturales.

Luego mandó el dicho capitán al cacique que enviase dos indios a otro pueblo que se llama Dagua, que viniesen de paz y que trajesen mucho oro. Y llegado a otro pueblo envió aquella noche a tomar indios, muchos españoles e indios de Tulilicuy.
Y ansí trujeron otro día más de cien personas, e todos los que podían llevaban cargas los tomó para sí e para los soldados e los echaron en cadenas, donde murieron todos, y las criaturas diolas el dicho capitán al dicho cacique de Tulilicuy para que los comiese.
La carta se hace larga y tediosa y aún sigue la descripción de cómo arrasaron 6 pueblos más en donde robaron, saquearon y mataron una infinidad de indios...
Creo que lo más importante pueden ser los comentarios que se pueden deducir:
1º- Aquí hay algo muy sospechoso, el escritor de esta carta, relata siempre en primer plano, pero como simple observador. En ningún momento aparece la identidad del que relata, ni tampoco se le escapan comentarios críticos sobre la ética de lo que está viendo. Al final de la carta el tal capitán que no se identifica, escribe: " De aquí a cincuenta años, los que pasen por aquí y oyeran estas cosas dirán: por aquí anduvo el tirano de Fulano". Personalmente creo que se trata del propio Bartolomé de Las Casas describiendo la campaña de Cuba, pero dando nombres de pueblos o bien inventados o de poblaciones remotas.
2º He tenido la humorada de valorar a groso modo el número de indios muertos en la descripción de esta carta y me sale una cifra próxima a los 90.000. Es a todas luces exagerada esta cifra, los medios de exterminio con los que contaban los bestias que fueron a América no son ni muy de lejos los medios de Hitler o los actuales.
3º Me extraña muchísimo que entre los indios no hubiese un movimiento de reacción frente a tanta injuria y asesinarlo como a Viriato mientras dormía.
¿Cómo es posible que se pudiesen llevar a América tantos caballos como aquí se reseñan? ¿O tal vez se organizaron viajes para trasladar tantos caballos? La historiografía española no lo contempla. En una misma campaña según se deduce de esta carta se utilizaron más de 1000 caballos. Esto es a todas luces exagerado. El Caballo no existía en América.
 
Es decir: todo no es más que una exageración, muy típico de Las Casas y que intencionadamente o no estructuró la Leyenda Negra de los españoles en América.
A continuación se expone la controversia – disputa entre Bartolomé de Las Casas obispo que fue de la Ciudad real de Chiapa, que es, en las Indias, parte de la nueva España y el doctor Ginés de Sepúlveda, cronista del Emperador, nuestro señor, sobre que el doctor contenía que las conquistas de las Indias contra los indios eran lícitas y el obispo por el contrario, defendió y afirmó haber sido y ser imposible no serlo tiránicas, injustas e inicuas. La cual cuestión se ventiló e disputó en presencia de muchos letrados, teólogos e juristas, en una congregación que mandó Su Majestad juntar el año de mil quinientos y cincuenta en la villa de Valladolid.
El doctor Señor Sepúlveda, cronista del emperador nuestro señor, informado e persuadido de algunos españoles de los más reos y culpados eran de las destrucciones y estragos que se habían hecho en las gentes de las Indias, escribió un libro en forma de diálogo, en latín muy elegante, guardadas sus leyes o reglas y polideza de retórica (como sea tan docto y eminente en la lengua latina), que contenía dos principales conclusiones. Una es la que las guerras que se han hecho por los españoles contra los indios fueron justas de parte de la causa y del auctoridad que hay para movellas, y que lo mismo se pueden u deben, generalmente, contra ellos hacer. La otra es que los indios son obligados a sé someter para ser regidos por los españoles, como menos entendidos, a los más prudentes, y si no quieren, afirma que les pueden hacer la guerra.
Estas son las dos causas de la perdición y muerte de tan infinitas gentes y despoblación de más de dos mil leguas de tierra, que han muerto y despoblado con nuevas e diversas maneras de crueldad e inhumanidad de los españoles en las indias, conviene saber: las que llaman conquistas y las encomiendas que solían llamar repartimientos. Coloró su tractado el dicho doctor Sepúlveda que pretendía justificar el título que los Reyes de Castilla y León tienen al señorío e superioridad suprema e universal de aquel orbe de las Indias, para mejor descubrir la doctrina que quería derramar por estos reinos y por aquellos de las mismas Indias. Este su libro presentó el doctor en el Consejo Real de las Indias, suplicando con gran instancia e importunidad de que le diesen licencia y autoridad para imprimirlo. La cual le negaron por muchas veces, conociendo el muy cierto escándalo y daño que él publicarlo se recrearía. Y visto que por el Consejo de indias no lo podía imprimir, procuró, con sus amigos que residían en la Corte del Emperador, que le alcanzasen una cédula de su Majestad, que lo remitiese al Consejo Real de Castilla, donde de las cosas de las Indias, ninguna noticia se tenía
Al tiempo que esta cédula vino, estando la Corte y los Consejos en Aranda de Duero, el año de mil quinientos e cuarenta y siete, llegó de las Indias el obispo de la Ciudad Real de Chiapa, don fray Bartolomé de Las Casas, el cual sabido del tractado del doctor Sepúlveda, entendió en la materia que contenía y la ceguedad perniciosísima, con los irreparables daños de que si se imprimiese sería causa pública; opuso sé contra él con todo el rigor que pudo, descubriendo y declarando el veneno de que estaba lleno y a donde ponía su fin.
Acordaron los señores del Consejo Real de Castilla, como sabios y justos, pues la materia de que tractaba era por la mayor parte perteneciente a la teología, de lo enviar a las Universidades de Salamanca y Alcalá, encomendándoles que lo viesen y examinasen y firmasen si se imprimiese. Las cuales, de muchas y exactísimas disputas, determinaron que no se podía imprimir como doctrina no sana. No contento el doctor, antes muy quejoso de las universidades, acordó, no obstante las muchas repulsas que ambos Consejos Reales le habían dado, enviar su tractado a Roma, a sus amigos, para que lo hiciesen imprimir, aunque debajo de forma de cierta Apología que había escrito el obispo de Segovia. Porque el dicho obispo de Segovia, viendo que el dicho su libro le había, como entre amigos y prójimos, por cierta carta suya, fraternalmente corregida.
Informado el Emperador de la impresión de dicho libro y Apología, mandó despachar luego su real cédula para que se corrigiesen y no pareciesen todos los libros o traslados della. Y así se mandaron recoger por toda Castilla. Y porque el dicho doctor hizo cierto sumario en romance del dicho libro, para que más se cundiese por el reino y gozasen dél la gente común y todos los que ignoraban latín, como su materia, sea sabrosa y agradable a todos que desean y procuran ser ricos y subir a estados que nunca tuvieron ellos ni sus pasados, sin costa suya, sino con sudores y angustias y aun muertes ajenas, deliberó el dicho obispo de Chiapa escribir cierta aloplogía, también en romance, contra el sumario del doctor, en defensa de los indios, impugnando y anichilando sus fundamentos y respondiendo a las razones y a todo lo que el doctor pensaba que le favorecía, declarando al pueblo los peligros, escándalos y daños que contiene su doctrina.
Pasadas muchas cosas que después sucedieron, su Majestad mandó el año pasado de mil e quinientos y cincuenta, hacer una congregación en la villa de Valladolid, de letrados, teólogos y juristas que se juntasen con el Consejo Real de las Indias para que platicasen y determinasen si contra las gentes de aquellos reinos se podían lícitamente y salva justicia, sin haber cometido nuevas culpas más que las en su infidelidad cometidas, mover guerras que llaman conquistas.
Mandaron llamar al doctor Sepúlveda para que dijese lo que en este negocio decir quisiese, qué le parecía. El cual entró y estuvo en la primera sesión, y dijo todo lo que quiso.
Llamaron desde allí adelante al obispo, y en los cinco días continos leyó toda su apología. Y porque era muy larga, rogaron todos los señores teólogos y juristas de la congregación al egregio maestro y padre fray Domingo de Soto, confesor de Su Majestad, de la orden de Santo Domingo y que era uno dellos, que la sumase y del sumario se hiciesen tantos traslados cuantos eran los señores que en ella había, los cuales eran catorce; porque estudiando sobre ello el caso, votasen después lo que según Dios les pareciese. El dicho padre maestro, en el dicho sumario puso las razones del doctor y las que contra él escribió el obispo. Después pidió el doctor que le diesen traslado del dicho sumario para responder a él, del cual coligió doce objeciones contra sí a las cuales dio doce respuestas. Contra éstas hizo el obispo doce réplicas. Y esta es la razón y causa de todo este traslado siguiente.
Este traslado que fray Domingo de Soto tuvo que responder, representa en el libro La obra Indigenista, edición de José Alsina i Franch 47 páginas, de las que sólo se pudo sacar una conclusión y es la que Bartolomé de Las Casas exagera terriblemente y que traslada sus pecados a los demás.
La respuesta de fray Bartolomé de Las Casas hacia los eminentísimos señores muy reverendos y doctísimos padres, es de 60 páginas en la misma obra, la tónica es la misma, lo que escribe siempre lo ve de lejos y él nunca participa. La mayoría de las citas las hace en latín, 180 en total. Y para la conclusión precisa de 66 páginas, para terminar como siempre con un acto de soberbia... para que los prelados, como padres y maestros spirituales, con su eclesiástico y spiritual regimiento y actos hieráticos, la perfeccionen y ennoblezcan. Haciéndola capaz de recibir la gracia que por el ejercicio de los santos sacramentos han de alcanzar, por la cual pueden salvarse, saliendo del pecado en que viven mortal, cuyo paradero, si vuestra Alteza con el tiempo no los libra, será fuegos eternales.
Ahora la culpa la tienen los Reyes.
Y dado que no han dejado publicar sus ideas en Valladolid, las publica privadamente en Sevilla: LAUS DEUS
A loor y gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen Santa María. Fue impresa la presente obra en la muy noble e muy leal ciudad de Sevilla en casa de Sebastián Trujillo, impresor de libros. Frontero de Nuestra Señora de Gracia. Acabóse a doce días del mes de septiembre. Año de mil e quinientos y cincuenta y dos.
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

CAPÍTULO XIII 
 
 
Análisis de la conversión de Las Casas 
Análisis literario.
La Brevísima, constituye un modelo de la no-narración; cualquier modelo narrativo está formado por una introducción, un nudo y un desenlace. En Las Casas se observan una serie de situaciones cuyo único nexo de unión es la matanza de indios. Casi cada párrafo es una secuencia hilvanada con la siguiente, de forma que el lector tiene la sensación de estar viviendo permanentemente la misma escena repetida. Por tanto son secuencias no-narrativas, es decir los sucesos no constituyen una operación, están subordinados a una funcionalidad superior: la denuncia lascasiana al príncipe Felipe de las cosas que ocurren en su dominio.
 
 
La intriga.La intriga, como dice Luis Veres, está compuesta por toda la maraña de acontecimientos que el autor sitúa según un orden artificial. Este orden, responde en la Brevísima, a un criterio espacial y no temporal, de esta forma sin mayor preocupación de hilvanar los acontecimientos.
Las Casas titula la parte inicial de la Brevísima "Argumento del presente Epítome", en el cual anticipa el contenido del libro: sus proyectos y sus propósitos, e incluso califica las acciones:
"... tan admirables y tan no creíbles en todo género a quien no las vide, que parece haber añublado y puesto silencio y bastantes a poner olvido, a todas cuantas, por hazañosas que fueren en los siglos pasados se vieron y se oyeron en el mundo."
Ya de entrada coloca la intriga, para después ir describiendo las acciones sin relaciones de causalidad y temporalidad. Todas las situaciones son externas al personaje, careciendo por completo de la descripción de componentes geográficos, sociales y ambientales.
 
 
 
Personajes.Los personajes de la Brevísima carecen de cualquier complejidad. El autor no se interesa por profundizar en su carácter, sólo se sirve de ellos, desempeñan una función y como tales son utilizados. A pesar de la fuerza dramática que tienen sus epopeyas los personajes parece que no sean de carne y hueso; de aquí que sean conocidos como personajes lascasianos.
El único propósito de Las Casas fue el difundir una relación de la destrucción de las Indias, de sus causas y sus modalidades, y no de publicar una nómina de los destructores.
Esta manera de tratar a los personajes es constante a todo lo largo de sus escritos, ningún personaje varía en función del contexto ni tan siquiera en unión del resto de los personajes. Únicamente vale la opinión del dominico: los indios son victimas y los españoles verdugos. De la misma manera, caracteriza, por medio de la riqueza y exotismo del paisaje, la suma bondad que rodea al indio de acuerdo con el mito del buen salvaje que él en gran medida contribuye a crear. Por lo general omite también la calificación de "cristianos" o "españoles", de modo que el actuante aparece como sujeto omitido.
Su pensamiento de avanzada llega a afirmar que es preferible que los indígenas anden desnudos y adoren a sus dioses, e incluso tengan sus sacrificios humanos de buena fe, antes que hacerles la guerra cruelmente y despojarles de sus tierras, de sus valores y de su dignidad, lo cual demuestra un pensamiento más atrasado, sustentado en la fuerza bruta. Admira las grandes ciudades, el orden político y social de las sociedades americanas, el carácter agradable y pacífico de las gentes, frente a la brutalidad, el egoísmo y la mentira de los conquistadores, Por eso algunos en España le acusaron de antipatriota, en lugar de percatarse de dónde estaba la verdad.
La caracterización del personaje corre a cargo del narrador, pues Las Casas renuncia al diálogo. De este modo la atribución no puede caer en manos de otro personaje. Por otra parte, esta caracterización es directa en cuanto que el narrador enuncia explícitamente los atributos del personaje y por ello construye enunciados estáticos. La caracterización divide a los personajes en dos bloques genéricos: los indios bondadosos, valientes, pacíficos e inocentes. Sorprende la atribución de valentía que señala Las Casas en contraposición al calificativo de cobardes con que aparece en el Diario de Colóm.
Frente al indígena, los españoles son calificados con los más terribles atributos. Es frecuente el uso metafórico con que Las Casas utiliza la imagen del lobo y el rebaño de ovejas.
La exageración hiperbólica está presente en todas y cada una de las narraciones. Yo me pregunto ¿Cómo es posible que entre un puñado de españoles, que no serían más de 20, pudieran sacar de México quince o veinte mil hombres y llevárselos.?
Análisis de la conversión de Las Casas.Este relato de su propia conversión constituye una de esas pequeñas piezas maestras cuidadosa y deliberadamente elaboradas por su autor para conseguir el efecto que pretendía.
Si de este hacemos una lectura rápida nos parecerá bien. Pero si lo analizamos con un poco de detenimiento, nos encontramos con una serie de problemas que nos hacen dudad de su verosimilitud.
-1º Hay una reiteración permanente, dedicando un gran espacio a describir cosas sin importancia para relatar un episodio como es el de su transformación personal, cuando otros hechos tal vez con mayor importancia los despacha con 3 líneas.Por tres veces narra la celebración de su primera misa y de haberse erigido en protagonista de la campaña cubana de Pánfilo Narváez, que Las Casas, llevado de su alter ego se sitúa en el centro de los acontecimientos, cosa que pocas veces hizo.
-2º Es curiosa las similitudes de este relato con el que se dedica a narrar la denuncia de las encomiendas – él poseía una de las mayores- formulada en Santo Domingo por el dominico Antonio Montesinos el día 21 de diciembre de 1511. Hace probablemente la más cuidadosa preparación de la denuncia, manteniendo el más estricto secreto del proyecto, aprovechando la presencia de las autoridades locales, más o menos con el mismo boato con el que dijo su primera misa, sacó a relucir su mejor tono apocalíptico de voz y palabra en el sermón y estupefacción de los oyentes.
-3º Sorprende que después de haber negado el derecho a las encomiendas y él haber criticado hasta la saciedad el hecho de la conducta de los encomenderos, en el sermón se olvide de lo que no le conviene y sin embargo defienda su legimitud, cuando los dominicos le habían negado el derecho. Aquí hay algo que no concuerda con el pensamiento de Las Casas en 1516 y 1518 a lo que decía en 1558.
La impresión que se deduce es que la renuncia la hizo sobre todo para evitar que se le tachara de inconsecuente si no renunciaba a sus indios. El deseo de presentarse como consecuente ante los demás, lo hizo inconsecuente consigo mismo. El cumplimiento de su obligación estaba por encima de las posibles acusaciones de los restantes encomenderos.
4º El secreto impuesto a Velázquez, además de ser inútil, ofrece todos los síntomas de haber sido un ardid poco ejemplar excogitado por Las Casas para su propia gloria. Su inutilidad estriba en que la renuncia a los indios, terminaría sabiéndose ineludiblemente y en que el destino de los indígenas dejados por él dependía de Diego Velásquez, no de que se conociera o no la renuncia. Dado que allí estaba el gobernador de la isla, no habría más remedio que darle la publicidad correspondiente. Más que nada Velásquez mantuvo el secreto, porque conociendo al personaje. Éste pronto podría volverse atrás. De todas formas ningún encomendero le hizo el menor caso.
5º La dificultad sube de punto, si se tiene cuenta que el propio Las Casas confesará más tarde que ante sus sermones sobre este punto: unos no creían, otros dudaban, otros se burlaban, otros murmuraban. Así pues, resulta tan extraño que los encomenderos cubanos de 1514 se limitaran a quedar estupefactos con el silencio de Las Casas sobre su verdadera actitud en el caso de que no se hubiera restringido de ello. ¿Era solamente esta estupefacción y la consiguiente satisfacción de la propia vanidad lo que buscaba con este sermón efectista?. El interrogante se plantea ante la frase de que la renuncia a los indios encomenderos era - por entonces y siempre ha sido estimado por el sumo argumento que de santidad podría mostrarse-, lo que insinúa la posibilidad de que Las Casas anhelara también que lo tuvieran por santo, por muy improbable que fuera esta opinión ante quienes conocían sus antecedentes.
A finales de mayo de 1514 Las Casas comenzó a recapacitar seriamente sobre la posible ilicitud de las encomiendas, meditación que tras un breve lapso de tiempo terminó por conducirlo a la certeza de esa ilicitud y a la consiguiente renuncia, primero en privado y luego en público, a los indios de su repartimiento.
Constituyó una profunda sorpresa entre los encomenderos, pero ninguno cambió de conducta.
Las Casas, lejos de insinuar y menos de consignar que llegó repentinamente a la persuasión de que las encomiendas eran ilícitas, deja entrever claramente que esta convicción fue fruto de un proceso evolutivo, aunque muy breve.
Este proceso lo hace partir de los sermones de pascua y del afloramiento del subconsciente del episodio que nunca describió pero que lo puso al borde de la muerte durante la campaña de Cuba; las denuncias de Antonio Montesinos así como la negativa a la confesión que le hizo un dominico, del cual no dice su nombre.
Las Casas no atribuye la adquisición de la nueva conciencia a ninguna inspiración o especial intervención divina, lo que impide cualquier paralelo con la conversión de Saulo de Tarso. (San Pablo).
Es lógico que preocupado por este problema, nuestro personaje se obsesionara con él, lo veía ratificado en cuanto leía, cualquiera que fuese el libro que leía, lo cual hacía que en su subconsciente la idea fuera adquiriendo fuerza de certeza.
Sin embargo no se trata de una conversión plena, en el sentido que se trasformara de incrédulo en creyente, de creyente alejado de la Iglesia en creyente practicante, de seglar en sacerdote o de sacerdote alejado en sacerdote ejemplar. Se trata sólo de la transformación de un sacerdote encomendero, en un sacerdote anti- encomendero. Ante esta tremenda disyuntiva, recapacita y se vio que por el hecho de ser sacerdote se encontraba en estado de damnación, es decir en pecado mortal permanente y en vías de condenarse debido a la posesión de las encomiendas.
Es revelador el diálogo mantenido con el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, en el que termina respondiendo el clérigo" Si yo los imité y seguí en aquellas crueldades, haga vuestra señoría que me sigan ellos a mí en salir de los robos, homicidios y crueldades en que perseveran y cada día hacen".
Ahora si que se encuentra en un callejón sin salida, ¿Quien previene al resto de los encomenderos el estado de condenación en que se encuentran?.
Sus pecados como encomendero habían sido tres:
1.- la posesión de algo ilícito como eran las encomiendas.
2.- la excesiva explotación laboral de los indígenas.
3.- el olvido de la obligación de catequizarlos.
Los dos primeros pecados los reparó con la renuncia a las encomiendas. El tercero comenzará a repararlo a partir de 1516, fecha en que comienza a aflorar su preocupación por la cristianización de las indígenas.
Aunque el carácter unidireccional y por lo mismo solamente parcial, puesto que sólo afectó a un punto concreto, el de la ilicitud de las encomiendas. Esto supuso una transformación de su personalidad, tanto más meritoria cuanto había sido su ceguedad en la entrega de sus granjerías o tal como dijo Velásquez Había comenzado a tener fama de codicioso.
Al mismo tiempo. Sin embargo, es el propio Las Casas quien recubre esta conversión de sombras o al menos de interrogantes, al adornarla con los detalles examinados anteriormente, estos detalles, además de arrojar dudas sobre su veracidad, hacen aparecer al convertido como el hombre egoísta, vanaglorioso y falto de unción religiosa que ha visto en él Ramón Menéndez Pidal.

Barco Vikingo visto desde proa Armas Vikingas
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XV
 
 
DEL ARREPENTIMIENTO A LA REACCIÓN (1514-1516)
Los tres estados típicos y característicos de todos los conversos son:
A) fase de dubitación.
B) fase pendular.
C) fase de sedimentación o de actitud razonada.
Las Casas por más egocéntrico que los demás, no va a ser distinto. Fue una verdadera lástima que los Reyes Católicos y la Iglesia del Siglo XV desconocieran este estudio psicológico sobre las fases de las conversiones, ¡ Cuantas hogueras nos habríamos ahorrado!.
Y así fue, la primera fase creo que ha quedado bien descrita, ahora le toca entrar en la segunda.
En el caso de Bartolomé de Las Casas este movimiento pendular se manifiesta desde 1514 en dos modalidades distintas. En primer lugar de encomendero militante pasa a antiencomendero furibundo, pasa de explotar en todos los conceptos a los indios a procurar la desaparición de toda posibilidad de explotación mediante la supresión del sistema de encomiendas.
Si a esto añadimos el convencimiento de que su nueva misión se la había encomendado la Divina Providencia, como empezó a creer en 1515, ya lo tenemos colocado en el extremo opuesto, pero comienza a aparecer el primer síntoma esquizoide, se lo confiaba la Divina Providencia; por lo tanto todos sus actos han de ir dirigidos a responder a los planes divinos.
 
EVOLUCIÓN INICIAL DEL CONVERTIDO.Las Casas fue perfectamente consecuente con su nueva actitud intelectual y moral al seguir insistiendo en las ideas expresadas en su sermón del 15 de agosto de 1514, cuantas veces se le ofreció ocasión durante los siete u ocho meses siguientes. Lo hacía tan ásperamente como podía, sacando una fluidez de palabra inusual en él, tanto que despertó la admiración de cuatro dominicos llegados a Sancti Spiritus (Cuba) el DIA 21 de marzo de 1515. Las denuncias resultaron totalmente estériles, como terminaron comprobando los últimos dominicos llegados. Lejos de ellos, los encomenderos: unos no creían que oprimir y matar hombres fuese pecado (y menos si son indios ya que la Iglesia no está segura de que los indios tengan alma), otros dudaban, otros se burlaban y todos murmuraban; entonces los encomenderos se deciden a delatar a los dominicos las predicaciones de este. A raíz de llegarle a sus oídos todo este mal ambiente, decide viajar a España. Para la cual avisa a su socio y amigo Pedro de Rentaría para que volviese con urgencia de Jamaica a Cuba. Ello a pesar de que no tenía ni un maravedí, ni de donde conseguirlo si no era mediante la venta de una yegua, por la cual como máximo le rendiría cien pesos de oro.
Mientras esperaba el regreso de Rentería, los cuatro dominicos intentaron infundirle ánimo y optimismo, decide de momento postergar el viaje de acuerdo con los cuatro dominicos que habían de ir a la Española para informar a su superior religioso: Pedro de Córdoba, para comunicarle que "ningún provecho podría hacer en aquella isla de Cuba.". Sus predicaciones contra las encomiendas conseguían ciertamente que los encomenderos salieran de la iglesia "todos tristes, las cabezas caídas, pero que no quedase ninguno convertido".
Como siempre en Las Casas hay un doblez en su actuación, retrasó el viaje porque tuvo la noticia de que Pánfilo Narváez por aquellos días debía viajar a la península, enviado por Velásquez para gestionar su nombramiento de gobernador de Cuba y la entrega de las encomiendas a perpetuidad. Este último objetivo era gravísimo para Las Casas, cuya intención era precisamente que se suprimieran las encomiendas, independientemente de que Narváez, compañero suyo en la campaña de Cuba, difícilmente dejaría de hablar mal en la corte de su antiguo capellán, si ya no es que esto último constituía uno de sus objetivos, como en el caso de los dominicos de la Española. Como vemos Las Casas no se fía ni de la camisa que lleva puesta. Desconfía de todo y teme que otro le pase delante.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XVI
 
 
LAS CASAS, A ESPAÑA (1515)
Fue precisamente Rentería quien
Eso posibilitó al clérigo abandonar Cuba en junio de 1515, zarpar para Santo Domingo en Septiembre y llegar a Sevilla el 6 de octubre.Como primera medida de precaución, indicadora de que no se fiaba de su antiguo amigo y protector Diego Velásquez ni que de sus antiguos colegas los encomenderos no le impidiesen realizar sus propósitos, lejos de descubrir sus verdaderos objetivos, esparció el rumor de que se dirigía a estudiar y a graduarse en París.
Como segunda precaución, el viaje lo emprendió provisto del certificado de un alcalde (posiblemente Hernán Cortés) en el que se hacían constar los servicios prestados en Cuba y la atención espiritual dedicada a los españoles. Era consciente de que sus declaraciones crearían odios y discordias, lo cual iría en contra de la posible obtención de alguna prebenda futura por parte de la Corona.
Todo esto demuestra que no era un ingenuo, era un buen estratega y sabía plantear las situaciones de manera que le pudiesen beneficiar. Lo que nunca pudo suponer es que el Obispo Sepúlveda supiera más de él que él de sí mismo. Por ejemplo para la probanza
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
De sus servicios firmada por el aludido alcalde se verá obligado a recurrir en 1519 cuando se le acuse de haberse comportado escandalosamente en Cuba.
En 1516 será objeto de persecución, llegando incluso a temer por su vida, debido a su oposición a las encomiendas, cuya desaparición hubiera supuesto la supresión de su medio de vida en el caso de los encomenderos. En estos momentos no platea de negar que la Corona no esté en su derecho de concederlas sino en la ilicitud de las mismas por los daños que causan. Su opción a posibles mercedes futuras evidencia que seguía siendo un clérigo corriente, sólo distinto a los demás en la cuestión de la ilicitud de las encomiendas.
En este punto y para este momento ya había incluso experimentado una evolución digna de tenerse en cuenta, porque representa el comienzo de una persuasión mesiánica que ya no abandonará jamás.
El viaje lo inicia totalmente persuadido del carácter mesiánico de su propósito, "el cual estaba divinamente ordenado"; - ya tenemos aquí otro síntoma esquizoide de su personalidad – porque lo habían concebido simultáneamente él y Rentería, sin saber nada el uno del otro ya que Las Casas se encontraba en Cuba y Rentería en Jamaica. A esto se le llama transmisión de pensamiento, la cual cosa se da en los gemelos univitelinos y en circunstancias muy especiales; por lo tanto con esta frase vuelve a incidir sobre su pensamiento esquizoide.
Este sentimiento se corrobora encontrándose en Santo Domingo, para embarcarse rumbo a Sevilla, en donde se encuentra con el dominico Pedro de Córdoba, este elogia su postura al tiempo que se felicita por haberlo conocido y más " porque siendo clérigo le hubiese inspirado Dios verdad tan cierta ". Por lo visto Dios sólo ilumina a los clérigos.
Ante las palabras de Pedro de Córdoba, Las Casas se siente inclinado a pensar que "Dios le daba y le dio celo y deseo de procurar el remedio de aquellos desdichados".
Lo que en realidad no era más que una de las consecuencias que se hubieran derivado de la consecución de sus objetivos en el caso de haberlos logrado. Dicho de otro modo Las Casas miraba a través de un agujero, no veía mas que la parte central pero la periferia no.
A partir de 1521 se retiró para dedicarse al estudio de la teología, la filosofía y el derecho canónigo y medieval; por aquellos entonces comenzó a escribir su Historia de las Indias.
Las Casas se vanagloriará más tarde de haber sido el primero en realizar este cometido. Llegó a decir en 1535 que hasta que él no llegó a la Corte, nadie sabía lo que eran las Indias, ni conocía su valor, ni tenía idea " de la destruición que en ellas se había hecho y del aparejo no creíble para convertir a estas almas." Ya reconoce que el indio tiene alma".
En 1540 vuelve de nuevo a España. En Valladolid visita de nuevo al Rey Carlos I. Éste prestando oídos a las demandas de Las Casas y a las nuevas ideas del Derecho de Gentes difundidas por Francisco de Vitoria, convocó al Consejo de Indias, en las que se conocen como Juntas de Valladolid o Comisión de Valladolid.
Como consecuencia de lo que se discutió, se promulgaron el 20 de noviembre de 1542 las Leyes Nuevas.
En ellas se prohibía la esclavitud de los indios y se ordenaba que todos quedaran libres de los encomenderos y fueran puestos bajo protección directa de la Corona. Se disponía además que, en lo concerniente a la penetración en tierras hasta entonces no exploradas, debían participar siempre dos religiosos, que vigilarían que los contactos con los indios se llevaran a cabo en forma pacífica dando lugar al diálogo que propiciara su conversión.
Esto no resolvió el problema, ya que a partir de este momento se utilizaron para las encomiendas coloniales esclavos negros traídos de África, pero al menos fue un primer intento.
A finales de este mismo año terminó de redactar en Valencia su obra más conocida:,
Brevísima relación de la destrucción de las Indias
Antes que Las Casas habían llegado con este mismo fin a España, a finales del Siglo XV, los franciscanos belgas Juan de la Deule y Juan Tisín. Estos mismos, junto con otros, informaron en 1500 al Cardenal Cisneros, entonces confesor de la Reina Isabel, de lo que sucedía en el Nuevo Mundo. En 1512 viajaron a la corte el franciscano Alonso del Espinar y el dominico Antonio Montesinos precisamente para informar sobre las encomiendas, acerca de las cuales se promulgaron por ese motivo las denominadas Leyes de Burgos en este mismo año.
En 1514 Fray Pedro de Córdoba realizó el viaje y de lo expuesto se debió la promulgación de las denominadas Leyes de Valladolid en ese mismo año y que supusieron una corrección a las Leyes de Burgos.
El viaje a España, Las Casas, lo inició persuadido de que debía ser su propósito de ir a procurar el remedio de estas gentes divinalmente ordenado porque lo habían reconocido simultáneamente él y Pedro de Rentería, sin saber nada el uno del otro ya que las Casas se encontraba en Cuba y Pedro en Jamaica.
Aquí tenemos otro pensamiento de tipo esquizoide.
Este inicial y dubitativo pensamiento mesiánico se corroboró encontrándose ya en Santo Domingo para embarcarse rumbo a Sevilla, el dominico Pedro de Córdoba al elogiar su postura y felicitarse de haberlo conocido [y más porque siendo clérigo le hubiese inspirado Dios verdad tan cierta]. Las Casas compartió plenamente la convicción de Pedro de Córdoba, pues se muestra inclinado a pensar que Dios le daba celo y deseo de procurar el remedio de aquellos desdichados.
Hay que hacer notar lo fácilmente que se encuentran dos paranoicos con ideas delirantes y que coinciden con su objetivo.
Cuando Las Casas en 1516 habla con el Cardenal Cisneros, no le queda otra salida que es la de reconocer que el Cardenal conocía perfectamente todo cuanto sucedió y sucedía. Sabía y conocía.
Aunque si bien Las Casas emprende sus gestiones contra las encomiendas, convencido de su carácter mesiánico, pero imbuido de un pesimismo que en su fuero interno quería rechazar, fue advertido por el clérigo en Santo Domingo, Pedro de Córdoba le advirtió que mientras viviere Fernando el Católico, no cabría esperar nada, debido a la confianza que tenía depositada en su especie de delegado para las Indias, Juan Rodríguez de Fonseca obispo de Burgos, y de su secretario Lope de Conchillos, ambos con intereses personales en las encomiendas.
Una vez en Sevilla y según su propio relato, la primera iniciativa que toma es enviarle al Rey Católico un memorial sobre los agravios que recibían los indios, documento que en parte fue redactado en la Española en parte y corregido y terminado en Sevilla en otoño – invierno de 1515. Montesinos que estaba con él le presentó al también dominico Diego Deza, arzobispo de Sevilla, quien le entregó cartas de presentación para el monarca y otros varios personajes de la corte.
El día 23 de diciembre de 1515 consiguió exponerle sus quejas al Rey en la ciudad de Plasencia, con la esperanza de, que una vez en Sevilla, a donde proyectaba dirigirse Fernando, completarle la información. En cierta forma esperanzado habló con el confesor del monarca, el también dominico Tomás de Matienzo, el cual le aconsejo hablar con la última persona que la que quisiera hablar Lope de Conchillos, quien intentó comprarlo y con Rodríguez de Fonseca que lo trató con desprecio.
La convicción de que su misión estaba "divinamente ordenada", así como la seguridad de sus propias ideas y el respaldo del arzobispo de Sevilla, es lo único que explica que un clérigo desconocido como él osara mantener con el todopoderoso Fonseca un diálogo tan áspero e incluso insolente, como el propio Las Casas reproduce.
Ante la exposición que le hizo de "algunas crueldades" que el mismo había presenciado en Cuba, y más concretamente de la muerte de hambre de siete mil niños en sólo tres meses, Fonseca respondió: mirad que donoso necio. ¿Qué se me da a mí y que se le da Las Casas indignado y dejándose llevar de sus impulsos replicó alzando la voz: ¿Qué a V. Señoría ni al rey que mueran aquellas animas no se da nada? ¡OH, gran Con ello dio por terminada la entrevista, cuyo lenguaje desabrido es perfectamente comprensible tanto en el uno como en el otro. Dios eterno! ¿ Y a quien se le ha de dar algo?. al rey?.
Sin embargo, para sospechar que la indiferencia del primero no se refiriera a la muerte de los niños indígenas; Fonseca no era tan necio como para hacer alarde de ello desde su elevado puesto de responsabilidad o para calificar de insensible al rey, ni tampoco motivos para motejar de necio a Las Casas por el hecho de que le expusiera la perpetración de determinadas crueldades. Es posible que las dos frases sean exactas, pero en un contexto distinto al expuesto por Las Casas, el cual posteriormente dirá que no es de creer que ni Fonseca ni Conchillos no les pesase que perecieran los indios como perecían.
Esto es lo que hemos dicho siempre, cada vez que presenta un argumento multiplica por cien el número de las desgracias, aquí radica la falta de credibilidad allá donde fuere a exponer sus cuitas. Por otra parte, este convencido de su mesiánica misión, no le cabía en la cabeza que Dios se lo dijera a él y no a los demás.
Cuando Pedro de Córdoba le dijo a Las Casas que mientras Fernando viviese poco caso le haría a lo que ocurriese en las Indias. Esto tiene su razón de ser. Ni Fernando ni Aragón, o mejor dicho El reino Catalano – Aragonés no tuvieron nunca nada que ver en el descubrimiento de América. Este se hizo desde Castilla, por Castilla y para Castilla; buena prueba de ello es que los beneficios obtenidos en América – Las Indias- nunca hasta bien entrado el reinado de Felipe II, pudieron participar los demás reinos de los beneficios que se quedaban en Castilla, fue en mil seiscientos cuarenta aproximadamente cuando el reino pudo participar de ello. En la expedición del primer viaje de Colom (que así es como debe de escribir) no participó ningún aragonés y el único catalán que hubo llevaba pasaporte de genovés.
Mucho antes de la Conquista de Granada por los mal llamados Reyes Católicos, Frenando ya había asumido que el viaje de Colóm se haría por Castilla y para Castilla; luego esa leyenda de Tanto Monta – Monta Tanto Isabel como Fernando es una pura falacia inventada en el siglo XVIII y cuyo inventor debería haber quedado para la posteridad con la cabeza cortada.
Tampoco es cierto que los Reyes Católicos [dignidad que le otorgó otro poca moral que fue el Papa Borja (Borgia para los italianos) (Alejandro VI) ].Trataron de constituir una nueva nación con la agrupación de todos los reinos existentes en la península. La única preocupación de Isabel fue que todo bicho viviente en la península tuviese una única religión y que no podía ser otra que la Cristiana – Católica, Apostólica y Romana, tanto fue así que tres meses antes de que Colom cogiera sus naves, mas de trescientos mil judíos fueron expulsados de los reinos de sus Majestades, aún así quedaron casi cien mil escondidos por la península, especialmente en Cataluña. Desde la orden de expulsión tardaron casi seis meses en sacar a los judíos.
Las Casas se entera a finales de enero de 1516 de la noticia de la muerte de Fernando, entonces decide marchar a Flandes para hablar con el Príncipe Carlos, heredero de la Corona de Castilla. Tal vez sea este optimismo una de las pocas ingenuidades en que incurrió Las Casas, por ejemplo Lope de Conchillos percibía el fruto de los trabajos de 1.200 indígenas, distribuidos en partes iguales de 300 entre la Española, Puerto Rico, Jamaica y Cuba. Se embolsaban más de tres reales por nativo extractor de oro y un peso o castellano por cada encomienda de 40 indios. Por añadidura disfrutaban de los emolumentos de la escribanía mayor de las minas de esas cuatro islas. De las que la escribanía de los jueces de apelación y de los anejos al cargo de fundidor y marcador de estas islas más Tierra Firme. Como si todo ello fuera poco, tenía repartidas encomiendas o cargos relacionados con ellas en personajes amigos suyos, quienes le correspondían con la consiguiente comisión.
Como el viaje a Flandes resultaba inviable, el clérigo se plantó en la Corte para negociar con el cardenal regente Cisneros y con el embajador de Carlos I, el cardenal Adriano de Utrecht, obispo de Tortosa y futuro Papa Adriano VI. Consiguió que uno y otro le atendieran seriamente, lo cual es muy significativo; nada más iniciar su misión en España ( que él creía de inspiración divina) le había recibido los dos todopoderosos cardenales de Toledo y de Utrecht. Luego será también muy respetado por el todopoderosísimo rey – emperador Carlos, y tendrá en España grandes partidarios junto a grandes enemigos. Bartolomé de las Casas fue todo menos un perseguido; pudo difundir y publicar sus denuncias sin la menor traba durante años, lo que demuestra la ancha libertad de expresión y profundo sentido moral del gobierno español en la primera mitad del siglo XVI, aunque los idólatras de Las Casas acepten ignorarlo.
Ante la evidente influencia de que gozaba en la Corte el clérigo lanzado se dedicó a proponer una serie de utopías destinadas a un estruendoso fracaso, pese a lo cual alguna de ellas mereció nada menos que capitulaciones imperiales. De momento solicitó que las encomiendas personales se transformasen en colectivas, pero tal idea no pudo progresar mucho. Presa de sus propias contradicciones admitió la posibilidad de que se aceptase la esclavitud de los indios al servicio de la Corona, lo que hace pensar que el empeño de Las Casas contra las encomiendas contenía una buena dosis de resentimiento por sus repetidos fracasos en la gestión de las encomiendas.
Muchos observadores atribuyeron a los informes del clérigo la destitución de Fonseca por Cisneros en abril de 1516. A poco Las Casas recibió el encargo cisneriano de redactar un memorial para la solución del problema del indio en las Antillas, con la colaboración de fray Antonio Montesinos y el doctor Palacios Rubios.
Cisneros, fraile al fin, pensó que el problema surgía en buena parte de las disputas de los frailes: dominicos contra las encomiendas y franciscanos a favor de ellas, decidió nombrar otro equipo de frailes como árbitros; naciendo de esta forma la famosa misión de los jerónimos como virtuales gobernadores de La Española, que es como si fuesen de todas la Indias.
Era pues muy difícil, por no decir imposible, que un oscuro y apasionado clérigo como Las Casas pudiera desbaratar por sí solo y en estos momentos el complejísimo entramado de un sistema de encomiendas en que tantos y tan vitales intereses tenían los máximos dirigentes de las indias.
La respuesta consistiría en calificar de desalmados a cuantos permitían, fomentaban o eran cómplices de esos abusos. Pronto los jerónimos se cansaron de las coacciones que Las Casas hacía sobre ellos impidiéndoles el hablar con los procuradores de los encomenderos, lo que desencadenó un enfrentamiento tan fuerte que los jerónimos impidieron que Las Casas regresase a las Indias en el mismo barco que ellos.
Si se tiene en cuenta que el propio Las Casas tardó en darse cuenta de la injusticia de las encomiendas, que los franciscanos de la Española no suscribían incondicionalmente la postura de Las Casas y que nada menos que un Cardenal Cisneros reconocerá en 1516 que de hecho en las Indias se perpetraban abusos a pesar de lo cual no tenía perfectamente clara la conveniencia o posibilidad de suprimir el sistema, la respuesta al interrogante es que se trataba de un problema muy complejo que Las Casas pretendía solucionar de una forma muy sencilla, por muy bien intencionada que fuera. Las encomiendas se mantuvieron hasta el Siglo XVIII sin importar la licitud o ilicitud, ni siquiera entre los eclesiásticos.
En abril de 1520 Las Casas al igual que Pedro Mártir de Anglería conocieron a laos indígenas totocanas que fueron llevados ante la presencia del nuevo monarca por Antonio Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo, ambos emisarios de Hernan Cortés; un par de meses más tarde en Santiago de Compostela el Consejo de Castilla autorizó a Las Casas llevar a cabo el proyecto para crear una colonia pacífica en el territorio de Cumaná, para que aplicase sus teorías, las cuales consistían en poblar la tierra firme, sin derramar sangre y anunciar el evangelio, sin estrépito de armas.
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XVII
 
 
COMO SE PREPARA CARLOS DE GANTE PARA SER CARLOS V.
Abro aquí un paréntesis para introducir a Carlos I de España y V de Alemania.
En aquella corte de Malinas, cercana de Brucelas , transcurren los años juveniles del nuevo conde de Flandes, pronto comenzaría los ejercicios caballerescos, para hacer de aquel joven un completo soberano, diestro en los usos de la caballería.
Uno de los primeros maestros que vemos al lado de Carlos es un español: Luis de Vaca.
Nombrado por Felipe I (llamado) el Hermoso en 1505 para que el que entonces no era más que duque de Luxemburgo fuera aprendiendo las primeras letras, entonces tenía 5 años. Evidentemente Felipe el Hermoso ya estaba pensando en prepararlo para que heredara en su día la Monarquía hispana, pues hasta entonces ya había muerto Isabel la Católica y él mismo se apretaba para acompañar a su esposa Juana a España, de hecho como reina de Castilla.
Otros dos españoles aparecen también en el entorno escolar: Anchieta y, sobre todo, como figura de más relieve, el obispo de León ;Juan de Vera, que además era capellán mayor de la capilla de Carlos. Y entre los flamencos Roberto de Gante.
Pero será en 1511, cuando Carlos, ya conde de Flandes , está entrando en su edad más difícil, cuando la Regente decide poner a su lado como máximo preceptor, a un hombre sencillo, un clérigo de origen humilde, con fama de santidad que había comenzado su carrera eclesiástica como párroco de una iglesia rural: era Adriano de Utrecht, una de las personalidades más notables de este primer cuarto de siglo, y no solo de los Países Bajos.
Adriano de Utrecht parecía poseído de esa piedad sincera por la que clamaba el gran Erasmo: la que nace del corazón y no se queda meramente en el rezo mecánico de las oraciones. La oración mental, en suma, más que la bucal. Y eso fue decisivo en la formación del muchacho, de aquel Carlos que entraba poco a poco en la pubertad. Por entonces Adriano era ya deán de San Pedro de Lovaina, estaba vinculado a la Universidad y su fama como teólogo y como hombre bondadoso y honesto era muy grande. Diríase que era, en frase de los españole de la época, "era un hombre de Dios". Su vida religiosa se atenía a los principios de los Hermanos de la Vida Común que tanta influencia habían tenido en la vida espiritual de los Países Bajos desde mediados del siglo XV. Y algo de todo eso supo transmitirlo a su principesco discípulo.
Y por supuesto algo mucho más importante para el futuro Emperador: un riguroso sentido de responsabilidad como gobernante.
¿Qué materias entrarían en los estudios de Carlos?
Aparte de los conocimientos básicos de las primeras letras-eso sí en francés, no lo olvidemos- , la historia tendría un relieve particular, como pedían los humanistas de la época. Sin duda Luis de Vaca debió intentar enseñarle el español, sin éxito alguno.
Este es un punto que suele darse de lado en las biografías de Carlos V: ¿En qué grado fue capaz de aprender en sus estudios? .
Todo apunta que le ocurrió en todos los estudios en general como con los idiomas, salvo el francés, nada de nada.. Cuando llega a España en 1517, no sabe nada de español y pronto las Cortes de Castilla le aprietan las clavijas para que lo aprendiese:
...a fin de que podamos entenderle y que nos entienda.
Si tocamos el tema de la sensibilidad artística, hemos de decir que mal no peor; echar al suelo el harén de la Alhambra para construir ese enorme mamotreto, que como conceptos de valor, no tiene más que el orgullo de ser el único palacio del mundo cuadrangular por fuera y circular por dentro y como segundo valor los bajorrelieves de bronce que rememoran la batalla de Pavía. Utilidad practica apenas ninguna.
O bien aprovechar un gesto para hacerse el mayor cuadro propagandístico de su vida, cuadro que representa a Carlos V recogiendo unos pinceles que se le han caído al Tiziano, cuadro enorme expuesto en el Ayuntamiento de Tortosa de donde Adriano de Utrecht fue obispo.
En cuanto al latín, una de las disciplinas básicas para lograr entonces un nivel aceptable de cultura (no olvidemos que los libros de ciencia se escribían entonces en latín, recordemos De humani corporis fabrica de Vesalio, publicada en 1543, el autor olvida que hemos entrado en el Renacimiento, pues en 1556 Juan Valverde de Amusco publica su Historia de la Composición del Cuerpo Humano primero en español y luego la traduce al italiano.
Juan Valverde nació en Amusco pequeño pueblo de la actual Palencia en 1542 y a los 17 años emigra a Italia.
No entiendo para qué se ha de aprender latín, si no ha de leer nunca las obras de Vesalio, que necesidad tiene un Emperador de saber anatomía, ni astronomía; y mucho menos hablar en Latín, como no fuera para discutirse con el Papa, pero mejor lo haría en español, por parte de los dos estaban en su obligación de conocerlo.
Era más preciso conocer a Nicolás Maquiavelo y a otros tantos filósofos de doble vía para defenderse por ejemplo de Bartolomé de las Casas y otros tanto que florecieron en aquella época.
La traída de Adriano de Utrecht fue un error no por la persona de Adriano, sino por el momento en que se produjo. Carlos llega a España y se trajo a la mitad de los Países Bajos, a los cuales les dio un puesto donde medrar y del cual vivir, mientras los españoles estaban a la espera de verlas venir; llegó un momento en que los nobles le pararon los pies al rey Carlos, al cual obligaron a asegurarles que no traería a nadie más para ningún cargo y al cabo de menos de un mes, aparece Adriano de Utrecht, al cual le da el obispado de Tortosa e incluso le nombra Gobernador del reino en su ausencia. Es decir que cada vez que Carlos salía de España Adriano se quedaba como máxima figura del reino y a fuer de ser sincero lo hizo mejor que el rey Carlos. Hasta que fue nombrado Papa.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XVIII
 
LA OBRA INDIGENISTA
A continuación voy a adelantar acontecimientos; es lo que Alsina Franch expone como ARGUMENTO DE LA PRESENTE OBRA, lo cual extraigo de la OBRA INDIGENISTA del citado autor. No se hace referencia a quien pertenece la autoría de dicho argumento, el cual sigue un estilo totalmente lascasiano.El doctor Sepúlveda, cronista del emperador nuestro señor, informado e persuadido de algunos españoles de los que más reos y culpados eran en las destruiciones y estragos que se han hecho en las gentes de las Indias, escribió un libro, en forma de diálogo en latín muy elegante, guardadas sus leyes o reglas y polideza de retórica (como sea tan docto y eminente en la lengua latina), que contenía dos principales conclusiones. La una es que las guerras que se han hecho por los españoles contra los indios fueron justas de parte de la causa y del auctoridad que hay para movellas, y que lo mismo se pueden y deben, que generalmente, contra ellos hacer. La otra es que los indios son obligados a sé someter para ser regidos de los españoles, como menos entendidos, a los más prudentes, y si no quieren, afirma que les pueden hacer la guerra. Estas son las dos causas de la perdición y muerte de tan infinitas gentes y despoblación de más de dos mil leguas de tierra, que han muerto y despoblado con nuevas y diversas maneras de crueldad e inhumanidad de los españoles en las Indias, conviene saber: las que llaman conquistas y las encomiendas que solían llamar repartimientos.
Coloró su tractado el dicho doctor Sepúlveda con publicar que pretendía justificar el título que los reyes de Castilla y León tienen al señorío e superioridad suprema y universal de aquel orbe de las Indias, para mejor encubrir la doctrina que quería derramar por estos reinos y por aquellos de las mismas indias. Este su libro presentó el doctor en el Consejo Real de las Indias, suplicando con gran instancia e importunidad que le diesen licencia y auctoridad para imprimirlo. La cual le negaron por muchas veces, conociendo el muy cierto escándalo y daño que de publicarlo se recrecería. Y visto que por el Consejo de Indias no lo podía imprimir, procuró por sus amigos que residían en la Corte del Emperador, que le alcanzasen una cédula de Su Majestad que lo remitiese al Consejo Real de Castilla, donde de las cosas de las Indias ninguna noticia se tenía. Al tiempo que esta cédula vino, estando la Corte y los consejos de Aranda de Duero, el año de mil y quinientos cuarenta y siete, llegó de las Indias el obispo de la Ciudad Real de Chiapa, don fray Bartolomé de las Casas. El cual, sabido del tractado del doctor Sepúlveda, entendió la materia que contenía y la ceguedad perniciosísima, con los irreparables daños de que si se imprimiese sería causa; opúsose contra él con todo el rigor que pudo, descubriendo y declarando el veneno de que estaba lleno y a donde ponía su fin.
Acordaron los señores del Consejo Real de Castilla, como sabios y justos pues la materia de que se tractaba era por la mayor parte perteneciente a la teología, de lo de enviar a las universidades de Salamanca y Alcalá, encomendándoles que lo viesen y examinasen y firmasen si se imprimía. Las cuales después de muchas y exactísimas disputas, determinaron que no se debía de imprimir como doctrina no sana. No contento el doctor, antes muy quejoso de las universidades, acordó, no obtantes las muchas repulsas que ambos Consejos reales le habían dado, enviar su tractado a Roma, a sus amigos, para que lo hiciesen imprimir, aunque debajo de forma de cierta Apología que había escripto al obispo de Segovia. Porque el dicho obispo de Segovia, viendo el dicho su libro, le había, como entre amigos y prójimos, por cierta carta suya, fraternalmente corregido. Informado el Emperador de la impresión del dicho libro y Apología, mandó despachar luego su real cédula para que se corrigiesen y no pareciesen todos los libros o traslados della. Y así se mandaron recoger por toda Castilla. Y porque el dicho doctor hizo cierto Sumarioen romance del dicho su libro, para que más se cundiese por el reino y gozasen dél la gente común y todos los que ignoraban latín, como su materia era sabrosa y agradable a todos los que desean y procuran ser ricos y subir a estados que nunca tuvieron ellos ni sus pasados, sin costa suya sino con sudores y angustias y aún muertes ajenas, deliberó dicho obispo de Chiapa escrebir cierta Apología, también en romance, contra el Sumariodel doctor, en defensa de los indios, impugnando y anichilando sus fundamentos, y respondiendo a las razones y a todo lo que el doctor pensaba que le favorecía, declarando al pueblo los peligros, escándalos y daños que contiene su doctrina
Pasadas muchas cosas que después sucedieron, Su Majestad mandó el año pasado de mil e quinientos y cincuenta, hacer una congregación en la villa de Valladolid, de letrados, teólogos y juristas que se juntasen con el Consejo Real de las Indias para que platicasen y determinasen si contra las gentes de aquellos reinos se podían lícitamente y salva justicia, sin haber cometido nuevas culpas más que las de su infidelidad cometidas, mover guerras que llaman conquistas.
Mandaron llamar al doctor Sepúlveda para que dijese lo que en este negocio decir quisiese, qué le parecía. El cual entró y estuvo en la primera sesión, y dijo todo lo que quiso. Llamaron desde allí adelante al obispo, y en cinco días continos leyó toda su Apología. Y porque era muy larga, rogaron todos los señores teólogos y juristas de la congregación al egregio maestro y padre fray Domingo de Soto, confesor de su Majestad, de la Orden de Sancto Domingo, y que era uno dellos, que la sumase y del sumario se hiciesen tantos traslados cuantos eran los señores que en ella había, los cuales eran catorce; porque estudiando sobre ello el caso, votasen después lo que según Dios le pareciese. El dicho padre maestro, el que en el Sumario puso las razones del doctor y las que contra él escribió el obispo. Después pidió el doctor que le diesen traslado del dicho Sumario para responder a él, del cual coligió doce objeciones contra sí, a las cuales dio doce respuestas. Contra éstas hizo el obispo doce réplicas. Fin del argumento.
De la OBRA INDIGENISTA, extraigo este relato de Las Casas, el cual se basa en otro relato escrito al parecer por otro fraile. Relata:
En el año de mil e quinientos e treinta y uno fue otro tirano grande con cierta gente a los reinos del Perú, donde entrando con el título e intención e con los principios de los otros todos pasados ( porque era uno de los que se habían más ejercitado e más tiempo en todas las crueldades y estragos que en la Tierra Firme desde el año de mil e quinientos y diez se habían hecho), cresció en crueldades y matanzas y robos, sin fe ni verdad, destruyendo pueblos, apocando, matando las gentes dellos e siendo causa de grandes males que han sucedido en aquellas tierras, que bien somos ciertos que nadie bastará a referillos y encarecellos, hasta que los veamos y cognozcamos claros el día del juicio; y de algunos que quería referir la deformidad y calidades y circunstancias que los afean agravian, verdaderamente yo no podré ni sabré encarecer.
En su infelice entrada mató y destruyó algunos pueblos e les robó mucha cantidad de oro. En una isla que está cerca de las mesmas provincias, que se llama Pugna, muy poblada e graciosa, e recibiéndole el señor y gente della como a ángeles del cielo, y después de seis meses habiéndoles comido todos sus bastimentos y de nuevo descubriéndoles los trojes de trigo que tenían para sí e sus mujeres e hijos los tiempos de seca y estériles, y ofreciéndoselas con muchas lágrimas que las gastasen e comiesen a voluntad, el pago que les dieron a la fin fue que los metieron a espada y alancearon mucha cantidad de gente dellas, y los que pudieron tomar a la vida hicieron esclavos con grandes y señaladas crueldades otras que en ella hicieron, dejando casi despoblada la isla.
De allí vanse a la provincia de Tumbala pues en la Tierra Firme, e matan y destruyen cuantos pudieron y porque de sus espantosas y horribles obras huían todas las gentes, decían que se alzaban e que eran rebeldes al rey. Tenía este tirano esta industria: a los que pedía y otros que venían a dalles presentes de oro y plata y de lo que tenían, decíales que trujesen más hasta que él vía que o no tenían más o no traían más y entonces decía que los rescebía por vasallos de los reyes de España y abrazábalos y hacía tocar las trompetas que tenía, dándoles a entender que desde en adelante no les habían de tomar más ni hacelles mal alguno, teniendo por lícito todo lo que les robaba y les daban por miedo a las abomonables nuevas que de él oían antes de que él los recibiese so el amparo y protección del rey; como si después de recibidos debajo de la protección real no los oprimiesen, robasen, asolasen y destruyesen y él no los hubiera así destruido.
Pocos días después, viniendo el rey universal y emperador de aquellos reinos, que se llamó Atabaliba, con mucha gente desnuda y con sus armas de burla, no sabiendo como cortaban las espadas y herían las lanzas y como corrían los caballos, e quien eran los españoles ( que si los demonios tuviesen oro, los acometeran para se lo robar), llegó al lugar donde ellos estaban, diciendo: ¿Dónde están esos españoles?. Salgan acá, que no me mudaré de aquí hasta que me satisfagan de mis vasallos que me han muerto, y pueblos que me han despoblado, e riquezas que me han robado. [ Que rapidez la de este indio en aprender el Español. Si en 1522 se conquista el Río de la Plata, en nueve años ya están los españoles en Perú y los indios han aprendido el idioma]. Salieron a él, mataronle infinitas gentes, prendieronle su persona, que venía en unas handas y después de preso tractaban con él que se rescatase: prometede dar cuatro millones de castellanos y da quince, y ellos prométenle de soltalle; pero al fin, no guardándose ni la fe ni la verdad (como nunca en las Indias con los indios por los españoles se ha guardado) levántanle que por su mandato se juntaba la gente, y él responde que en toda la tierra no se movía una hoja de un árbol sin su voluntad; que si gente se juntase creyesen que el la mandaba juntar, y que presto estaba que lo matasen. No onstante todo esto, lo condenaron a quemar vivo, aunque después rogaron algunos al capitán que lo ahogasen y ahogado lo quemaron. Sabido por él, dijo: Por qué me quemáis, que os he hecho? ¿No me prometisteis de soltar dandoos el oro?. ¿No os di más de lo que os prometí? Pues que así lo queréis enviadme a vuestro rey de España, e otras muchas cosas que dijo para gran confusión y detestación de la gran injusticia de los españoles; y en fin lo quemaron.
Considerese aquí la justicia e título desta guerra; la prisión de este señor e la sentencia y ejecución de su muerte, y la cosciencia con que tienen aquellos tiranos tan grandes tesoros como en aquellos reinos a aquel rey tan grande e a otros infinitos señores e particulares robaron.
¬Segur que mientras Las Casas esto escribía, sus tripas y estómago protestaban, todo ello movido por la envidia.¬
De infinitas hazañas señaladas en maldad y crueldfad en extirpación de aquellas gentes, cometidas por los que se llaman cristianos, quiero referir aquí algunas cosas que un fraile de San Francisco a los principios vido, y las firmó de su nombre enviando treslados por aquellas partes y otros a estos reinos de Castilla, e yo tengo en mi poder un treslado con su propia firma, en la cual dice así:
Yo, Marcos de Niza, de la orden de San Francisco, comisario sobre los frailes de la mesma orden en las provincias del Perú, que fue de los primeros religiosos que con los primeros cristianos entraron en dichas provincias, digo dando testimonio verdadero de algunas cosas que yo con mis ojos vi en aquella tierra, mayormente cerca del tractamiento y conquistas hechas a los naturales. Primeramente yo soy testigo de vista y por experiencia cierta conocí y alcancé que aquello indios del Perú es la gente más benívola que entre indios se ha visto, y allegada e amiga a los cristianos. Y vi que aquellos daban a los españoles oro y plata e piedras preciosas y todo cuanto les pedían que aquellos tenían, e todo buen servicio, e nunca los indios salieron de grarra sino de paz, mientras los que dieron ocasión con los malos tractamientos e crueldades, antes los recibian con toda benivolencia y honor en los pueblos a los españoles, y dándoles comidas e cuantos esclavos y esclavas pedían para servicio.
Item soy testigo e doy testimonio que sin dar causa ni ocasión aquellos indios a los españoles, luego que entraron en sus tierras, después de haber dado el mayor cacique Atabaliba más de dos millones de oro a los españoles, y habiéndoles dado toda la tierra en su poder, sin resistencia, luego quemaron al dicho Atabaliba, que era señor de toda la tierra, y en pos dél quemaron vivo a su capitán general Cochilimaca, el cual había venido de paz al gobernador con otros principales. Asímesmo después déstos dende a pocos días quemaron a Chamba, otro señor muy principal de la provincia de Quito, sin culpa ni aún haber hecho porqué.
¬ Observe el lector como un mismo hecho, contado dos veces por el mismo relator, aunque quiera hacer ver el segundo está tomado de una carta, contiene enfoques diferentes, no aparece la matanza previa a la hoguera y hay detalles que no concuerdan; sólo cuando habla del oro que se trastorna y en el segundo episodio habla de dos millones ¿ de qué?.¬
Así mesmo quemaron a Chapera, señor de los canarios ¿? Injustamente. Asímesmo Albia, gran señor de los que había en Quito, quemaron los pies e le dieron otros muchos tormentos porque dijese donde estaba el oro de Atabaliba, del cual tesoro (como Pareció) no sabía él nada. Así mesmo quemaron en Quito a Cozopanga, gobernador de todas las provincias de Quito, el cual por ciertos requerimientos que le hizo Sebastián de Benalcázar, capitán del gobernador, vino de paz y porque no dio tanto oro como le pedían lo quemaron con otros muchos caciques e principales. A lo que yo pude entender su intento de los españoles era que no quedase señor sobre la tierra.
Item , que los españoles recogieron mucho dinero de indios y los encerraron en tres casas grandes, cuantos en ellas cupieron, e pegaronles fuego y quemándolos a todos sin hacer la menor cosa contra español ni dar la menor causa. Y acaeció allí que un clérigo que se llama Ocaña sacó un muchacho del fuego en que se quemaba y vino allí otro español y tomóselo de las manos y lo echó en medio de las llamas, donde se hizo ceniza con los demás. El cual dicho español que así había echado en el fuego al indio, aquel mesmo día, volviendo al real, cayó súbitamente muerto en el camino e yo fui de parecer que no lo enterrasen.
Item, yo afirmo que yo mesmo vi que ante mis ojos a los españoles cortar las manos, narices y orejas a indios e indias, sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo y en tantos lugares y partes que sería largo de contar. E yo vi que los españoles les echaban perros a los indios, para que los hicieran pedazos, e los vi así aperrear a muy muchos.
Asímesmo vi yo quemar tantas casas e pueblos que no sabía decirle el número según eran muchos. Asímesmo era verdad que tomaban niños de teta por los brazos y los echaban arrojadizos cuanto podían, e otros desafueros y crueldades sin propósito, que me ponían espanto, con otras imnumerables que vi que serían largas de contar.
Item, digo que por la relación de los indios hay mucho más oro escondido que manifestado, el cual por las injusticias y crueldades que los españoles hicieron no lo han querido descubrir, ni lo descubrirán mientras reciban tales tractamientos, antes querrán morir como los pasados. En lo cual Dios Nuestro Señor ha sido mucho ofendido e Su Majestad muy deservido y defraudado en perder tal tierra que podía dar buenamente de comer a toda Castilla, la cual será harto dificultosa y costosa, a mi ver, de la recuperar.
Todas estas son sus palabras del dicho religioso, formales y vinieron también firmadas por el obispo de México, dando testimonio de que todo esto afirmaba el dicho padre fray Marcos.
Este documento, si es verdad que existió, tiene todas las trazas de haber sido escrito por Las Casas, pero él no llegó a pisar Perú, se inventó el nombre y la firma y otra mentira más en la larga lista, más que vergüenza le da prestigio.
Continúa haciendo consideraciones de las suyas; continúo con la trascripción:
Hase de considerar aquí lo que este padre dice que vido, porque fue en cincuenta o cien leguas de tierras, y ha nueve o diez años, porque era a los principios, e había muy pocos que al sonido del oro fueran cuatro y cinco mil españoles y se estendieron por muchos y grandes reinos y provincias mas de quinientas y setecientas leguas, que las tienen todas asoladas, perpetrando las dichas obras e otras más fieras y crueles. Verdaderamente, desde entonces acá hasta hoy más de mil veces más se ha destruido y asolado de ánimas que las que ha contado, y con menos temor de Dios y del rey e piedad, han destruido grandísima parte del linaje humano. Más faltan y han muerto de aquellos reinos hasta hoy ( e que hoy también los matan) en obra de diez años, de cuatro cuentos de ánimas. ( ¡¡Esto representa cuatro millones de personas!! ) .
Pocos días ha que acañaverearon y mataron una reina, mujer del Inga, el que quedó por rey de aquellos reinos, al cual los cristianos, por sus tiranías, poniendo las manos en él, lo hicieron alzar y está alzado. Y tomaron a la reina su mujer y contra toda justicia y razón la mataron ( y aún dicen que estaba preñada) solamente por dar dolor a su marido.
Si se hobiesen de contar las particulares crueldades y matanzas que los cristianos de aquellos reinos del Perú han cometido e cada día hoy cometen, sin dubda alguna serían espantables y tantas que todo lo que hemos dicho de las otras partesse escureciese y paresciese poco, según la cantidad e gravedad dellas.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XIX

REPARTO DE LAS INDIASLa Bula de concesión por la cual el Papa Alejandro VI había repartido el Nuevo Mundo entre los españoles y los portugueses, habla de la evangelización, lo que implicaba que se había que tratar a los indígenas como hombres legítimos dotados de alma.
La iglesia tarda bastante tiempo en definir una posición oficial coherente. Lo cual no debe extrañarnos si la primera vez que Las Casas protesta sobre el trato que están recibiendo los indios, un cardenal le respondiera: " mirad que donoso necio. ¿Qué se me da a mí y que se le da al Rey?.
La codicia y la crueldad de los conquistadores y colonos no les impedían creerse buenos cristianos. Disponían de una gama de justificaciones, cuando no frente a los oprimidos
sí frente a la metrópoli.
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XX
 
 
LOS PRIMEROS OBISPOS DE INDIAS
En el año de 1512 se erigían las primeras diócesis de las Indias: Santo Domingo, Concepción en la Vega Real y San Juan en una ciudad que pronto sería conocida como Puerto Rico. El doctor Deza, pariente de fray Diego, el Licenciado Alvaro Manso y fray García de Padilla fueron los primeros obispos designados para las Indias, con lo que la evangelización tomó un carácter institucional. Pero otro acontecimiento religioso había conmovido el año anterior, 1511, a la opinión de La Española, y pronto de la Corte, como dice un autor bien documentado, { a los mismos cimientos del imperio que nacía}. Un fraile dominico conocido como fray Antonio Montesino, tomó por tema de su sermón dominical las palabras del Bautista {Yo soy la voz que clama en el desierto} y criticó con enorme dureza, en unas palabras suscritas solidariamente por toda su comunidad, el comportamiento de los españoles en las Indias, especialmente contra los indios. El suceso fue de tal importancia que el debate continúa hoy y a él hemos de referirnos a fondo y detalladamente en el curso de nuestra historia, porque la denuncia del padre Montesinos, suscitó poco después la vocación denunciadora de fray Bartolomé de Las Casas, es un problema trascendental de la historia de América para aquel tiempo y para el nuestro.
Si bien esta es la opinión del doctor Deza, personalmente creo que Montesinos y Las Casas eran dos almas condenadas a encontrarse y mira por donde al poco tiempo coinciden en el barco que les habría de traer a la Península, como ya ha sido expuesto.
Tanto el uno como el otro tenían una parte de razón, que era la que precisamente Deza quería hacer desaparecer, porque sencillamente no le convenía a su faltriquera.
LOS PROBLEMAS DE LA EVANGELIZACIÓNVamos a analizar detenidamente el problema de la evangelización de América, porque sin ella no se entiende una palabra de la presencia española en las Indias. La lucha por la justicia y la admirable autocrítica que llevó a la Corona de España en el siglo XVI, y no sólo en una ocasión, a plantearse profundamente si era necesario abandonar la conquista por motivos éticos, es decir lo que llaman los especialistas "la duda indiana". Son dos caras del mismo problema, que fue un gran problema nacional de aquella España asombrosa del Siglo de Oro, y que ninguna otra nación imperial se ha planteado jamás a lo largo de la Historia.
Lo que más importa a una Historia de América es subrayar que la evangelización no es, ante todo, un problema sino un hecho; un hecho incontrovertible, sobre el que se podrá disertar, discutir e interpretar, pero que está ahí como una realidad incuetionable que no se puede ni negar ni disimular anacrónicamente.
Veamos las opiniones de dos observadores de excepción, profundos conocedores de la Historia de España y de las Indias. Los dos han vivido con intensidad la impronta española en América, encontrando en ella como principio y fundamento: la evangelización.
El primero al que nos vamos a referir es a Juan Pablo II, el cual nada más que aterrizar en Barajas el 31 de Octubre de 1982, comenzó diciendo: " Vengo a encontrarme con una comunidad cristiana que se remonta a la época apostólica. para terminar....gracias sobre todo por esa actividad evangelizadora, la porción más numerosa de la Iglesia de Cristo hoy habla y reza en español. Tras mis viajes apostólicos sobre todo por tierras de Hispanoamérica y Filipinas, quiero decir en este momento singular: Gracias España, gracias, Iglesia de España, por su fidelidad al Evangelio y la Esposa de Cristo".
(L’ Osservatore Romano, núm. Extraord. Dic. 1982).
E inmediatamente demostró que estas palabras esenciales no provenían del triunfalismo ni de la cortesía, al añadir: " Esta historia, a pesar de las lagunas y errores humanos, es digna de toda admiración y aprecio. Y debe servir de inspiración y estímulo para hallar en el momento presente las raíces profundas del ser de un pueblo".
Siglo y medio antes, cuando la historia de España yacía anegada y prácticamente ahogada por todos los detritus que la propaganda política antiespañola y azotada por las ráfagas más duras que pudo fabricar la leyenda negra, un gran hispanista norteamericano G. H. Prescott, subrayó imparcialmente el gran hecho de la evangelización. En su libro Historia de la conquista del Perú, publicado en 1848 y traducido en España tres años después ( Biblioteca Ilustrada de Gaspar i Roig) con estas palabras:
"Los esfuerzos hechos para convertir a los gentiles son un rasgo característico y honroso de la conquista española."
" Los puritanos (de Norteamérica) con igual celo religioso, han hecho comparativamente menos por la conversión de los indios, contentándose, según parece con haber adquirido el inestimable privilegio de adorar a Dios a su modo. Otros aventureros que han ocupado el Nuevo Mundo no han hecho gran caso de la religión en sus vidas, ni se han mostrado muy solícitos de difundirla entre los salvajes. Pero los misioneros españoles, desde el principio hasta el fin, han mostrado profundo interés en el bienestar espiritual de los naturales.
Se levantaron iglesias y escuelas y pronto comenzaron a aprender los oficios más elementales. Tampoco faltaron las voces que clamaron contra la crueldad de los conquistadores y la avaricia destructora de los soldados.
El primer escollo con el que se encontraron a partir del segundo viaje fue el idioma, el cual no se parecía ni de lejos al más raro de los conocidos hasta entonces, evangelizar a un nativo por medio de signos, creo que raya en lo esperpéntico y absurdo; por lo tanto no les tocó otra alternativa a los frailes que aprender el lenguaje de los indios. Se pensaron que todos los naturales hablarían el mismo idioma, nada más lejos de la realidad. Encontraron más de doscientos leguajes o dialectos distintos; por tanto no les quedó otro remedio que ir aprendiendo sobre la marcha.
No les quedaba otra solución ya que jurídicamente la conquista se basó en que la donación papal de las tierras descubiertas se concedió precisamente a cambio de la predicación y conversión a la fe cristiana. Bula Inter. Coetera del papa Alejandro VI 1493.
La condición impuesta por el Papa valenciano para la donación de las Indias estaba ya previamente aceptada por los Reyes Católicos. En el codicilo testamentario de Isabel afirma: nuestra principal intención fue de procurar inducir y traer a los pueblos de las Indias y los convertir a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas islas e tierra firme prelados y religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios, para instruir a los vecinos y moradores de ellos en la fe católica y las doctrinas y enseñar buenas costumbres.No se piense el lector que todo el testamento de Isabel está escrito en igual tono, veamos lo que sigue referente a sus joyas:
Suplico al rey mi señor que se quiera servir de todas las joyas e cosas ó de las que a su señoría más agraden; porque viéndolas podrá hacer más continua memoria del singular amor que a su señoría siempre tuve; e aún porque siempre se acuerde de que ha de morir, e que le espero en el otro siglo; e con esta memoria pueda más santa e justamente vivir.Si se lee entre líneas, se podrá notar la advertencia que le hace a Fernando. En esta corte Nicolás Maquiavelo hubiera sido un aprendiz.
Por si con esto no basta, aquí viene el gran regalo para el resto de los pobladores de la Península:
... las islas e tierra firme del mar Océano e islas de Canaria fueron descubiertas e conquistadas a costa de los reinos de Castilla y de León y con los naturales dellas; y que por esto era razón que el trato e provecho dellas se haga e trate e negocie con ellos, y a ellos venga todo lo que de ella se trujiese ...Mejor no comentar nada.
En lo que posteriormente sería la España del Siglo XVI se comienza a sentir el racionalismo del Renacimiento, haciendo aparecer dentro de la Iglesia el misticismo. La reforma española se apoya en el optimismo filosófico que significa reconocer en el hombre a una criatura dotada de libertad. De ahí que fueran transmitidos a América dos modelos, uno estrictamente religioso que se plantea sólo la pregunta de sí el indio es hombre. Una vez contestada afirmativamente la pregunta, ya se consideran súbditos de sus muy Católicas Majestades, por tanto ahí tenían almas para salvar.
El otro modelo no es otro que el culto al valor, a lo caballeresco, a la dignidad de la nobleza.
.Pero no todo fueron flores y violetas.
De hecho y paralelamente con los esfuerzos misioneros, los españoles que habían conquistado Tenochtitlán estaban instalados como señores de los indios y su dominio político y militar primero se había convertido ya en dominio social y económico.
Como consecuencia del poder social que habían adquirido, un gran número de los indios que fueron tomados en guerra contra los españoles se habían convertido en esclavos de éstos, con lo cual los misioneros se enfrentaban a un doble problema: convertir a los indios, y conseguir que los españoles liberaran a sus esclavos y los devolvieran a la libertad. La conversión no era, pues, sólo cuestión de predicación y de superioridad intelectual convincente, sino que llevaba consigo una previa solución ética que era primordial en la conciencia plenamente cristiana de los frailes.
Esta conciencia tenía que reflejar necesariamente tanto la condenación de la religión demoníaca de los indígenas como la oposición a su esclavitud y malos tratos de los conquistadores españoles y de aquellos civiles que se añadían a este comportamiento. En lo fundamental, la crítica cristiana tenía que ser más dura con aquellos que habían alcanzado la razón y la fe de su experiencia, que con los indios, que por su ingenuidad racional apenas podían ser culpados de la practica de sus llamadas aberraciones. Por añadidura, el sentido crítico de los frailes se dirigió contra todos cuantos españoles se apartaban de las justas relaciones de buen trato que debían mantener con los indios; mostrándose de manera demoledora contra los inductores, los sacerdotes indígenas, de practicas que Motolinia atribuía al demonio.
La presión moral de los frailes, por una parte, y las nuevas Leyes que dimanaban de la Corte, fueron consiguiendo, aunque lentamente, que se fueran retirando privilegios que permitían toda esta serie de anomalías, restringiéndose los poderes de los conquistadores, para de esta forma poder cumplir la misión encomendada. Tanto fue así que los frailes se convirtieron en debeladores de toda injusticia.
Más adelante Motolinia razona: Mientras los conquistadores y civiles españoles estuvieran incursos en un conflicto permanente con los indígenas, sería inevitable el desgaste de su posición dominante y en tales condiciones sería prácticamente imposible, no sólo mantener la paz social en México, sino que también sería ésta una causa de que el trabajo misionero encontrara obstáculos insalvables para su realización positiva. Los frailes tenían muy claro que el triunfo de la fe, sería el triunfo político de España, de manera que un indio sin cristianizar constituiría un peligro para la estabilidad de la Corona en América.
Los franciscanos conseguían sus objetivos sin pausa y por diversos medios: sustituyendo símbolos demoníacos indígenas por el signo supremo de la Cruz y por las representaciones formales de Cristo y de la Virgen María; pero era también necesario que se dieran señales de superioridad de una religión sobre otra para que los indígenas estuvieran predispuestos a recibir en profundidad este mensaje religioso.
En un primer extremo, Motolinia estuvo condicionado por el hecho de que ignoraba la lengua indígena y que, por lo tanto, permanecía limitado por este inconveniente. Por eso sus primeras aproximaciones al conocimiento de las culturas indígenas consistieron en indagar y en observar a quienes, desde un primer momento, españoles e interpretes indígenas los cuales podían proporcionarle las informaciones que necesitaba, por lo menos para comenzar a saber como comenzar a relacionarse con el mundo nativo y como iniciar, además, su misión evangelizadora.
Motolínia, al igual que sus compañeros franciscanos, contó con una primera ventaja a su favor: hacía cerca de tres años que los españoles que le antecedieron habían conquistado Tenochtitlán y aunque no habían extendido su dominio total por todos los extremos de Mesoamérica, en general habían establecido su poder en el punto más estratégico del imperio azteca, como era su capital y los valles adyacentes.
El mismo Hernán Cortés contó desde el principio de su llegada a las costas Mayas, con el auxilio lingüístico de doña Marina, la también llamada Malinche o Malintzin y así mismo con el náufrago español Jerónimo de Aguilar, para sus comunicaciones con los aztecas; es obvio que tres años después de la conquista de Tenochtitlán algunos jóvenes indígenas y otros españoles habían conseguido obtener los suficientes conocimientos lingüísticos como para dialogar y comunicarse verbalmente en el trascurso de su convivencia interétnica. Los franciscanos llegaron a predicar hasta en tres idiomas nativos.
Las cosas no fueron fáciles, los propios compañeros de los que oían una alegación de los misioneros; desengañaban y decían quién era aquel a quién servían, el oficio que tenía, que era llevar a perpetua condenación de penas terribles a todos los que en él creían y confiaban. Y con esto les decía cada uno de los frailes lo más y mejor que tenía que convenía para la salvación de los indios; pero a ellos les era de gran fastidio oír la palabra de Dios y no querían entender otra cosa sino en darse a vicios y pecados, dándose a sacrificios y fiestas, comiendo y bebiendo y embeodandose en ellas y dando de comer a los ídolos de su propia sangre, la cual sacaban de sus propias orejas, lengua y brazos y de otras partes del cuerpo, como adelante diré. Era esta tierra un traslado del infierno, ver los moradores de ella de noche dar voces, unos llamando al demonio, otros borrachos, otros cantando y bailando; tañían atabales, bocinas, cornetas y caracoles grandes, en especial en las fiestas de sus demonios. Las beoderas se hacían muy ordinarias, es increíble el vino que ellas gastaban y lo que cada uno en su cuerpo metía. Antes de que a su vino lo cuezan con unas raíces que le echan, es claro y dulce como el aguamiel. Después de cocido hácese algo espeso y tiene mal olor, los que con él se embeodan, mucho peor. Comúnmente comenzaban a beber después de vísperas y dábanse tanta prisa en beber de diez en diez o de quince en quince y los escanciadores que no cesaban, la comida nunca era mucha, a prima noche ya van perdiendo el sentido, ya cayendo, ya estando cantando y dando voces llamaban al demonio. Era cosa de gran lástima ver los hombres criados a la imagen de Dios vueltos peores que brutos animales; y lo que era peor, no quedaban en aquel solo pecado, más cometían otros muchos y se herían y descalabraban unos a otros y acontecía matarse, aunque fuesen muy amigos y propincuos parientes.
Tenían otra manera de embriaguez que los hacía más crueles, era con unos hongos o setas pequeñas que están en la tierra las hay como en Castilla; más los de esta tierra son de tal calidad, que comidos crudos y por ser amargos, beben tras ellos un poco de miel de abejas y de allí al poco rato veían mil visiones en especial culebras, y como salían fuera de todo sentido, parecíales que las piernas y el cuerpo tenían lleno de gusanos que los comían vivos, así medio rabiando se salían fuera de casa deseando que alguno los matase; con esta bestial embriaguez y trabajo que sentían, acontecía alguna vez ahorcarse, y también eran contra los otros más crueles. A estos hongos llaman en su lengua teunanacatlthque quiere decir carne de dios o del demonio que ellos adoraban y de dicha manera con aquel amargo manjar su cruel dios los comulgaba. Otros indios preferían comer carne humana, de forma muy especial los señores muy principales, mercaderes y ministros de los templos.

Calendario AztecaCAPITULO XXI
 
 

 

EL CALENDARIO AZTECA. DESCRIPCIÓN DE LOS SACRFIFICIOS HUMANOS.
 
De las cosas variables del año y como en unas naciones comienza diferente a otras. En la tierra de Anáhuac (Nueva España, México) hay diversas gentes y lenguas, pero de todo cuanto yo he visto todos tienen la cuenta del año de una igual manera. (Escribe Motolinia).
Y para mejor entender qué significa la tardanza del movimiento de las cosas variables éstas se reparten en diez, que son: año, mes, semana, día, cuadrante, hora, punto, momento, onza, átomo. El año tiene doce meses o cincuenta y dos semanas y un día, o trescientos sesenta y cinco días y seis horas.
El mes tiene cuatro semanas, y algunos meses tienen dos días más, otros uno, salvo febrero. La semana tiene siete días, el día tiene cuatro cuadrantes: el cuadrante tiene seis horas: la hora cuatro puntos: el punto tiene diez momentos: el momento doce onzas: la onza cuarenta y siete átomos: el átomo es indivisible.
Los egipcios y los árabes comienzan el año desde septiembre, porque en aquel mes los árboles están con la fruta madura y ellos tienen que en el principio del mundo los árboles fueron creados con fruta. Los romanos comenzaron el año desde el mes de enero, porque entonces o poco antes, el sol se comienza a llegar a nosotros. Los judíos comienzan el año en marzo porque entienden que entonces fue creado el mundo con flores y yerba verde. Los nombres de los meses y de los días no se ponen aquí por ser muy enrevesados y difícilmente se pueden escribir, habría que poner las figuras que ellos utilizan, con lo cual los españoles no sabríamos dónde estamos.
Esta tierra de Anáhuac o Nueva España, llamada así primero por el Emperador nuestro señor; según los libros antiguos que estos naturales tenían de caracteres y figuras, que ésta era su escritura, a causa de no tener letras, sino caracteres, y la memoria de los hombres ser débil y flaca.
Los viejos de esta tierra son varios en declarar las antigüedades y cosas notables de esta tierra, aunque algunas cosas se han colegido y entendido por sus figuras, cuanto a la antigüedad y sucesión de los señores que señorearon y gobernaron esta tan grande tierra; lo cual aquí no se tratará, por parecerme no ser menester dar cuenta de personas y nombres que mal se pueden entender ni pronunciar; baste decir cómo en el tiempo que esta tierra firme fue conquistada por el buen caballero y venturoso capitán Hernando Cortés, marqué que ahora es del Valle, era supremo rey y señor uno llamado Motezuma, y por nombre de mayor dictado llamado de los indios Motecumazin.
Había entre estos naturales cinco libros, como dije, de figuras y caracteres.
El primero habla de los años y de los tiempos.
El segundo de los días y de las fiestas que tenían todo el año.
El tercero de los sueños, embaimientos, vanidades y agüeros en que creían.
El cuarto era el bautismo y nombres que daban a los niños.
El quinto de los ritos, ceremonias y agüeros que tenían en los matrimonios.
De todos éstos, del uno, que es el primero, se puede dar crédito, porque habla la verdad, que aunque bárbaros y sin letras, mucha orden tenían en contar los tiempos, días, semanas, meses y años y fiestas como en adelante aparecerá.
Así mismo figuran las hazañas e historias de vencimientos y guerras, el suceso de los señores principales; los temporales y notables señales en el cielo, pestilencias generales; en qué tiempo y de qué señor acontecían; y todos los señores que principalmente sujetaron esta Nueva España, hasta que los españoles les vinieron a ella.
Todo esto tienen por caracteres y figuras que lo dan a entender. Llaman a este libro, Libro de la cuenta de los años y por lo que de este libro se ha podido colegir de los que de esta tierra poblaron, fueron tres maneras de gentes, que aún ahora hay algunos de aquellos hombres. A los unos llamaron chichimecas, los cuales fueron los primeros señores de esta tierra. Los segundos son los de Coliua. Los terceros son los mexicanos.
Si bien tenían señalados los días festivos, no hacía falta contarlos, los conocían de memoria. Había una fiesta personal de cada individuo que la celebraba una vez en la vida si llegaba a la edad. Se trata de la hebdómada, es decir al cumplir los 52 años; se la conocía también como olimpiada.
El postrero día del año que se cumplía la hebdómada, a la hora de vísperas, en México y en toda su tierra y en Tetzcoco y sus provincias, `por mandamiento de los ministros de los templos mataban el fuego con agua, así los templos del demonio como de los lugares que había fuego perpetuo, que era en los infiernos ya dichos. Luego salían ciertos ministros de los templos de México, a dos leguas a un lugar que se dice Iztapalapa, subían a un cerro en el cual estaba un templo del demonio, el cual tenía mucha devoción y reverencia el Gran Señor de México, Motezuma. Pues allí a la media noche los dichos ministros sacaban nueva lumbre de un palo que llamaban palo de fuego y encendían la tea. Puesta la lumbre delante de los ídolos, traían a un cautivo tomado en guerra y delante del fuego le sacrificaban, le sacaban el corazón y con la sangre el ministro rociaba el fuego a la manera de bendición. Esto ya acabado y considerado el fuego como bendito, los que venidos de lejanos pueblos que estaban esperando allí, pedían licencia para encender sus teas y llevar la nueva lumbre a sus hogares. Motolinia calcula que en esta fiesta se sacrificaban unos cuatrocientos hombres en sólo México.
En el calendario azteca, había un mes, exactamente el catorceno denominado Panquezalizhi, es el mes dedicado a los dioses de México, mayormente a dos de ellos que se decían ser hermanos y dioses de la guerra, poderosos para matar y destruir. Pues bien, en ese día como pascua o fiesta más principal, se hacían muchos sacrificios de sangre, de las orejas, de la lengua, de los pechos, de los brazos, de los antebrazos y de otras partes del cuerpo; porque en esto de sacarse un poco de sangre para echar con los dedos unas gotas a los ídolos, como quien esparce agua bendita. Cada provincia tenía su lugar preferido para sacarse la sangre, de tal forma que por las cicatrices se sabía de donde venían. Además de éstos se hacían otros muchos sacrificios y ceremonias matando a una gran cantidad de gente de la manera que aquí diré.
Tenían una piedra larga, de una brazada de largo, y casi palmo y medio de ancho y un buen palmo de grueso o de esquina. La mitad de esta piedra estaba hincada en la tierra, arriba en lo alto encima de las gradas, delante del altar de los ídolos. En esta piedra tendían a los desventurados de espaldas para los sacrificar y el pecho muy tenso, porque los tenían atados de los pies y las manos; el principal sacerdote de los ídolos o su lugarteniente que eran los que más ordinariamente sacrificaban, algunas veces había tantos por sacrificar que estos se cansaban entrando otros que ya estaban diestros en el sacrificio en su lugar. De presto con una piedra de pedernal con que sacan lumbre, de esta piedra hecho un navajón como hierro de lanza, no mucho agudo, porque como es piedra muy recia y salta, no se puede hacer muy aguda; eso digo porque muchos piensan que eran de aquellas navajas de piedra negra, que en esta tierra las hay y sácanlas con el filo tan delgado como el de una navaja y tan dulcemente corta como navaja, sino que luego saltan mellas; con aquel navajón, como el pecho estaba tan tenso, con mucha fuerza abrían al desventurado y de presto sacábanle el corazón, el oficial de esta maldad daba con el corazón encima del umbral del altar de parte de fuera y allí dejaba hecha
una mancha de sangre; caído el corazón estaba un poco bullendo en la tierra, luego poníanle en una escudilla delante del altar.
Otras veces tomaban el corazón y levantándolo hacia el sol a las veces untaban los labios de los ídolos con la sangre. Los corazones los comían los ministros viejos, otras los enterraban y luego tomaban el cuerpo echándolo a rodar por las gradas hasta abajo, si era de los presos en guerra, el que lo prendió, con sus amigos y parientes llevánlo y aparejando aquella carne humana con otras comidas y otro día hacían fiesta y se lo comían y hacían regalos a los convidados.
Si el sacrificado era esclavo, no le echaban a rodar sino bajábanle a brazos y hacían la misma fiesta y convite.
Cuando el oficiante sacaba el corazón, hacía con él un brindis al sol y otro al ídolo principal, a l cual le untaba los labios con sangre, como si se lo diese a comer.
En estas fiestas en cada pueblo se hacían sacrificios, el que menos veinte, en México se sacrificaban más de ciento y de ahí arriba.
Sigue Motolinia explicando: Otro día de aquellas fiestas, se sacrificaban muchos, no tantos como en la anterior descripción; y nadie piense que ninguno de los que sacrificaban matándoles y sacándoles el corazón, o cualquier otra muerte, que no era de su propia voluntad, sino por fuerza, y sintiendo muy sentida la muerte y su espantoso dolor.
Los sacrificios de sacarse un poco de sangre de las orejas o de la lengua, estos sí que eran totalmente voluntarios por lo general.
Solían guardar para el último día un preso de los tomados en guerra, pero que fuese señor principal, entonces a aquel lo desollaban para vestir el cuero de él al Gran Señor de México, Moteuczoma, el cual con aquel cuero vestido bailaba con mucha gravedad pensando en el gran servicio que hacía al demonio que aquel día honraban y todo el pueblo admiraba.
Había otro día en el cual hacían fiesta al dios del agua. Antes de que ese día llegase, veinte o treinta días, compraban un esclavo y una esclava y hacínalos morar juntos como casados; llegado el día de la fiesta, vestían al esclavo con las ropas e insignias de aquel dios y a la esclava con los de la diosa, mujer de aquel dios y así vestidos bailaban todo aquel día hasta la medianoche que los sacrificaban, a estos no los comían sino echábanlos en una hoya como silo que para eso tenían. En Chichén Itzá se visita lo que ellos llaman "El Cenote Sagrado", el cual es un gran pozo, separado por casi un kilómetro de la pirámide de los sacrificios, con todo el trayecto cuesta abajo, de esta forma se ha de hacer menos esfuerzo para trasladar el cadáver del sacrificado y echarlo a este pozo, el cual creo recordar que tiene una profundidad de unos 40 metros, la boca es irregular y la maleza crece en gran parte de su borde.
En la Revista HISTORIA Y VIDA Nº 481, en su página 9, publica:
Eran niños, no mujeres vírgenes. Nuevos datos sobre los sacrificios Mayas en México.Ha caído una de las creencias más extendidas acerca de los antiguos mayas de México: las víctimas de los sacrificios humanos que se celebraban en Chichén Itzá y cuyos cadáveres se lanzaban a los Cenotes, no eran doncellas vírgenes sino niños y hombres jóvenes. El arqueólogo Guillermo de Anda, de la Universidad Autónoma de Yucatán, ha estudiado los huesos de 127 esqueletos descubiertos en el cenote sagrado de Chichén Itzá y sus resultados son concluyentes: el 80 % corresponden a niños entre 3 y 11 años y el 20 % restante a varones adultos.
Hasta ahora se creía que los sacrificados eran doncellas vírgenes porque los restos hallados estaban adornados con jade.
Sacrificio Humano. Extracción del corazón 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXII 
LA CONQUISTA DE AMÉRICA Y LA INQUISICIÓN
El profesor Castañeda, según expone D. Ricardo de la Cierva, en el primer tomo de su Gran Historia de América, editada por DINFE en 1991; dice: Hoy me parece claro que la acción de los misioneros fue favorecida por dos factores fundamentales: la ayuda enorme de los monarcas, en su condición de patronos, y la buena acogida de los conquistadores, que eran buenos cristianos. Y digo esto consciente de sus máculas morales; pero sus principios religiosos eran recios y su religiosidad sincera. Me gustaría explicar esta aparente dicotomía pero necesitaríamos tiempo. Eran hombres de su época, con la mente clara y el corazón no tanto. Pero ellos asumían, junto con la encomienda la obligación de cristianizar. ¿ Que muchos no cumplían? Supongo. Tampoco ahora cumplimos muchos con los compromisos apostólicos. Pero si prestaron buena acogida – no es poco – y buena ayuda. Y lo curioso era que fueran los frailes quienes denunciaban los abusos de otros españoles arbitrarios. El archivo de indias está lleno de memoriales en ese sentido.
Uno de los grandes problemas que suscita el regio Patronato de Indias, y que exigió la colaboración de eclesiásticos y seglares en la expresa defensa de la fe fue otro trasplante: el de la inquisición española a América.
Como ya adelantábamos la decisión para llevar el Santo Oficio a las Indias partió de la Junta Magna de Madrid, presidida por el cardenal Espinosa (este como el Tenorio: allá por donde pasé, dejé memoria amarga de mí) en el año de desgracia de 1568. Felipe II justificaba la decisión en la necesidad de impedir el contagio de las doctrinas anticatólicas que trataban de penetrar en las Indias. Las reales cédulas correspondientes son de principios de 1569. En ellas se establece que los indios quedaban fuera de la jurisdicción inquisitorial, que tenía un marcado carácter urbano en las Indias. Se establecieron dos tribunales, en Lima y en México. Durante el Siglo XVI, hasta la muerte de Felipe II, los procesos fueron 902, de ellos 744 menores, como blasfemias y proposiciones temerarias, 68 por herejías; 50 por secreta profesión de judaísmo en conversos, 40 por incitaciones y solicitudes sexuales. Solo 13 condenados a muerte; eso si no los mataban los curas se los pasaban a la justicia civil; según Madariaga, deberíamos de estar contentos ya que mientras la Inglaterra de los Tudor se llevó por delante a 500. Sin embargo hemos sido los españoles los que nos hemos llevado los palos de todos los resentidos del Mundo.
¿Hubo en realidad un verdadero choque e civilizaciones?En América el hombre europeo encontró dos culturas superiores: La Maya – Azteca en México y América Central y la Incaica en Perú, en un estado de desarrollo como el de Egipto en la primera dinastía, y aún más primitivas: la distancia cultural era entonces, entre el hombre hispánico y los indios de cultura superior, de más de 5.000 años. El resto de América era secundario y absolutamente primitivo...
" La estructura del mundo hispano era la del hombre medieval europeo, más ciertos elementos del mundo árabe. Uno de estos elementos es la tendencia a unificar indisolublemente los fines del Estado y de la Iglesia (por otra parte tan constantiniano, visigodo y de los Estados Pontificios). Es necesario observar que la doctrina islámica del Califato exigía esa unidad, este monismo religioso – político, pero ese mismo monismo era propuesto por las diversas escuelas realistas – piénsese en un Marsilio de Padua o en todos los juristas que apoyaban la primacía absoluta del monarca: Enrique VIII de Inglaterra y el absolutismo dinamarqués, por ejemplo, son los frutos de la misma postura, pero llevada al extremo.
En España existía entonces algo así como un mesianismo temporal por el cual se unificaba el destino de la nación y de la Iglesia, la cristiandad hispánica, siendo la nación hispánica el instrumento elegido por Dios para salvar al mundo. Esta conciencia de ser la nación elegida – tentación permanente de Israel- está en la base de la política religiosa de Isabel, de Carlos y Felipe.
(Enrique Dussel, historiador argentino. Historia de la Iglesia en América Latina, Madrid, Nova Terra, 1972).
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXIII
 
 
GESTIONES PARA LA COLONIZACIÓN CON LABRADORES.-
Las gestiones lascasianas encaminadas a la aprobación de sus tres proyectos a base de labradores, representan una faceta diametralmente opuesta a lo que hasta ahora conocemos.
Las Casas inicia sus gestiones en la Corte Castellana, tratando de anular la labor de los colonos antillanos o de sus representantes a favor de sus encomiendas.
También lo hemos observado tratando de encauzar a los reformadores jerónimos por los derroteros que él considera más adecuados. Se peleó hasta con el poderoso Rodríguez de Fonseca.
Aparentemente podemos considerar que esta clase de episodios serían normales en el curso por una defensa de las posturas contrapuestas.
En 1519, la táctica empleada va a cambiar de signo; ya no se va a entrar en un pulso entre las dos fuerzas contrarias, para alzarse cada cual con la victoria, sino de la destrucción de una u otra parte mediante el enfrentamiento personal
Este enfrentamiento personal con quienes se le oponían se refleja en cuatro episodios fundamentales, con tres en los cuales aparece Las Casas atacando por propia iniciativa, mientras que en el otro tiene que defenderse de la ofensiva desencadenada por sus adversarios.
Se creía respaldado por todos los altos dignatarios flamencos de la corte imperial, a pesar de lo cual veía que no avanzaba su plan de labradores, hacia la primavera – verano de 1519 comenzó Las Casas a perderles el respeto a Juan Rodríguez de Fonseca y a los los restantes miembros del Consejo, hasta el punto de no importarle que se ofendiesen por lo que decía de ellos tanto en el seno de ese mismo organismo como fuera de él.
Su crítica se centraba en la "mala y pésima gobernación de las Indias" practicada por Fonseca desde el mismo descubrimiento. Esta desafortunada gestión se hacía palpable sobre todo en la perdición y asolamiento de la Española, en la entrega del Darién a un destructor como el gobernador Pedrarias Dávila y en la posesión de indios por parte del propio Fonseca y de los restantes miembros del Consejo.
Es el propio Las Casas quien especifica que a los miembros del Consejo " los acusaba y molestaba y confundía y daba malas cenas y peores comidas sobre ello".
Las Casas consigue su propósito, tratando de mala manera nada menos que al presidente del Consejo de Castilla, consiguiendo de Carlos V prescindiera para este asunto del Consejo y le encargara al propio Las Casas su tercer proyecto de labradores.
Al mismo tiempo que desarrollaba esta campaña personal de decrédito del Consejo, con Fonseca a la cabeza, Las Casas recurrió para apoyar su labor a una especie de Consejo paralelo, réplica del oficial, estratagema que volverá a repetir en términos generales en México en 1546.
Hacia julio – agosto de 1519 consiguió ganar para su causa a ocho predicadores del rey, personas todas ellas de especial valía y de destacadas virtudes: cuatro clérigos diocesanos, un religioso dominico, un franciscano, un agustino y otro de cuyo nombre no quiere acordarse. A estos se les unieron posteriormente dos dominicos y dos franciscanos. A todos los reunía diariamente en el convento dominico de Santa Clara de Barcelona, al tiempo que Fonseca convocaba el Consejo en Castilla.
Una vez puestos de acuerdo y siguiendo a pie juntillas las teorías lascasianas, todo y en presencia del propio Las Casas, se juramentaron a actuar de forma conjunta. Primero actuarían frete al Consejo de Castilla , si este no tomaba las medidas adecuadas, a continuación lo harían ante los altos dignatarios flamencos y si fuese necesario ante el mismísimo Carlos V.
La actuación del grupo, como tal no rebasó el marco del Consejo, Las Casas ni refiere como terminó ni tampoco cuales fueron las razones para no aceptar. Lo que no cabe duda es que sería de una dureza total.
Ante la firmeza de los predicadores, los miembros del Consejo optaron por una postura de suavidad y prometieron poner a disposición de los denunciantes las numerosa leyes promulgadas hasta entonces a favor de los indígenas americanos.
Transcurrido algún tiempo, los predicadores emitieron su respuesta, previamente registrada ante notario.
A reglón seguido demostraban con numerosos argumentos la ilicitud de las encomiendas; proponiendo un nuevo sistema de vida para los indios sobre la base de que se suprimieran los repartimientos.
Los miembros del Consejo aceptaron de buena voluntad el escrito de los predicadores y prometieron tenerlo en cuenta en las disposiciones que en lo sucesivo adoptaran sobre las Indias.
¿Cómo es que Las Casas, que siempre se había valido por sí mismo y con la única ayuda de Pedro de Rentería, ahora pide ayuda un tanto subresticiamente, es decir no a una institución, sino a personas más o menos escogidas, no sabemos si por su nivel intelectual o por su nivel de dependencia.
Hubiera sido de ingenuos, y Las Casas no lo era, esperar que Fonseca y sus servidores se dejaran impresionar por las imprecaciones y los buenos consejos de los predicadores. Lo extraño hubiera sido lo contrario.
Parece, pues, que lo que intentó en esta primera intentona sobre su proyecto de labradores,. No fue obtener un éxito a la primera, sino el montar una estrategia para ir minando el prestigio de Fonseca y de sus incondicionales, para de esta manera quitarse de encima a sus adversarios.
Lo que Las Casas gestionaba en ese momento de la primavera – verano de 1519 era la aprobación oficial de su tercer proyecto de labradores para Tierra Firme. A pesar de ello, los predicadores ni siquiera tocaron ese punto ni tampoco Las Casas, todos se ciñeron al tema de las encomiendas, hecho que se puede considerar de anacrónico ya que el mismo Las Casas apenas le prestaba atención en 1518; pero era el más adecuado para desprestigiar a Fonseca por haber sido el máximo responsable de cuanto hasta ahora había sucedido en las Indias.
Al comentar el dictamen emitido por escrito por los predicadores reales, Las Casas suscribe incondicionalmente su postura y sus argumentos contra las encomiendas, pero disiente de la alternativa que propusieron, consistente en que los indios vivieran en sus propios pueblos y que sólo trabajaran en las minas la mitad del año. Esto quiere decir que o bien los predicadores no se atuvieron a sus consignas tan incondicionalmente como él da a entender o bien que ese disentimiento lascasiano es reflejo de su modo de pensar en 1560, no en 1519. No se explica entonces la doble contradicción, cuando da por "justo y bueno"el dictamen de los predicadores. Resulta por otra parte un tanto extraño que no especifique como terminó el tema, cuya conclusión por fuerza tendría que recordar, aunque en el momento de escribir no dispusiera de los documentos pertinentes. Probablemente si bien no todo, si que podría haber una novelación sobre todo este tema del enfrentamiento con el Consejo de Castilla.
El proyecto lascasiano de labradores para Tierra Firme fue aprobado inicialmente en otoño de 1519, por lo que Fonseca quedó muy corrido y afrentado.
Rápidamente el todopoderoso Fonseca prepara su plan de venganza. Para ello se valió de dos colonos que en esos precisos momentos merodeaban por Barcelona. Estos colonos propusieron al gran canciller otro proyecto para Tierra Firme, cuya oferta era superior a le presentada por Las Casas. Este no sólo consiguió anularla sino que volvió a humillar en pleno Consejo al propio Fonseca, a su hermano Antonio y a cuantos estaban de parte suya.
Fallida esta iniciativa, Fonseca prepara un memorando con treinta acusaciones, todas ellas bastante graves contra Las Casas, el cual al poco tiempo entra en sospechas; las cuales se confirman cuando el cardenal Adriano le advirtió que le convenía responder de ellas. Fue el Secretario del Consejo, Francisco de los Cobos quien le entrega bajo secreto el pliego de acusaciones.
Un día del mes de noviembre de 1519 en la cámara del gran canciller, Las Casas responde por escrito con toda amplitud a cada una de las acusaciones, no sólo se defendió sino que aprovechó para vapulear a sus adversarios.
Aprobado el pliego de descargos por la mayoría de los miembros del Consejo y presentado a Carlos V, este dio por justificado a Las Casas; lo cual le supuso una enorme satisfacción y su orgullo se elevó a la más alta potencia. Al mismo tiempo que rezuma un gran odio hacia sus enemigos, en especial contra el historiador Gonzalo Fernández de Oviedo, por haberse reído de sus pobladores de Tierra Firme, de tal forma que escribe cinco capítulos echando por tierra su General y natural historia, que estaba escribiendo y que publicaría en 1535.
Este berrinche, comprensible desde el punto de vista humano, pero lo que se sale de lo normal es que estas rabietas van a aparecer varias veces de aquí en adelante, pero ello no quita para que nos parezca impropio de quien como él religioso dominico y obispo dimisionario, cuando esta escribía, parecen impropios. Al parece ni siquiera al final de sus días, sobrevenido el 18 de julio de 1566 y esto escribía seis años antes de morir. Su orgullo y vanagloria eran sus blasones.
Apenas superado el contratiempo de las treinta acusaciones, el día 9 de diciembre de 1519 se mete en otro "fregado" sostenido en Molíns de Rey (Barcelona) con el franciscano Juan de Quevedo obispo de Santa Maria del Darién.
Todo comenzó con un cruce de saetas, según Las Casas, las primeras veladas, las segundas envenenadas y por fin ofensivas. Llegado el caso a oídos de Carlos V, ordenó que se reprendiese a ambos contrincantes y que el día 12 de diciembre se presentasen ambos en la Corte junto con D. Diego Colón hijo del descubridor de América, a esta comitiva se añadió un franciscano venido de la Española.
Iniciada la reunión bajo la presidencia del Emperador, Quevedo expone:
Dada la extrema necesidad en que se encontraban obligó a los colonos llegados a Tierra Firme con Pedrarias Dávila a no hacer otra cosa que robar, matar y comer.
Comprobando que todo el sistema se venía abajo y que los gobernadores del terreno, el siguiente siempre fue peor que el anterior; ahora acudía a la Corte para encontrar alguna solución a este estado de cosas.
Después de Quevedo hizo uso de la palabra Las Casas, quien durante tres cuartos de hora relató las gestiones realizadas a favor de los indios; insistió en que sus gestiones no obedecían a otro deseo que el de servir a Dios y al rey, hasta el punto de que en ese mismo momento renunciaba a todo galardón que el Emperador le pudiese conceder – con lo cual está diciendo que esperaba tal galardón – por ello, hizo una apología de los indígenas, sobre todo desde el punto de vista de su capacidad de abrazar el cristianismo y concluyó negando la afirmación de que los indios fueran siervos por naturaleza.
D. Diego Colón y el franciscano asistente ratificaron lo dicho por Las Casas.
Ante el deseo del obispo Quevedo de intervenir de nuevo, el gran canciller le ordenó que lo pudiera por escrito y ya se discutiría. Quevedo entregó dos memoriales los cuales una vez leídos y comprobados el gran canciller pudo comprobar que las posturas de ambos eran coincidentes. Exultante Las Casas ante el resultado de esta comprobación su orgullo se expandió como una gaseosa.
Todo este largo relato presenta varios puntos débiles.
Primero: Las Casas ignoraba cuales eran los motivos por los que Quevedo viaja a España, pero que ciertamente no obedecían al propósito de abogar por los indios. Esta reiterada aseveración no se compagina con la que más tarde pone en boca del propio Quevedo, al que le hace decir que el viaje lo había emprendido para favorecer en lo posible a los indígenas.
La segunda estriba en que Las Casas parte de la convicción de que Quevedo era un malvado para los nativos, luego le echa en cara su supuesta perversidad y después lo presenta confesando que efectivamente había colaborado en robos y matanzas de indios por la necesidad de sobrevivir, pero que ahora estaba arrepentido.
Las Casas hace decir a Quevedo que los indios eran siervos por naturaleza, para después hacerle afirmar que no lo eran.
De todas maneras, Las Casas no es demasiado justo con el obispo franciscano al extractar su pensamiento en sólo doscientas palabras aproximadamente, mientras que dedica más de un millar a sintetizar el propio.
Bartolomé Las Casas no perdonó jamás a los jerónimos tan ostensibles desaires y cuando pudo hablar con ellos les increpó vivamente por atreverse a escuchar las razones de los encomenderos. El gobierno de los jerónimos ideado por Cisneros, era el fondo de una teocracia encaminada al fracaso. Después de varias vicisitudes, los jerónimos optaron por escuchar a todo el mundo, optando por el mantenimiento de las encomiendas tal como aconsejaban los franciscanos con espíritu realista; el sistema no era bueno pero tampoco había mejor alternativa para la subsistencia de los españoles y de los propios indios.
Nuevamente Las Casas se opuso frontalmente a esta política, apoyado por sus amigos los dominicos, manifestando su deseo de volver a la Corte para hacer nuevas denuncias; los jerónimos se lo prohibieron. Sin obedecerle, el clérigo salió hacia la Península Ibérica en junio de 1517 cuando agonizaba la regencia de Cisneros ante la expectativa de Carlos I. Con anterioridad Cisneros ya había destituido ya a Bartolomé Las Casas del honroso cargo de protector de los indios, el cual además estaba acompañado de un sustancioso sueldo. Las Casas llega a Aranda de Duero en agosto de 1517 encontrando a un Cisneros gravemente enfermo que le trató brevemente con recelo y hostilidad. Sin inmutarse, el clérigo destituido concluyó que el gran gobernante "estaba mal informado" y le abandonó al comprobar que su poder ya declinaba inexorablemente. Esta es la actitud de un político, de los que hoy desgraciadamente abundan en todos los gobiernos.
Desde ese momento, Las Casas se orienta hacia el nuevo Sol: el partido flamenco del nuevo e inexperto rey Carlos, el cual rehabilita a Fonseca y Conchillos, lo cual no hace ninguna gracia a Las Casas ya que ha de reconocer que ante la altura humana, pastoral y política del gran cardenal Cisneros que repudia al clérigo ante la Historia de forma que nos parece poco comentada; excepto en el resumen del profesor Pedro Borges: La inmadurez ideológica de Las Casas, su falta de realismo, su obcecación idealista y su intransigencia le hicieron despeñarse desde la cúspide de la estimación cisneriana hasta el abismo del rechazo personal.
Trasladada la corte de Barcelona a La Coruña para embarcarse Carlos V con destino a Alemania, en la capital gallega aún se introdujo otra modificación al proyecto, al reducir. Por obra de Fonseca. las aludidas seiscientas leguas a únicamente las doscientas sesenta c0mprendidas entre el extremo oriental de la península venezolana de Paria y el límite occidental de la colombiana de Santa Marta, con lo que queda excluida del plan.
Este último terminó firmado en La Coruña en forma de contrato o de la denominada Capitulación de Tierra Firme, el 19 de mayo de 1520, gracias sobre todo a la intervención de su amigo el cardenal Adriano de Utrecht.
Su insatisfacción le lleva a proponer tres utopías a implantar en tierra firme, ya que considera que las Antillas es un territorio contaminado y perdido por el arraigo de las encomiendas. Borges las califica de insondable arbitrismo lascasiano.
Primer proyecto: Enviar a tierra firme tres mil labradores de Castilla, corriendo los gastos a costa del Rey hasta que el asentamiento diese frutos de manera estable. Este asentamiento debería tener unas mil leguas de costa por otras mil tierra adentro y con una fortaleza cada cien leguas y en cada fortaleza unos treinta soldados de guarnición, de esta manera se formarían alrededor de cada fortaleza un poblado de cien españoles. Los labradores castellanos no esclavizarían a los indios, sino que los atraerían a la convivencia pacífica, en cambio dispondrían de veinte esclavos negros y negras, gozando de amplias subvenciones del Estado. Las Casas prometía a la Corona "las mayores rentas y mayor cantidad de oro y perlas que el rey de todos los cristianos tiene". Con ello pretendía encandilar a los cortesanos flamencos ansiosos del oro español.
La corte aceptó este descabellado proyecto y el clérigo reclutó en apariencia una gran muchedumbre, que a la hora de la verdad se quedó en doscientos. El socio del clérigo, Luis Bérrio consiguió en la zona de Antequera mucha gente del "trueno" (vagabundos, salteadores, etc que se hicieron pasar por labradores y que consiguieron embarcarse para La Española, en donde nada más llegar cayeron presa de enfermedades, quedaron unos pocos supervivientes, los cuales se dedicaron a sus labores, pero de la azada ni hablar. Las Casas sigue adelante con sus doscientos, pero aún y así los gastos se dispararon de tal manera que tuvo que cancelar su proyecto.
Fracasada la primera utopía, entra en el segundo proyecto. Se convierte en instigador de la primera gran trata de negros para las Antillas, ya que según sus cálculos, se necesitaban más de cuatro mil de ellos. La Corte encomendó la importación africana a un caballero flamenco, quien la traspasó por 25.000 ducados a los mercaderes genoveses, iniciando así por sugerencia de Las Casas el tráfico negrero a gran escala, que llegaron a ser trescientos mil negros en las Indias.
En esta tercera utopía Las Casas se jugaba todo. Por lo tanto lo meditó profundamente: De los miles de labradores que indicó en su primera utopía, quedaron reducidos a doscientos, los cuales serian una parte de la partida de rufianes que se llevó en el viaje anterior, que ahora se convertirían en personas honradas y se dedicarían a trabajar sin comer. Pidió una enorme cantidad de terreno que se quedó en bastante menos de la décima parte. Carlos I se encarga de transmitírselo directamente estando en La Coruña a punto de embarcar para Flandes.
Así favorecido por la Corte, el clérigo llegó triunfante a Puerto Rico con sesenta labradores, para encontrarse con la desagradable sorpresa de que los indios de Cumaná habían asesinado a los misioneros dominicos a cuya sombra pretendía Las Casas fundar su asentamiento. La Audiencia de Santo Domingo había enviado una expedición de castigo, contra la que Las Casas clamó al cielo, porque seguía obstinado en la penetración pacífica. Los enemigos del clérigo en La Española dejaron perder el barco destinado a la expedición pacífica, pero la tenacidad del clérigo hizo mantener su voluntad. Entonces forma una sociedad mercantil para llevar a cabo su proyecto. Volvió a Puerto Rico con dos barcos para llevarse a sus labradores a Tierra Firme. No los encontró, habían seguido la escuela de la primera expedición, después de varias vicisitudes y discusiones con la guarnición que mandaba Gonzalo de Ocampo; todos ellos descontentos por la dificultades para sobrevivir y dispuestos a regresar a Santo Domingo. Las Casas les invitó a que se quedasen con él, pero casi ninguno aceptó la oferta; terminó fundando el asentamiento con cinco personas y seis sirvientes a sueldo. Se cansó de hacer promesas de honores, pero nadie le hizo caso.
Inmediatamente trabó amistad con los cuatro franciscanos que en ese momento misionaban en la desembocadura del río Cumaná, junto a cuyo convento construyó un almacén para guardar en él lo que llevaba para su proyecto de colonización. No tardó tampoco en entrar en contacto con los indígenas por medio de los religiosos.
Sin embargo y debido a la acción de los españoles de las proximidades, tampoco tardó mucho en comenzar a beber grandes amarguras y entender los impedimentos a su negocio, entre ellos, hasta el peligro de muerte que corría. Por ello y siguiendo el consejo de los franciscanos aunque personalmente sumido en gravísimas dudas, terminó por abandonar el territorio a finales de 1521 y regresar a Santo Domingo para tratar de que se le dejase actuar con libertad.
Ante el fracaso total, Las Casas abandonó a sus hombres y al comenzar el año 1522 consiguió regresar a Santo Domingo desde donde envió un largo informe al Emperador al que le solicitaba instrucciones en vista de lo ocurrido. Pero abrumado por su fracaso y en vista de que la respuesta se retrasa, decidió abandonar una vida tan agitada pidiendo su ingreso como novicio en la Orden de Santo Domingo, en cuyos claustros desapareció durante unos años con gran satisfacción de autoridades y encomenderos de La Española.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXV
 
 
 
EVOLUCIÓN IDEOLÓGICA
Con ello penetramos en una de las etapas más importantes de su vida, en la que su actuación personal se convirtió en acción de Estado.
Como ya hemos visto, en primer lugar propone que las encomiendas individuales se sustituyeran por las más morigeradas encomiendas comunitarias; proyecto que no pasó de tal. Además comenzó abogando por la supresión del sistema basado en las encomiendas ya que ello conlleva una serie de perjuicios para los nativos, sino además de que estas eran radicalmente ilícitas al atentar contra la libertad de los indios.
..."como aquellos indios son hombres libres y han de ser tratados como hombres libres y no se dé más lugar al demonio que ciegue a los que no quieren ver.
Sin embargo, esta afirmación literariamente tan rotunda no fue óbice para que en esa misma ocasión admita la posibilidad de que hubiera esclavos indios en las minas que trabajaban para la Corona. El también dominico fray Pedro de Córdoba durante su estancia de julio a agosto de 1515 en la ciudad de Santo Domingo y el así mismo dominico fray Antonio Montesinos durante la travesía del Atlántico en su viaje a la Península a lo largo de septiembre de este mismo año.
Probablemente fueron estos dominicos quienes le hicieron recapacitar en el hecho de que además de las encomiendas en cuanto sistema laboral injusto, en las Antillas se planteaba así mismo el problema de la cristianización de los nativos. De hecho durante la presente etapa Las Casas muestra ya una sensibilidad espiritual para con los indios, que no aparece tampoco en el momento de su conversión.
Sin marchar hacia delante, pero tampoco hacia atrás respecto de 1514, más bien manteniéndose en una postura que abandonará más tarde, razón por la cual merece consignarse, durante la presente etapa Las Casas seguirá considerando lógica la presencia, consideración e incluso el fomento de la población española en las Indias. A este respecto, en 1516 consignará que la intención de la Corona era y siempre había sido que se poblasen de españoles las Antillas, postura que compartía al proponer las soluciones con el fin preciso de que los "españoles tengan pensamiento y voluntad de perpetuarse y para siempre ellos y los que sucedieran dellos y los que le sucedieren vivir en ella y permanecer.
D. Ramón Menéndez Pidal, en 1963 Publica su libro: El padre Las Casas; su doble personalidad, nos ofrece el siguiente dictamen: " Las Casas fue el hombre más admirador de sí mismo que jamás haya existido, se pasó la vida alabando sus propias virtudes, su intelecto y sus grandes hechos. A la vez reniega de los que no piensan como él, y estos eran innumerables, tanto que llegan a ser toda España, pues él piensa de forma diversa a todos. Él, cuando se alaba como cuando acusa, lo hace con gran habilidad, la cual estriba en que él no suele inventar sucesos, únicamente los altera y aumenta con apasionada convicción... No fue el clérigo un pensador; fue un propagandista, un gran propagandista pero de ideas ineficaces. Inventando gravísimos pecados y enormes maldades hasta darse la satisfacción de erigirse en profeta del castigo celeste, quiso presentarse como personificación de la justicia debida al orbe indiano, y lo consiguió.
Maestro en golpes de escena, después describiremos su aparente y al parecer definitivo hundimiento, Las Casas se presenta surgiendo repentinamente como el "Ave Fénix", de lo que él mismo denomina sus abismos.
Anteriormente había dicho que no había informado de sus proyectos a nadie salvo a Juan Le Sauvage. Lo curioso es que toda la clerecía estaba al corriente, cuando Le Souvage le encargó que le presentara un proyecto que solucionara los problemas indianos. Mosior La Mure, se interesa por conocerlo y en saber de su propia boca qué era lo que realmente se proponía.
Como es de rigor, dentro de toda esta maraña de coincidencias y circunstancias contradictorias, Las Casas dice que ganó un nuevo cortesano para su causa, quien resultó ser sobrino del camarero del emperador, Charles de Poupé (mosior Laxao)
[esto me huele a "raro" muñeca y laxao ], debe de comerse los garbanzos atados con un hilo; el cual no tardó "en quedar prendado y dispuesto para ayudarle y favorecer y resistir a los contrarios".
El propio Las Casas afirma que Juan Rodríguez de Fonseca, aunque le pesaba, no dejaba de elevar al Consejo cuantas propuestas creía conveniente el clérigo, así como que este último obtuvo la incoación de juicio de residencia a diversos personajes de las Antillas y poner en duda las informaciones que los habitantes de la isla de Trinidad eran antropófagos.
Rodríguez Fonseca, por su parte, impidió que prosperara la petición del dominico fray Pedro de Córdoba, dirigida a Las Casas y prohijada por éste, de que se prohibiese la estancia de españoles en un contorno de cien leguas de la región septentrional venezolana de Cumaná para evitar que los colonos obstaculizasen la labor evangelizadora de los dominicos y franciscanos.
El mismo Fonseca humilló además al clérigo al recordarle en público que también él había perpetrado las mismas tiranías y pecados que los demás encomenderos e incluso exigiéndole una relación de los servicios que había prestado a la corona, para lo cual Las Casas presentó la que previsoramente había traído de Cuba en 1515.
Añadamos algunas observaciones a este singular proceso, siguiendo la versión de su protagonista.
En él aparecen actuando tres fuerzas bien diferenciadas: el propio Las Casas, no falto de "fans" y de lacayos y leguleyos, como gestor del proyecto; los altos dignatarios flamencos, incondicionalmente escorados a favor del clérigo; y el grupo Fonseca, abiertamente opuesto a él.
Respecto a Fonseca, Las Casas no debe de ser tan injusto al atribuir su oposición a su proyecto únicamente por la ojeriza que le profesaba o a intereses inconfesables. Probablemente actuaba de esta forma en razón de otros factores. También pudiera ser que Fonseca ni lo considerase apto para llevar a cabo su plan si8mplemente por el hecho de ser clérigo, por estar mal visto en el ambiente antillano y por desconocer la región a donde se dirigía.
En cuanto a los altos dignatarios flamencos, resulta difícil ver en ellos a esos caballeros intachables que en público y en privado afirmaban tener gran estimación y afecto a Las Casas, de los que este hace gala continuamente. Si como dice Las Casas, Fonseca se encumbró de nuevo, según el rumor, gracia al soborno que Fonseca les hizo a los flamencos. Parece claro, por una parte, que los flamencos no eran caballeros tan intachables como0 nos los quiere presentar Las Casas si es que es cierto que se habían dejado sobornar por Fonseca, circunstancia que habría haber puesto en guardia a l clérigo a fin de que no se fiase incondicionalmente de ellos. Cabe sospechar, incluso, la posibilidad de que Las Casas de que Las Casas no se apercibió que los flamencos deseaban que se realizara el plan en razón de los suculentos beneficios económicos esperados; siendo conscientes de que el proyecto ofrecía una gran cantidad de dificultades.
En definitiva los síntomas son demasiado sospechosos, como para no pensar en la posibilidad de que los flamencos estuvieran llevando a cabo un doble juego, del que Las Casas no se percató.
Todos los biógrafos de Las Casas se preguntan lo mismo: ¿Cómo una persona con una inteligencia fuera de lo común, cayera una y otra vez en la ingenuidad más infantil sin darse cuenta de ello.
Todas las mentes privilegiadas tienen el mismo punto débil. Cuando una mente preclara, no la mía, alcanza su punto álgido y resuelve la teoría que le quitaba el sueño; a partir de ese momento parece como si su intelecto, tuviese una compuerta hermética que se cerrase, sin que nosotros nos apercibamos de ello y ya el resto de nuestra vida gira solamente en torno a esa idea; es el comienzo de la demencia senil o en algunos caso del Alzehimer. Es una pena pues a Las Casas aún le quedan cuarenta y cinco años de vida.
No entiendo esta ingenuidad estando viviendo la época más maquiavélica de todas cuanto vivimos en la azarosa historia española, en donde con relativa facilidad se envenenaba a un rey y a su mujer se la encerraba como loca, o se le daba un "bocado" a cualquiera y al día siguiente lo enterraban gratis.
En definitiva a Las Casas le faltaba astucia, no la astucia leguleya de cualquier abogado que fundamentalmente defiende sus intereses. Es una pena que una mente tan privilegiada. Pero de actitudes tan rastreras a lo largo de su vida, es decir nunca para él existió aquello de que obras son amores que no buenas razones.
Lo peor de él fue que a lo largo de sus escritos se dedicó a crear la Leyenda Negra de los Españoles en La Conquista de América.
El hecho de que al llegar a Puerto Rico, se encontrara con que la Audiencia de Santo Domingo se disponía a tomar represalias contra los indios que habían dado muerte a los dominicos, constituye un caso de auténtica mala suerte, no imputable a él, porque supuso la muerte de los religiosos con los que contaba para su plan y la alteración de los indígenas que se proponía atraer. Como siempre, las perspectivas de éxito de sus gestiones las hace depender de la postura de los demás.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXVI
 
 
ECLIPSE Y RESURRECCIÓN DE LAS CASAS
Cuando entró en el noviciado de Santo Domingo, Bartolomé Las Casas, en septiembre de 1522, sacerdote, tenía treinta y ocho años. Su "enterramiento, como él mismo lo califica, durará nueve años, hasta 1531. El cansancio y el fracaso debieron de influir notablemente en su decisión de abrazar la vida religiosa, pero lo hizo sinceramente y nadie le pudo acusar de quebrantar sus votos. A esta iniciativa de ingresar en la Orden de Predicadores se la denomina su segunda conversión, por referencia a la experimentada en Cuba en 1514.
Gozó de estima en su Orden, que no admitía favoritismos y fue elegido para fundar el convento de Puerto Plata al norte de la Española, del que fue primer superior; allí concibió la idea, y empezó a redactar su monumental y farragosa Historia de las Indias, ante la aparición del sumario histórico de su adversario Fernández de Oviedo que aparecería en 1526: Las Casas hacía siempre las cosas contra alguien. El 20 de Enero de 1531 "resucitó" al dirigir al Consejo de Indias desde Puerto Plata un memorial sorprendente, que destilaba humildad, evitaba los insultos, aunque reincidía, en tono sereno, en las obsesiones de antaño y en las propuestas utópicas; rogaba a los miembros del Consejo que viajasen a las Indias para sufrir por Cristo.
Bartolomé de Las Casas narra esta su segunda conversión diciendo que el aludido tiempo de espera por la respuesta del emperador a sus cartas, lo pasó relacionándose sobre todo con los dominicos de la capital de la Española, uno de los cuales, fray Domingo de Betanzos, "le dio muchos tientos" para que se hiciese religioso. Los argumentos que esgrimía en este sentido eran: que ya había trabajado lo suficiente y que los fracasos cosechados parecían ser un signo de que Dios no quería servirse de él por el camino seguido hasta ahora.
Las Casas, entre otras objeciones, le oponía a Betanzos la de que tenía que esperar la respuesta del Emperador, a lo que el religioso le replicaba qué sucedería si le sobrevenía la muerte antes de recibir la respuesta.
Estas palabras le atravesaron el alma al clérigo Casas y entonces comenzó a pensar en la posibilidad de cambiar de estado.
Desde ese momento aflora una gran preocupación por la salvación eterna de los indios, que antes no le había acuciado ni poco ni mucho, e insistía en la penetración pacífica de obispos y religiosos sin abandonar su idea clave de suprimir las encomiendas.
Difundida la noticia de su retiro del mundanal ruido por la ciudad de Santo Domingo y por tosas las indias, es decir, por la región del circuncaribe, los religiosos se alegraron por la conversión del amigo mientras que los seglares lo hicieron por la retirada de su enemigo. Uno de los seglares que más se alegró por esta conversión fue Gonzalo Fernández de Oviedo, quien la interpreta en 1535 en el sentido de que, ante el daño que había causado a sus labradores y el despilfarro de la hacienda pública y el despilfarro de la hacienda pública que se le había encomendado, Las Casas acordó que, pues que no tenía bienes con que pagarlo /más / que en oraciones y sacrificios, metiéndose a fraile podría satisfacer en parte a los muertos y dejaba de contender con los vivos.
Seguramente para entretenerse y no morderse las uñas, emprendió un viaje de información predicación y denuncia por Tierra Firme. Las noticias del Perú le alarmaron tan profundamente que salió hacia el nuevo reino a fines de 1534, aunque cuando las calmas del Pacífico causaron la muerte de 300 de sus compañeros de expedición, decidió volver al Norte y así llegó a Nicaragua en octubre de 1535; allí pretendió capitanear una expedición pacífica de 50 hombres a la región del Desaguadero, pero el nuevo gobernador Rodrigo de Contreras conocía el resultado del proyecto lascasiano en Cumaná y le negó el permiso.
Entonces, no podía ser de otra manera, Las Casas se dedicó a sabotear la expedición por lo que Contreras lo expedientó, y Las Casas con sus compañeros dominicos, optó por desaparecer camino de Santiago de los Caballeros, de donde siguió su ruta a la ciudad de México donde llegó en agosto de 1536.
El profesor Pedro Borges nos ofrece la opinión de tres de sus coetáneos las cuales son no sólo contradictorias sino opuestas entre sí; ofreciéndonos a continuación la explicación del propio Las Casas, el cual parece ir por otro camino, que arranca de su abatimiento ante el fracaso de su tercer proyecto de labradores o Capitulación de Tierra Firme. Desde su primero y gran fracaso con Cisneros, Las Casas, hasta entonces un clérigo espiritualmente del montón, va adquiriendo una espiritualidad cada vez más honda.
En 1518 recorre los conventos de Valladolid para solicitar oraciones por el éxito de sus gestiones ante Carlos I. Ese mismo año se solidariza con su amigo el dominico fray Pedro de Córdoba y se angustió por las dificultades que experimentaban los misioneros de Cumaná. En 1519 concibe su tercer proyecto de labradores, ya no sólo como un plan de colonización sin armas y sin encomiendas, sino como un programa con fines simultáneamente misionales en el que él mismo participaría. Dentro de ese mismo proyecto atisba la posibilidad de transformar a esos labradores en una congregación religiosa. En 1521 solamente se decide a abandonar Cumaná después de que casi durante un mes celebrasen misa elevaran oraciones él mismo y el superior de los franciscanos para atinar con el mejor modo de corresponder a la voluntad de Dios.
Aquí tenemos presente el desmoronamiento del más soberano de los orgullos. Está hecho un mar de dudas, quiere cumplir la voluntad de Dios, pero no sabe cómo si permanecer en Cumaná luchando infructuosamente por su proyecto o abandonar el territorio ante el fracaso.
Si opta por la segunda alternativa se planteará otro dilema, no sabía si volver a la Corte o permanecer en la Española a la espera de lo que le ordenase Carlos V. Termina por quedarse.
Los dominicos de la Española, especialmente fray Domingo de Betanzos, atinaron a desencadenarle el proceso en el momento psicológico más apropiado y recurriendo al argumento que en esos precisos instantes más poderosamente podría influir en una persona como él abatida por la derrota y sumida en la desorientación.
A estor razonamientos, de los que Las Casas no puede prescindir, se le unen el aislamiento y la humillación que debía sufrir con el ambiente hostil que tenía a su alrededor en Santo Domingo, lo cual le obligaba a pasar la mayor parte de su tiempo recluido en el convento.
Lo único extraño en este proceso es el papel desempeñado por la enigmática idea de la muerte, sugerida por Betanzos; pensaba que si fallecía antes de recibir las cartas del Emperador y el no había ingresado en la Orden de Predicadores, los mandatos caerían en el vacío; si para entonces ya era religioso, se haría cargo la Orden.
La frase lascasiana de que "al fin determinó de hacer cuenta que ya era muerto cuando las cartas o respuestas del rey allegasen" parece reflejar en él el sentimiento de que de todas maneras estaba destinado a morir antes de recibir la respuesta de la corte. A continuación de estampar la frase indicada, el propio Las Casas sigue jugando con esa misma idea al consignar que los seglares consideraron su ingreso en la Orden de Predicadores " como si lo vieran enterrado", sólo que "después resucitó".
Al poco tiempo de ingresar en la Orden de Predicadores llegaron a la Española las cartas que Las Casas esperaba desde antes de hacerse dominico. Se trataba de varias misivas de Adriano de Utrecht y de otros altos dignatarios flamencos de la corte imperial en los que lo invitaban a volver a esta última, donde encontraría el mismo trato de favor que anteriormente. Las Casas no llegó a conocer en ese momento las cartas porque todavía cursando en noviciado, los superiores prefirieron ocultárselas para no distraerlo de sus ocupaciones espirituales. Durante este período su vida transcurrió el las ciudades de Santo Domingo y Puerto Plata; hasta 1531.
Durante la primera etapa le correspondió, al igual que a los demás, el predicar a los indios los días festivos, después de comer. Durante la segunda parte fue fundador y primer superior del convento de Puerto Plata.; prueba de que gozaba de gran estima entre sus compañeros.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXVII
 
SUS REFLEXIONES
La frase, ya reproducida, de que "vivía enterrado" en el convento, sólo quería decir que había abandonado sus acostumbradas gestiones de algún proyecto, no se hubiera aislado totalmente del mundo que lo rodeaba.
Ése es también el significado de la frase de que con su segunda conversión, es decir con su ingreso en la Orden de Predicadores, abandonó un sendero o actividad por la que parecía que Dios no quería llevarlo.
Aún más, el nuevo estado le ofreció la ocasión más propicia para reflexionar sobre el mundo que le rodeaba y para exponer públicamente su pensamiento.
La reflexión sobre las relaciones hispano-indígenas cristalizó en el comienzo, hacia ese mismo año de 1522, de su primera obra, titulada De unico vocationis modo omnium(Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión). En él trata de demostrar que el único sistema válido de evangelización de los indios es el practicado por Jesucristo y los Apóstoles, el cual, aplicado a América, se concretaba en la necesidad de prescindir de las conquistas armadas. gentium ad veran religionen.
La quietud de la nueva vida, la reposada lectura de los teólogos de una Orden especializada precisamente en teología, el ambiente de oración y la profundización en la vida espiritual fueron otros tantos factores que le hicieron reflexionar.
Posiblemente, la iniciativa de elaborar esta obra, que representa el primer tratado de América sobre este punto, partiera de sus superiores. De todas maneras, la tesis defendida en ella coincidía con la predominante entre los dominicos de la Española, y más concretamente con la de sus amigos fray Antonio Montesinos, fray Domingo de Betanzos y fray Pedro de Córdoba, fallecido en mayo de 1521.
Fruto así mismo de sus prolongadas y profundas meditaciones fue la concepción de la idea de redactar en 1527 en Puerto Plata su HISTORIA DE LAS INDIAS, la que ahora comenzó para proseguirla definitivamente en 1552. El aguijón que le indujo a escribir, fue la aparición en 1526 del Sumario de la natural historia de las indias de Gonzalo Fernández de Oviedo, uno de sus ya aludidos adversarios.
Queriendo o sin querer, el nuevo fray Bartolomé no pudo romper, e incluso era prácticamente imposible que lo hiciera en ese ambiente, con el clérigo Las Casas anterior a su segunda conversión . No es de extrañar que no tardara en dar un tercer paso en esta pendiente, consistente en la elevación a su bien conocido Consejo de Indias de un memorial de denuncias y agravios contra los indios redactado en 1528 o 1529, del que conocemos únicamente su existencia.
Mientras tanto Carlos I había promulgado en Granada unas célebres ordenanzas "sobre el buen tratamiento a los indios y manera de hacer nuevas conquistas" que demostraban la preocupación ética del emperador, quien había presidido personalmente en Granada las sesiones del Consejo de Indias de las que salieron las ordenanzas, a las que el Americanista Lewis Hanke concede singular importancia. Era presidente del Consejo el cardenal dominico García de Loayza y las ordenanzas imponían severos castigos a quienes maltratasen a los indios, exigían que toda expedición de conquista contase con la presencia de dos clérigos encargados del buen trato, reiteraban la practica del Requerimiento y la prohibición de hacer esclavos, todo ello dirigido a fomentar las penetraciones pacíficas en tierras inexploradas.
En ese mismo año, fray Bartolomé de Las Casas iniciaba su periplo por las nuevas regiones conquistadas en Tierra Firme aparecía en España, con fuertes motivaciones y conexiones indianas, una serie de críticas constructivas a la conquista que el historiador, dominico Isacio Pérez agrupa bajo la rúbrica de extrauniversitarias, es decir, de talante más bien pastoral, porque brotaron sobre el terreno, fuera de las universidades, cuya nueva red no se había implantado todavía en la Indias. Expusieron estas críticas, tan profundas como moderadas, fuera de las obsesiones espectaculares de Las Casas, una constelación de varones insignes que honran a la colonización y a la Historia de España.
Entre ellos Julián Garcés O.P. obispo de Tlaxcala en 1535; Vasco de Quiroga, oidor de la Audiencia de México, desde el año anterior; Francisco Marroquín, obispo de Guatemala, en 1535 fray Juán de Zumárraga O.F. M., obispo y apóstol de México en 1536 y Jacobo de Trastera, franciscano como el anterior.
Con lo que hemos llegado ya a esta figura cumbre del pensamiento español del siglo XVI, que convivió con la duda indiana de España en fuente pera la creación del Derecho Internacional en Europa. Francisco de Vitoria había nacido en Burgos el año del Descubrimiento, ingresó adolescente en la Orden de Predicadores, donde demostró tal inteligencia que fue enviado a París con 18 años para su formación teológica y filosófica. Volvió en 1523 para explicar teología en San Gregorio de Valladolid, pasando tres años después a desempeñar en Salamanca la cátedra de prima, desde la que fundó una de las grandes escuelas del pensamiento español, la Escuela de Salamanca, Clave, además, del concilio de Trento y apogeo del tomismo modernizado desde los tiempos de Santo Tomás. Introdujo en la teología, dispersa entonces en la especulación, problemas reales , entre ellos el de los justos títulos de España en las Indias.
Con sentido moderno y racionalizador, Vitoria descartó la teoría teocrática hasta entonces vigente y la sustituyó nada menos que por su genial creación del Derecho de Gentes, que influiría en el pensador holandés Hugo Grocio para la configuración del Derecho Internacional. Vitoria apenas dejó obra escrita; pero sus alumnos conservaron cuidadosamente sus apuntes de cátedra, con sus lectiones y Relectiones ( o repeticiones para el repaso con vistas a los exámenes) de las que una, la Relectio de Indis, dictada en 1539, tendría alcance histórico. En ella aplica Francisco de Vitoria los conceptos de Estado, Sociedad, Civil y Esclesiastica, Naturaleza, Gracia, Justicia, al problema de España en las Indias.
Descarta como títulos vacíos los hasta entonces propugnados por la teoría teocrática: la autoridad universal del Papa y del emperador, la donación pontificia (las bulas son un simple mandato de acción misional) e incluso la resistencia de los indios a aceptar la fe, que es libre. Propone en cambio varios títulos legítimos que se resumen en la idea de la comunidad universal, el derecho de los españoles a propagar la fe y establecer relaciones de todo tipo con las Indias, así como el derecho de evitar la idolatría y las degradaciones de los indio; si estos se oponen a estos derechos entonces los españoles podrán la guerra justa para preservarlos.
Francisco de Vitoria y su escuela de Salamanca no pusieron de duda el derecho de España a descubrir, conquistar y permanecer en las Indias, aunque lo condicionaron y lo humanizaron muy notable para su tiempo, e incluso lo concibieron como un ancho protectorado a favor de los propios indios, no como un dominio permanente ni menos arbitrario, sino sujeto a condiciones y leyes.
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXVIII
 
 
EL RESUCITADO FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
Poco dura la alegría en la casa del pobre, me refiero a los pobres colonos y encomenderos que ufanos por el "entierro"; ahora se ven deprimidos al saber que "después resucitó".
Esta resurrección lascasiana podía atisbarse en 1528 cuando el memorial de los agravios que recibían los indios, pero en 1531 es un hecho evidente de que vuelve a la carga.
En el nuevo fray Bartolomé hay que distinguir las formas, el pensamiento y sus recuerdos.
Las formas. Resucitó dirigiendo al Consejo de Indias un memorial fechado en Puerto Plata el 20 de Enero de 1531, cuyo estilo es tan sorprendente que a primera vista no parece suyo. Las Casas rezuma en él una espiritualidad, una humildad y un espíritu de mansedumbre que lo diferencia abismalmente del clérigo ásperamente crítico fríamente arbitrista de sus etapas anteriores.El Consejo de Indias ya no es un contubernio judeo-masónico de altos y malvados dignatarios que se plegaban a todo, sino un organismo oficial cuyos elevadísimos miembros tenían el privilegio de desempeñar una no menos elevada misión y hasta a los que se les podría proponer que como escuadrón del ejercito de Dios, viajaban al Nuevo Mundo a sufrir por Jesucristo con el fin de acertar en sus disposiciones. El estilo es tan barroco y alambicado que la lectura del documento resulta difícil y pesada. El Bartolomé que surge tras nueve años de silencio, es otro parece que lo hayan vuelto del revés. Sin embargo al final y a la postre, se ha de cumplir aquello de: "Genio y figura, hasta la sepultura. Desde que comienza nuevamente sus relaciones con el mundo circundante, sus modales se vuelven a ser los mismos de antes.
El Pensamiento. En cuanto a su manera de pensar, el nuevo fray Bartolomé aparece como un religioso cuya preocupación fundamental es la salvación eterna.Según él, todo en las Indias etaba encaminado a la salvación eterna de los nativos. Por ello primero era Dios y luego el rey; pero con este estado de cosas, el rey perdía vasallos y Dios perdía almas; por tanto era al rey a quien correspondía enderezar la situación indiana de tal forma que pudiera garantizarse la salvación de las almas. Las Casas acaba de inventar la "garantía" de un proceso y su eficiencia.
La salvación de los indios, meta suprema de la anexión política de las Indias, solamente se podría obtener por medio de la predicación pacífica o sin armas, la que con el tiempo entrañaría la posesión del territorio, cuyos gobernadores debían ser tales que no sólo no impidieran sino que facilitaran la tarea de la evangelización.
Según este memorial de 1531, el medio para conseguir el objetivo en los territorios todavía no anexionados, consistía en el envío de obispos y religiosos selectos. Cada grupo de ellos tendría a su disposición cincuenta o cien hombres, que colaborarían con ellos y que los defendieran mediante la construcción de una fortaleza a cuya sombra podría fundarse también un pueblo de cristianos.
Atraídos pacíficamente los indios, pagarían el leve tributo de un ducado o peso a partir de los 25 años, lo cual supondría una inmensa cantidad de dinero que engrosaría las arcas reales.
Vuelve continuamente con su idea delirante, solo le falta decir que así Dios se lo aconseja. Persiste en su idea de lo que fue su tercer proyecto de labradores para Tierra Firme. Es la herida que no cierra. La ilicitud de las conquistas armadas y la tesis de la predicación pacífica las viene repitiendo desde 1518.
Los Recuerdos. El ingreso en la Orden dominicana, con las nuevas y mayores probabilidades que le ofreció en este sentido, le proporcionó a Las Casas la mejor ocasión para reflexionar sobre su pasado.Cabría de esperar que la reflexión sobre sus reiterados y resonantes fracasos lo condujera al menos a cierto pesimismo, o como mínimo a cierto sentido de la precaución; para ello se ha de tener un cierto sentido del ridículo añadiéndole unas gotas de pundonor, tanto más cuando fray Domingo de Betanzos le había ya insinuado en 1522 que tal vez Dios lo quisiera llevar por otro camino. No fue así. Fray Bartolomé prefiere olvidar sus fracasos e insistir, en cambio, en sus padecimientos, lo que equivale a pretender olvidar sus deficiencias y resaltar sus méritos.
En 1531 recurre al argumento de "su muy larga experiencia en las cuestiones de Indias"para apoyar la solución que propone en el memorial de ese mismo año.
En 1532,estando en Puerto Plata; los oidores de la Audiencia de Santo Domingo le requirieron formalmente que se abstuviera de pronunciar los sermones que acostumbraba. Además, intentaron infructuosamente que sus superiores lo remitieran por ellos a España, pero sí consiguieron que lo trasladaran al convento de la ciudad de Santo Domingo. Por añadidura, el 7 de junio de 1533 lo acusaron formalmente ante el Consejo de Indias.
En su carta o pliego de descargos dirigido al Consejo de Indias, Las Casas consigna que su fama había sido mancillada por los oidores al acusarlo de que en sus sermones defendía ideas contrarias al servicio de Su Majestad, a la población de las Indias y al bien de las almas.
Las acusaciones consistían en que había conseguido la rendición del cacique Enriquillo a espaldas de la Real Audiencia, en la que calumniaba a los colonos al afirmar que habían despojado de sus bienes a los indígenas, y un largo etc.
Sin embargo el gran aprecio en que le tenían dentro de la orden, lo demuestra el hecho de que el Maestro o Superior General de la Orden de Predicadores lo nombró el 1 de marzo de 1533 visitador o inspector de los conventos dominicos de las islas Española y Puerto Rico, aunque no se tiene constancia de que hubiera ejercido tal cargo nunca.
Acabamos de ver que una de las acusaciones lanzadas contra Las Casas por los oidores de la Audiencia de Santo Domingo en 1533 se refería a su actuación en el asunto del cacique Enriquillo.
Este cacique o jefe tribal, indígena noble, que de niño se había educado en el colegio para los hijos de los caciques que los franciscanos regentaban en la villa de Verapaz, en la isla Española, se había sublevado en 1519 en las sierras de El Barouco, al sur de la isla, ante la imposibilidad de conseguir que se le hiciera justicia contra su propio encomendero, Francisco de Valenzuela, que se le había apoderado de una yegua y violado a su esposa, la noble indígena doña Lucía.
Ni el propio Valenzuela, ni varias expediciones armadas enviadas por la Audiencia de Santo Domingo y ni siquiera el franciscano Remigio de Faulx, antiguo maestro suyo, habían conseguido apaciguarlo. Por el contrario, las sucesivas victorias logradas por Enriquillo indujeron a que cada vez se le fueran uniendo más indígenas, hasta la cifra de unos tres mil y a que también se sublevara, pero ahora en las sierras del norte de la isla, otro indígena llamado Ciguayo.
A raiz de una entrevista mantenida con Enriqullo por Francisco Barrionuevo intervino en el asunto fray Bartolomé, quien para ello solicitó y obtuvo licencia de sus superiores pero no de la Audiencia, con la que no contó porque estaba predispuesta contra él. La iniciativa la tomó a la vista de la prolongación de la rebelión y de los imnumerables daños que de ella se seguían, entre otros, el gasto de ochenta o cien mil castellanos.
Acompañado de otro religioso, fray Bartolomé se dirigió a las montañas de El Barouco y permaneció con Enriquillo desde finales de agosto hasta finales de septiembre.
Durante ese mes le celebraba misa diariamente, le confesó a él, a su mujer y a sus capitanes, le hizo vencer el temor que abrigaba de que la Audiencia tomara represalias contra él y lo llevó consigo a la villa de Azua, al sur de la isla, cuyos vecinos se regocijaron con su llegada y en cuyas proximidades estableció su residencia.
En 1534 se duele de que le acusen de deslealtad para con la Corona cuando tanto había trabajado, anhelado y suspirado por servir al rey y defender a los indios, hasta el punto de estar dispuesto a morir en el empeño. ¿Hay mayor concatenación de embustes, mentiras, iba a decir estadísticas, pero aún no se habían inventado.?
Mientras la crítica iniversitaria y la extrauniversitaria o pastoral se formulaban y penetraban gradualmente en la conciencia imperial española, fray Bartolomé encontraba, desde su llegada a la capital de Nueva España, la ciudad de México en 1536, un ambiente favorable para emprender una nueva fase de su carrera política. El obispo franciscano de México, fray Juan de Zumárraga y el dominico de Guatemala fray Julián Garcés, así como el presidente de la Audiencia Don Sebastián Ramírez de Fuenleal, eran ya o se hicieron amigos. Otro crítico constructivo de la conquista, el obispo Francisco Marroquín, le nombró vicario de la diócesis y protector de los indios, Con el apoyo del gobernador Francisco de Maldonado, Las Casas, a quien como siempre respaldaban los poderosos dominicos de Nueva España, acometió un nuevo proyecto a favor de los indios que, con la experiencia de los otro fracasos resultó bien.
No lejos de Santiago de los Caballeros, en Guatemala se extendía la tierra indómita de Tezulutlán junto a los ríos que van a parar al golfo Dulce. Esta vez Las Casas no se enfrentó a las autoridades, sino que pactó con ellas y preparó para su penetración pacífica una doctrina en verso redactada en lengua quiché, que difundió entre los indios salvajes a través de una red de vendedores ambulantes de su misma raza. Con el apoyo de varios dominicos y grupos de indios cristianos, fray Bartolomé penetró en el territorio e inició el trazado y construcción de nuevas poblaciones que luego sus compañeros de la Orden consiguieron mantener. Parecía que por fin se había estabilizado, pero no a los pocos meses se le hizo pequeño el territorio. En sus viajes a Santiago de los Caballeros se enfrentó, según su costumbre, con los pobladores españoles, lo cual hizo que el obispo Marroquín le enviara para México, donde recibió de su Orden el encargo de viajar a España para preparar una gran expedición de misioneros.
Llegó a España en verano de 1540, con el prestigio de que por fin un proyecto suyo de penetración y poblamiento pacífico de los indios había salido bien.
Como el Emperador estaba ausente en Flandes, fray Bartolomé se incorporó a la ruta del presidente del Consejo de Indias, cardenal García de Loayza O.P., a quien informó cumplidamente de sus experiencias y denuncias. No encontró ambiente muy propicio porque cuando regresó Don Carlos y Las Casas logró una audiencia en abril de 1542 en Valladolid, donde se reunían las Cortes, denunció las desidia del Consejo de Indias y consiguió que el Emperador ordenase una inspección en el alto organismo. La duda indiana había prendido no solamente en la Corona, sino en la opinión pública española, las cortes acababan de recomendar con urgencia "acabar con las crueldades que se hacían en las Indias contra los indios.
Carlos I venía de Flandes bien informado por el crítico franciscano Trastera, que había viajado desde Nueva España con Las Casas. De acuerdo con la recomendación de las Cortes, el rey ordenó una junta extraordinaria del Consejo de Indias, que presentó a Don Carlos un conjunto de disposiciones firmadas por él en Barcelona el 20 de noviembre de 1542 y que se conocen como Leyes Nuevas. Con ellas, según reconoce Las Casas, el Emperador hizo un gran servicio a Dios en comenzar a remediar aquellas ánimas.
No cabe duda de que fray Bartolomé, presente en la Junta, influyó decisivamente en su desarrollo y en las Leyes. Según varios informes y testimonios sobre diversos excesos y crueldades en la conquista del Perú, reforzados por la doctrina de Francisco de Vitoria, fue lo que hizo dudar al Emperador sobre los motivos éticos de las conquistas. Las Leyes Nuevas marcan un verdadero hito en la crisis moral de la colonización española en América- Las Leyes Nuevas resuelven la dudad indiana sin renunciar a la presencia española en América ni a la soberanía real, ni a las penetraciones en tierras de indios, que deberían de ser pacíficas preferentemente con la licencia de las Audiencias y presencia de sacerdotes y religiosos, según las Ordenanzas de Granada.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La llegada de Las Casas a México hacia agosto de 1536 significó para él, tal vez sin pretenderlo, el inicio de un sendero que lo iba a llevar a la cima del protagonismo que había venido desarrollando hasta su retirada en 1522 y que lo tuvo vedado desde entonces hasta este momento.
Durante la presente etapa, fray Bartolomé volvió a disfrutar de plena libertad de movimientos, a gozar de las máximas facilidades para poner en practica en Guatemala su proyecto de evangelización pacífica y volvió a influir en la adopción de medidas oficiales trascendentales.
En ella, sin embargo, se volvió a cumplir también, al igual que en los momentos estelares disfrutados con Cisneros en 1516, con el canciller Juan Le Sauvage en 1518 y con altos dignatarios flamencos de la corte de 1518 a 1520, el trágico sino de que después de haberlo tenido todo en sus manos, por una razón u otra lo desbarataba.
A juzgar por sus actividades y por sus principales escritos, la idea lascasiana durante la presente etapa es fundamentalmente la misma que la del período anterior, un poco más elaborada, como fruto de su mayor profundización en ella.
Partiendo de la base de que consideraba que la presencia española en América era necesaria y que tenía como objetivo fundamental la conversión y salvación de los indios; junto con los derechos de los indios al buen trato y a la libertad y exención de las encomiendas, lo llevaran a centrar tanto su pensamiento como su acción sobre tres puntos esenciales, ya conocidos en demasía: la evangelización pacífica o sin armas, la prohibición de las conquistas y la abolición de la encomiendas.
Su postura sobre las conquistas armadas la enriqueció en 1542 con la propuesta de que se suprimiera " ese término y vocablo tiránico, mahomético, abusivo, impropio e infernal", con la profundización en el deber y modo como había de proceder en la restitución de los bienes arrebatados a los indios, con la ingenua exposición de cómo se podrían evitar las protestas y desórdenes a los que esta prohibición podría dar lugar y sobre todo con la ponderación y prolija enumeración de las iniquidades perpetradas por los conquistadores recogídas en la Brevísima.
Como novedades dignas de especial mención, merecen destacarse: nombramiento de un procurador o defensor general de los indios y otro en cada región, de que se respetasen los derechos de los caciques a seguir ejerciendo su autoridad, que que la Corona solicitase el asentimiento de los indios para "asentar en aquellas gentes y tierras" sus derechos y que se destacase a Indias a alguien que provisto de las máximas facultades regias y pontificias, subsanase los fallos de la Iglesia indiana y resolviese las dudas que surgieran en el proceso de evangelización.
El México al que llegó Las Casas en 1536 no era ya la ciudad de Santo Domingo de la Española, en la que se respiraba un ambiente claramente hostil hacia él y en la que se encontraba estrechamente vigilado y hasta amordazado.
Por añadidura en México iba a disfrutar de la amistad del provincial de los dominicos, fray Domingo de Betanzos, que fue quien lo indujo a ingresar en la Orden de Predicadores. Además iba a contar con la estimación de los obispos Juan de Zumárraga, franciscano, y Julián Garcés, dominico; hasta el Presidente de la Audiencia, Sebastián Ramírez de Fuenleal, que era amigo suyo desde los tiempos de la Española.
Favorecido por este conjunto de circunstancias y a pesar de que solamente permaneció en la capital mexicana durante la mitad de 1536, Las Casas recibió en ella las muestras de estimación anejas al hecho de que se contara con su presencia en la Junta esclesiástica de México de ese mismo año y de que el Provincial de los dominicos lo nombrara vicario o vicesuperior del convento guatemalteco de Santiago de los Caballeros.
Esta breve estancia también la aprovechó para escribir sobre la cuestión del bautismo de los indios que entonces se convertían en Nueva España, sobre los tributos de los indígenas, donde las conquistas y contra la esclavitud, que había sido permitida de nuevo en 1534.
En su carácter de vicario de convento, a finales de 1536abandonó Las Casas México por Santiago de los Caballeros de Guatemala. Aquí recibió, a comienzos del año siguiente, el nuevo honor de ser nombrado vicario episcopal y protector de indios (cargo anejo a todo prelado) por el obispo Francisco Marroquín, quien se disponía a viajar a España.
En calidad de tal acompañó en la primavera de 1537 al gobernador interino de Guatemala, Alonso Maldonado, en la visita al territorio para tasar y moderar los tributos de los indios, visita ordenada por dos reales cédulas de 1536. Dueño como era de la situación, al menos en parte, Las Casas propuso en abridle 1537atraer de paz a los indómitos y aún no sometidos habitantes indígenas de Tezulutlán o Tierra de Guerra, territorio enmarcado entre los ríos Cobán y Polochic, que desenbocan en el Golfo Dulce. Los vecinos de Santiago de Guatemala consideraban imposible la empresa y Las Casas, con el fin posiblemente de convencerlos de lo contrario, redactó entonces un folleto titulado De la promulgación del evangelio a todos los pueblos.
Para llevar a cabo su propósito y favorecido por sus buenas relaciones con Maldonado, el día 2 de mayo de ese mismo año firmó con él un acuerdo por el que se autorizaba a los dominicos a acometer la empresa, sin que pudiera penetrar en el territorio ningún colono español. El acuerdo fue secreto a fin de evitar el más que posible enfado de los vecinos de Santiago de los Caballeros, quienes preferían el sometimiento de esos indios mediante conquista armada. Ayudado otra vez por cuatro indios volvió a vender su Doctrina Cristiana en lengua quiché. La empresa se inició en otoño de 1537 y duró ocho días estos mismos mercaderes acompañaron a fray Luis de Cáncer, compañero de Las Casas, a Sacapulas, enviado por fray Bartolomé para que predicaran por esa misma región, detrás fue Las Casas, el cual trató de penetrar en Tezulutlán acompañado de fray Pedro Angulo y sesenta indígenas; pero hubo de desistir a pesar de contar con la amistad del cacique Don Juan de Sacapulas.
El regreso del obispo Francisco Marroquín aconsejó a Las Casas a regresar a Santiago de los Caballeros en febrero de 1538. Aquí se enemistó seriamente con los vecinos a causa de sus predicaciones sobre los tributos de los indios, lo que le indujo a volver a Sacapulas. En esta aldea indígena permaneció durante la primavera de 1538, volviendo a mayo a Santiago para verse con el obispo Marroquín, tras lo cual regresó a México para asistir al capítulo provincial de los dominicos. Permaneció hasta febrero de 1539 en que parte para España a fin de organizar una expedición de misioneros.
Si tenemos en cuenta que Las Casas había expresado sus deseos de regresar a España para tratar de resolver de nuevo en la Corte los problemas indianos, punto en el que seguía considerando imprescindible, y con más méritos que nadie, nada impide opinar que el capítulo provincial de México le confiara el encargo a petición propia, pues sabemos también que no mantenía ante los superiores la actitud puramente pasiva que le hemos visto insinuar en 1535.
Con ello nos volvemos a encontrar, inopinadamente tanto para nosotros como para él, con el mismo Las Casas de antaño, no puede olvidar los problemas indianos y no ceja en volver a la Corte a fin de defender sus proyectos. Ateniéndonos a los hechos, da la impresión de que se termina desentendiendo del proyecto de Tezulutlán, que representa la mejor ocasión de llevar a la practica su tesis evangelizadora sin previa conquista armada. Empeorando la situación el hecho de que la Corona había aprobado el proyecto mediante dos reales cédulas de 26 de junio de 1539 y el capítulo provincial de México acababa de destinar a Guatemala a seis nuevos dominicos. En carta al Emperador del 15 de diciembre de 1540 justifica su abandono.
Cuando Las Casas llega a España viene bien provisto de cartas de recomendación expedidas por: El capítulo provincial de México, por cuatro obispos por dos cabilcos y por el adelantado Pedro de Alvarado, gobernados de Guatemala.
Ante semejante peso y circunstancias Las Casas influyó en que Carlos I se decidiera a tomar, en mayo de 1542, dos medidas que ya posiblemente tenía meditadas: la inspección del Consejo de Indias y la convocatoria de una junta extraordinaria para analizar los problemas del Nuevo Mundo.
La inspección del Consejo terminó con la destitución de dos de sus miembros y la sustitución del anciano García de Loaysa en la presidencia de ese alto organismo por el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal.
La Junta extraordinaria concluyó con la firma de las denominadas Nuevas Leyes, en cuyas disposiciones late un espíritu claramente favorable a los indios, tratando de atajar las deficiencias pasadas.
Escena Familiar
 
 
 
 
CAPÍTULO XXX 
Una semana antes de firmar las Nuevas Leyes, Carlos I ofrece al dominico, que había sido el animador de la Junta del Consejo de Indias en Valladolid el importantísimo obispado de Cuzco, la capital incaica sacudida por las convulsiones de la conquista y la guerra civil. Era el puesto clave para poner en práctica las nuevas reformas; pero fray Bartolomé debió de pensar que una cosa es predicar y otra dar trigo, y no se atrevió a marchar a primera línea donde estaba el horizonte real de sus denuncias. Volvió don Carlos a la carga y ofreció luego al dominico el obispado de Chiapa en Guatemala, que fue primero rechazado y luego por fin aceptado en Valladolid cuando empezaba el verano de 1543.
Explicó su aceptación por las presiones que le asediaron en la Corte y en la Iglesia, donde tal vez se pretendía ponerle en la realidad, y por el deseo de consolidar su fundación pacífica de Tezulutlán. Consagrado obispo en Sevilla, llegó a Santo Domingo al frente de una gran expedición misionera de 43 dominicos cuando empezaba el mes de Septiembre de 1544. Allí tropezó con la habitual división de opiniones sobre su persona y las limosnas que afluían al convento dominicano donde se hospedaba cayeron a plomo. Le preocupaban además las graves noticias sobre el rechazo de las Leyes Nuevas en Tierra Firme y tuvo que procurarse un barco de su propio peculio a la vista de que nadie se lo facilitaba. Con él se dirigió a Campeche sin pasar por México, donde temía ser asesinado. Con 37 de sus dominicos caminó luego por tierra a su sede, Ciudad Real de los Llanos de Chiapa, acompañado por una caravana de indios porteadores para llevar sus equipajes, muy voluminosos, lo que fue muy criticado por el apóstol franciscano de la Nueva España, fray Toribio Benavente, más conocido por el nombre indio de Motolinia, que ostentaba con orgullo. En su Ciudad Real inició su episcopado el 12 de marzo de 1545.
Su episcopado solamente duró veinte meces. Fue bien recibido en su fundación india de Tezulutlán, pero sólo allí; en el resto de su vastísima diócesis las autoridades y vecinos españoles le hicieron la vida imposible en medio de la tormenta contra las Leyes Nuevas, cuya inspiración le atribuían todos, porque estaban bien informados. Empezó muy mal, al exigir a sus feligreses que le denuciasen los defectos y mal comportamiento de sus sacerdotes; las autoridades de su sede episcopal se negaron a recibirle oficialmente, lo cual en la España del siglo XVI era un cataclismo; quitó las licencias de confesar a todos los sacerdotes menos a uno; encarceló al deán de la Catedral y se enfrentó duramente con el de la audiencia de los Confines, su viejo conocido Maldonado, a quien intimó el cumplimiento de las Leyes Nuevas so pena de excomunión. La Audiencia le respondió con respeto, pero con firmeza, recabando la independencia del poder civil frete al eclesiástico; los vecinos de la sede episcopal se alzaron contra el obispo, que hubo de refugiarse de convento en convento hasta que aceptó la providencial invitación del visitador de Nueva España para que participase en una junta de obispos a celebrar en México. El Virrey, sin embargo, retrasó la llegada del belicoso prelado, por temor a que dominase la junta de obispos y provocase un levantamiento en plena resaca de las Leyes Nuevas.
Cuando por fin Las Casas entró en la capital de Nueva España, los demás obispos le frenaron, por lo que creó al margen de la junta episcopal otra de religiosos que jaleaban sus tesis hasta que se empezaron a hartar de él y le dejaron solo; es posible que este desvío influyera en fray Bartolomé para redactar unos explosivos Avisos y reglas para los confesores; en los que incluyó una tesis tan radical que luego le acarrearía graves disgustos en España: "Todo lo hecho en las Indias hasta ahora, ha sido moralmente injusto y jurídicamente nulo", exabrupto que se interpretó como una descalificación de las Bulas alejandrinas y de la soberanía real en el Nuevo Mundo, lo cual evidentemente Las Casas negó haberlo dicho.
Al clausurarse la junta episcopal de México, el obispo de Chiapa no volvió a su diócesis, sino que embarcó con destino a la Corte, donde se movía con mucha más soltura y satisfacción. Su fracaso como obispo era más que palmario, era estrepitoso.
Fray Bartolomé se presenta en Aranda de Duero en donde estaba en ese momento la Corte, cuando hacía más de tres meses que había abandonado ilegalmente su diócesis, El Presidente de la Audiencia Alonso Maldonado se extraña de que nadie pidiese cuentas por este abandono. Pero el rey-emperador mantenía su aprecio por el obispo dominico, a cuyos informes se debió sin duda la destitución fulminante de Maldonado.
Las Casas se movía a sus anchas en la política cortesana, estaba claro. Consiguió un merecido apoyo para su fundación de Tezulutlán, hábilmente esgrimida como su gran éxito, sin añadir que era el único y que no se debía precisamente a su presencia, sino a sus compañeros de Orden; logró también apoyo para otro proyecto en el que no participó, la penetración pacífica y la evangelización de la Florida. Se sabe que a ruego de los otros obispos y religiosos de las Indias, las Leyes Nuevas estaban ya por entonces heridas de muerte, por lo que fray Bartolomé no pudo hacer nada para urgir su cumplimiento, en cambio si que consiguió ahogar en flor la publicación de un libro del sacerdote y humanista Juan Ginés de Sepúlveda, Democrates alter , en el que defendía la licitud de la conquista armada dentro de ciertas condiciones. Ambos discutieron sus tesis en la Universidad de Alcalá y tanto ésta como la de Salamanca vetaron el libro. Las Casas reclamaba para sí toda libertad, pero coartaba la de sus adversarios. Entonces Sepúlveda denunció a Las Casas por sus Avisos y reglas para confesores. El Consejo Real respondió duramente al obispo de Chiapa cuyo manuscrito corría como la pólvora a base de copias manuscritas secretas.
El fracaso episcopal, el hundimiento de la Leyes Nuevas, en cuanto a la supresión gradual de las encomiendas, el secuestro de sus avisos para confesores, la hostilidad creciente hacia su persona y su obra, el peso sobre su conciencia—sería la primara ves que lo tuviera—del abandono arbitrario de su diócesis todo ello se debatía en la cabeza de fray Bartolomé que en agosto de 1550 se le veía viejo y cansado, como revelara el propio emperador.
Por ello, y seguramente bien aconsejado, renunció a su diócesis en ese mismo mes de agosto de 1550, la corona le aceptó la renuncia inmediatamente, el 11 de septiembre. Tenía 63 años.
 


 
CAPÍTULO XXXI
 
 
 
LAS CASAS SE RETIRA A LA HISTORIA.
Aunque fray Bartolomé había renunciado a su diócesis, pero según la Iglesia seguirá siendo obispo hasta la muerte y según su vocación y temperamento se mantendría en el centro de la polémica.
Cosechará su más amplio triunfo, si bien al duro precio de convertirse, seguramente contra su voluntad, aunque no contra sus hechos, en fuente principal para la leyenda negra contra España, su patria. Hasta su retirada de la actividad pública en 1556 le quedaban aún seis años intensos y controvertidos, en los que ya no regresó a las Indias. Probablemente ahora comenzaba a arrepentirse del exabrupto que lanzó en 1555, cuando dijo" no había de quedar hombre español en las Indias, bastaría con establecer una guarnición de 300 hombres en México y de 500 en Perú" (P.Borges).
Es seguramente el último de sus grandes disparates.
El 15 de agosto de 1550, coincidiendo con la renuncia de Bartolomé de Las Casas a su sede se iniciaron las sesiones de la nueva Junta de Valladolid, con dos estrellas invitadas: Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de Las Casas. Entre los miembros de la Junta figuraban tres grandes teólogos dominicos: Melchor Cano, Domingo de Soto y Bartolomé Carranza. La presencia de los grandes discípulos de Francisco de Vitoria aseguraba ya el influjo de la Escuela de Salamanca en la orientación de las indias. Domingo de Soto matizó el planteamiento de la Junta: el problema a tratar era " Si era lícito que la conquista precediese a la evangelización como un medio de proceder a una anexión política que facilitase la difusión del evangelio". Sepúlveda naturalmente respondió afirmativamente; Las casa en contra. Uno y otro fueron esgrimiendo cada cual sus apologías y fray Bartolomé tuvo muy presente su catálogo de atrocidades ya redactado y listo para imprimir como de hecho hizo al año siguiente: la famosa y descabellada Brevísima Relación sobre la destruición de las Indias.
Sepúlveda se atuvo al tema, expuso sus ideas con precisión, evitó descalificaciones personales y reafirmó los derechos de la Corona al descubrimiento y conquista incluso armada. Las Casas se salió del tema cuantas veces le dio la gana, no sabía que responder; pero sin embargo buscó teatralmente efectos espectaculares, atacando agriamente, como sólo los clérigos saben hacer, quedando como lo que era; los notables adversarios que tenía enfrente se atribuyeron la victoria, sin que les faltase razón para ello.
En la segunda sesión, celebrada al año siguiente con presencia de un testigo muy especial: el Licenciado Pedro de la Gasca, que venía de pacificar el Perú; la junta decidió que las conquistas violentas " eran peligrosas para la conciencia real" y por lo tanto era preferible en todo caso la penetración y anexión pacífica; lo que satisfacía a Las Casas; pero de hecho las nuevas instrucciones del rey en 1556 al virrey del Perú cancelaban la prohibición contra las entradas, recomendaban la penetración pacífica con evangelización simultánea, pero permitían el uso de la fuerza armada si los indios impedían la predicación y la nueva presencia española, de acuerdo con las tesis de Sepúlveda, que con razón se había identificado con Francisco de Vitoria en este punto clave.
En septiembre de 1556 se celebró en Londres una Junta. Las Casas no fue invitado, por lo cual profirió una dura protesta contra una tan importante Junta fuera de España; pero su exclusión marcaba ya su ocaso y forzó la retirada de la vida pública ese mismo año.
Fray Bartolomé de Las Casas se retiró al colegio vallisoletano de San Gregorio, no para descansar sino pare seguir su lucha por otros medios. Para colmo se quedó sordo, por lo tanto el llevarle la contraria no servía de nada, o no se enteraba o hacía ver que no se enteraba. Cuentan que sus confesiones fueron célebres; entregó su alma en el convento dominicano de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid el 18 de julio de 1566, tenía 82 años.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXXII 
 
 
 
BARTOLOMÉ LAS CASAS VISTO POR D. RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL.
Menéndez Pidal. R. El padre Las Casas; su doble personalidad. Madrid 1963.
Las Casas fue el hombre más admirador de sí mismo que haya existido, se pasó la vida alabando sus propias virtudes, su intelecto y sus grandes hechos. A la vez reniega de los que no piensan como él, y estos eran innumerables, tanto que llega a ser toda España, pues él piensa de modo diverso a todos. El, cuando se alaba como cuando acusa, lo hace con ignata habilidad, la cual estriba en que él no suele inventar sucesos , únicamente los altera con apasionada convicción...
Se califica a Las Casas de gran pensador y su pensamiento abunda en irracionales contradicciones y en vanas fantasías; se le llama Apóstol de las Indias y no predicó a los indios, se le equipara a San Pablo y además de no evangelizar se pasó la vida pisoteando la caridad paulina.
Ni era santo ni era impostor, ni malévolo ni loco; era sencillamente un paranoico. La realidad es que en el sacerdote Las Casas coexisten, de una manera habitual , no sólo las acciones buenas con las simplemente defectuosas, sino las acciones virtuosas con las anticristianas y perversas, Entonces para exculpar la total falta de caridad, la falsedad monstruosa y contumaz en un hombre de vida religiosamente ascética, no hay que recurrir al escamoteo de la verdad practicado por Quintana y por todos los demás biógrafos; hay que recurrir a la única explicación posible, la enfermedad mental...
Según el proyecto vulgar que utilizo como profano(y que tendrá, bien lo sé, mucha imprecisión técnica) el paranoico no es un loco, no es un demente privado de normal raciocinio; todos sus juicios son normales, salvo los relacionados con una idea fija preconcebida, los cuales son fatalmente falseados, sistematizados para conformarlos con el preconcepto. La idea fija de Las Casas, muchas veces repetida, la que informa todos su escritos, pero que no sea tenida en cuenta por ningún biógrafo, es que todo lo hecho en las Indias por Colón y por todos los españoles, todo es diabólico, todo hay que anularlo, hay que volverlo a hacer de nuevo, mientras que todo lo hecho por los indios es bueno y justo...
Algunos enfermos mentales padecen delirios proféticos: Las Casas es uno de ellos, que al ver que no consigue anular lo hecho por España en América, profesa la anulación de España.
No fue el clérigo-fraile un pensador; fue un propagandista. Fue un eficacísimo propagandista de ideas ineficaces. Inventando gravísimos pecados y enormes maldades para la satisfacción de erigirse en profeta del castigo celeste, quiso presentarse como personificación de la justicia debida al orbe indiano, y lo consiguió.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXXIII(Entresacado de la carta ) Documento Nº 1
 
 
S.C.C.M. – Gracia y misericordia e paz a Deo patre nostro et Dno. Jesu-Spo.
Tres cosas principalmente me mueven a escribir ésta a V.M., y creo que serán parte de los escrúpulos que el de las Casas, obispo de Chiapa pone a V.M. y a los de vuestros Consejos, y más con las cosas que agora escribe y hace imprimir.
La primera será hacer saber a V.M. cómo la principal señoría de esta Nueva España, cuando los españoles están en ella entraron, no había muchos años que estaba en México o en los mexicanos; y como los mismos mexicanos lo habían ganado o usurpado por guerra; porque los primeros y propios moradores de esta Nueva España era una gente que le llamaban chichimecas y otomíes, y estos vivían como salvajes, que no tenían casas sino chozas y cuevas en que moraban. Estos ni sembraban ni cultivaban la tierra y su mantenimiento eran yerbas e raíces y las frutas que encontraban, cazaban con sus arcos y flechas, la carne seca al sol la comían. Después de pasados muchos años vinieron los indios llamados mexicanos, este nombre lo tomaron por un ídolo o principal dios que consigo trujieron, que se llamaba Mexitle y por otro nombre que se llamaba Texcatlipuca, este fue el ídolo que más generalmente se adoró en toda esta tierra, delante del cual fueron sacrificados muy buenos hombres.
Sepa V.M. que cuando el Marqués del Valle entró en esta tierra, Dios Nuestro Señor era muy ofendido, y los hombres padecían muy cruelísimas muertes, y el demonio nuestro adversario era muy servido con las mayores idolatrías y homecidios más crueles que jamás fueron: porque el antecesor de Moctezuma señor de México llamado Ahuitzoci ofreció a los indios en un solo templo y en un sacrificio que duró tres o cuatro días, ochenta mil cuatrocientos hombres, los cuales traían a sacrificar por cuatro calles en cuatro hileras hasta llegar delante de los ídolos al sacrificadero.
No tiene razón el de las Casas de decir lo que dice y escribe y emprime, y adelante porque será menester yo diré sus celos y sus obras hasta donde llegan y en qué paran si acá ayudó a los indios o los fatigó. Y a V.M. homildemente soplico por amor de Dios, que agora que el Señor ha descubierto tan cerca de quí la tierra de la Florida que desde el río de Pánuco que es de esta gorbernación de México, hasta el río Grande de la Florida se compadezca de aquestas ánimas y se duela de las ofensas que allí le hacen a Dios e impida los sacrificios e idolatrías que se hacen a los demonios y mande ala mayor brevedad posible a un Capitán de la Santa Iglesia para dar orden y que se predique el santo Evangelio. Y no por la manera que el de las Casas ordenó que no se ganó más que de echar en costa a V.M. de dos o tres mil pesos de aparejar y promover un navío y acá tenían que contar como se habían escapado. Y no tiene V.M. mucho que gastar ni mucho que enviar de allí de España. Y esta salida de gente conviene mucho para esta tierra, porque se dé una puerta para la mucha gente que hay ociosa, cuyo oficio es pensar y hacer mal. Y esta es la segunda cosa que yo, pobre, de parte de Dios a V.M suplico.
La tercera cosa es rogar por amor de Dios a V.M. que mande ver y mirar a los letrados, así de vuestros Consejos como a los de las Universidades, si a los conquistadores, encomenderos y mercaderes de esta Nueva España están en estado de recibir el sacramento de la penitencia y los otros sacramentos, sin hacer instrumento público por escritura y dar caución jurada, porque afirma el de las Casas que, sin estas y otras diligencias, no pueden ser absueltos; y a los confesores pone tantos escrúpulos que no falta sino ponellos en el infierno. Y si es menester esto se consulte con el Santo Pontífice, porque nos aprovecharía a algunos que hemos bautizado cada cual a más de trescientas ánimas y si ahora por haber confesado a diez o doce conquistadores, ellos y nosotros hemos de ir al infierno.
Dice el de las Casas que todo lo que acá tienen los españoles, todo es mal ganado, aunque no haya habido por granjerías; y acá hay muchos labradores y oficiciales y otros muchos que por su industria y sudor tienen de comer. Y para que mejor se entienda como lo dice o lo imprime, sepa su V.M. que puede haber cinco o seis años, que por mandato de V.M. y de vuestro Consejo de Indias me fue mandado que recogiese ciertos confesonarios que el de las Casas dejaba acá en esta Nueva España, escriptos de mano, de entre los frailes, e yo busqué todos los que había entre los frailes menores y los di a don Antonio de Mendoza, nuestro visorey, y el los quemó porque en ellos se contenían dichos y sentencias escandalosas.
Yo me maravillo cómo V.M. y los de vuestros Consejos han podido sufrir tanto tiempo a un hombre tan pesado, inquieto e inoportuno y bullicioso y pleitista, en hábito de religioso, tan desasosegado, tan mal criado y tan injuriador y perjudicial y tan sin reposo. Yo, ha que conozco al de las Casas quince años, primero que a esta tierra viniese, y él iba a la tierra del Perú, y no pudiendo allí pasar, estuvo en Nicaragua, y no sosegó allí mucho tiempo, de allí vino a Guatemala y menos paró allí, después estuvo en la nación de Guaxaca, tampoco reposó allí mucho tiempo, de allí vino a Guatemala, en donde tampoco paró y por fin aparece en México; estuvo en el monasterio de Santo Domingo, del que pronto se hartó, tornando a vaguear y andar en sus bullicios y desasosiegos, siempre escribiendo procesos y vidas ajenas, buscando los males y delitos que por toda esta tierra habían cometido los españoles, para encarecer todos los males y pecados que han acontecido.
Siempre anduvo desasosegado, procurando negocios de personas muy principales y lo que allá negoció fue venir obispo de Chiapa; y como aquí no cumplió lo que acá prometió negociar, el padre fray Domingo de Betanzos que lo tenía bien conocido, le escribió una carta bien larga, y fue pública, en la cual le declaraba su vida y sus desasosiegos y bullicios y los perjuicios y daños que con sus informaciones y celos indiscretos había causado por doquiera que andaba, especialmente como en la tierra del Perú, había sido causa de muchos escándalos y muertes. Y agora no cesa allá do está de hacer lo mismo, mostrándose que lo hace con celo que tiene a los indios.
Habrá cuatro años que pasaron por Chiapa y su tierra dos religiosos y vieron como por mandato del de las Casas, aún en el capítulo de la muerte no absolvían a los españoles que pedían la confisión, ni había quien bautizase a los niños hijos de los indios que por los pueblos buscaba el bautismo y estos frailes bautizaron muy muchos. Los encomenderos se procuraron el traer frailes para enseñar a los indios y administrar los santos sacramentos y los encomenderos proveen de mantenimiento, vestuario y ornamentos a dichos freiles y no es maravilla que el de las Casas no lo sepa, porque él procuró no saberlo, porque él procuró de saber solo lo malo y no lo bueno ni tubo sosiego en esta Nueva España ni deprendió lengua de indios ni se humilló ni aplicó a les enseñar.
Cuando algún obispo renuncia al obispado para dejar una iglesia que por esposa recibió, tan grande obligación, y mayor, es él vinculo que a ella tiene que a otra profesión de más bajo estado; y así se da con gran solemnidad. Y para dejar desamparada, grandísima causa ha de haber, y donde no la hay, la tal renunciación más se llama apostasía y apostatar del alto y muy perfecto estado obispal, que no otra cosa. Y si fuera por causa de muy grandes enfermedades o para meterse en un monasterio muy estrecho para nunca ver hombre ni negocios mundanos, aún entonces no sabemos si delante de Dios está muy seguro el tal obispo; más, para hacerse procurador en corte y para procurar, como agora procura, que los indios le demanden por proptetor, cuando la carta en que aquesto demandaba se vio en una congregación de frailes menores todos se rieron de ella y no tuvieron que responder ni de que hablar de tal desvarío; y también procura que de acá le envíen dineros y negocios.
También dice que todo cuanto los españoles tienen, cosa ninguna hay que no fuese robada. Y en esto injuria a V.M. y a todos los que acá pasaron, sí a los que trujeron haciendas como a otros muchos que las han comprado y adquirido justamente. Y el de las Casas los deshonra por escripto y por carta impresa. Pues ¿cómo? ¿así se ha de infamar por un atrevido una nación española con su príncipe, que mañana lo leeran los indios y las otras naciones?
Quisiera yo ver al de las Casas quince o veinte años, perseverar en confesar cada día diez o doce indios enfermos llagados y otras tantos sanos, viejos, que nunca se confesaron y entender entre otras muchas, espirituales, tocantes a los indios.
Después de lo arriba dicho vi y leí un tratado que el de las Casas compuso sobre la materia de los esclavos hechos en esta Nueva España y en las Islas, y otro sobre el parecer que dio sobre que si había repartimiento de indios.
El primero dice haber compuesto por comisión del Consejo de Indias, y el segundo por mandato de V.M. que no hay hombre humano, de cualquier nación, ley o condición que sea, que los lea, que no cobre aborrecimiento y odio mortal y tenga a todos los moradores de esta Nueva España por la más cruel y más abominable y más infiel y detestable gente de cuantas nasciones hay bajo el cielo. Y en esto paran las escripturas que se escriben sin caridad y que proceden del ánimo ajeno de toda piedad y humanidad. Y Dios Perdone al de las Casas que tan gravísimamente deshonra y disfama y tan terriblemente injuria y afrenta una y muchas comunidades, y una nación española, y a su príncipe y Consejo con todos los que en nombre de V.M. administran justicia en estos reinos. Y si el de las Casas quiere confesar verdad, a él quiero por testigo cuántas y cuán largas limosnas halló acá y con cuanta humildad soportaron su recia condición y como muchas personas de calidad confiaron de él muchos e importantes negocios; ofreciéndose guardar fidelidad, diéronle mucho interese, y en apenas en alguna cosa, guardó lo que le prometió, de lo cual, entre otros muchos, se quejaba el siervo de Dios fray Domingo de Betanzos en la carta ya dicha.
Bastar debiera al de las Casas haber dado su voto y decir lo que sentí cerca del encomendar los indios a los españoles y que le quedara por escripto, y no lo imprimiera con tantas injurias deshonras y vituperios. Sabido está qué pecado comete el que deshonra y difama a uno; y más el que difama a muchos; y mucho más el que difama a una república y nación. Si el de las Casas llamase una vez a los españoles y moradores de esta Nueva España, de tiranos, y ladrones y robadores y homecidas y crueles salteadores, cien veces pasaría; pero llamárselo cien veces ciento, más de la poca caridad y menos piedad que en sus palabras y escrpturas tiene –y además de las injurias y agravios y afrentas que a todos hace--, por hablar en aquella escriptura con V.M. fuera mucha razón que se templara y hablara con alguna color de humildad. Y ¿qué pueden aprovechar y edificar las palabras dichas sin piedad ni humanidad? Por cierto poco.
Yo no sé por qué razón, por lo que uno hizo, quiera el de las Casas condenar a ciento; y lo que cometieron diez, por qué lo ha de atribuir a mil y difama cuantos acá han estado y están. ¿Dónde se halló condenar a muchos buenos por pocos malos?. Si el Señor hallara diez buenos en el tiempo de Abraham t de Lot, perdonara a muchos. ¿Cómo? Porque en Sevilla y en Córdoba se hallan algunos ladrones y homecidas y herejes, ¿los de aquellas ciudades son todos ladrones, tiranos y malos. Pues no ha tenido México Tenochtitlán menos obediencia y lealtad a su Rey con las otras ciudades y villas de Nueva España. Y es mucho más de agradecer cuanto más lejos está de su Rey.
Y no hay aquel descuido ni tiranías que el de las Casas tantas veces dice, porque, gloria sea a Dios, acá ha habido en lo espiritual mucho cuidado y celo en los predicadores y vigilancia en los confesores, y en los que administran justicia, obidiencia par ejecutar lo que a V.M. manda cerca del buen tratamiento y defensión de estos naturales.
En el tratado que imprimió el de las Casas, --(aquí por primera vez le llama Casas o Casaus, seguramente es una estratagema del propio Las Casas para tratar de ocultarse, y de esta manera la culpa, que siempre es negra, se la queda otro; pero esto ha confundido al menos a dos catalanistas (de pota blava) y que posteriormente se afanan en hacerlo catalán, como si no tuviera bastantes problemas el desgraciado de Las Casas,--entre otras cosas principalmente yerra en tres, esto es, en el hacer de los esclavos, en el número y en el tratamiento.
Cuando al hacer de los esclavos en esta Nueva España, pone allí trece maneras de hacellos, que una ninguna es así como él escribe. Bien parece que supo poco de los ritos y costumbres de los indios de esta Nueva España. En aquel libro que dio, en la cuarta parte, en los capítulos 22 y 23, se hallaran once maneras de hacer esclavos, y aquellas son las que dimos al obispo de México. Tres o cuatro frailes hemos escrito de las antiguallas y costumbre que estos naturales tuvieron e yo tengo lo que los otros escribieron, y porque a mí me costó más trabajo y más tiempo, no se maravilla que lo tenga mejor recopilado y entendido que otro.
Así miso dice de los indios esclavos que se hacían en las guerras y gasta no poco papel en ello. Y en esto también paresce que sabe poco de los que pasaba en las guerras de estos naturales, porque ningún esclavo se hacía en ellas ni rescataban ninguno de los
que en las guerras prendían, más todos os guardaban para sacrificar, porque era la gente que generalmente se sacrificaba por todas estas tierras. Muy poquitos eran los otros que sacrificaban, siendo tomados en guerra, por lo cual las guerras eran muy continuas, porque, para cumplir con los crueles dioses y para solemnizar sus fiestas y honrar sus templos, andaban por muchas partes haciendo guerras y salteando hombres para sacrificar a los demonios y ofrecerles los corazones y sangre humana. Por la cual causa padecían muchos inocentes, y no parece ser pequeña la causa de hacer guerra a los que ansí oprimen y matan a los inocentes, y éstos con gemidos y clamores demandaban a Dios y a los hombres ser socorridos, pues padecían muerte tan injustamente. Y esto es una de las causas, como V.M. sabe, por la cual se puede hacer guerra.
Cuando al número de esclavos, en una parte pone que se habrán fecho tres cuentos de esclavos, en otra dice que cuatro cuentos. Por tanto siempre es mentira el número, nunca pasaron de los ochenta mil en una sola redada.
Los españoles comenzaron a enseñar y llevar a las iglesias a sus esclavos a bautizar y a que se enseñasen, y a los casar; y los que esto no hacían no los absolvían. Y muchos años ha que os esclavos y criados de los españoles están casados in facie ecclesiae. E yo he visto muy muchos, así en lo de México, Guaxaca y Guatemala, como en otras partes, casados con sus hijos e sus casase su peculio, buenos cristianos y bien casados. Y no es razón de que el de las Casas diga que el servicio de los cristianos pesa más que cien torres y que los españoles estiman en menos los indios que las bestias y aún que el estiércol de las plazas. Parésceme que es gran cargo de conciencia atreverse a decir tal cosa a V.M.
De Tlaxcala, a 2 de Enero de 1555.Humilde siervo y mínimo capellán de V.M. Motolinia, Fr. Toribio.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO XXXIVTítulo que se estampa en la portada de los libros no siempre anticipa la idea del contenido de sus páginas ni revela los propósitos del autor. Á veces es inapropiado el reclamo con que aquel excita a la tentación del lector, y a veces extravía distrayéndola, como ocurre en la obra en que me voy a ocupar.
D. Genaro García no se ha propuesto, a lo que me parece, ni estudiar ni deducir el C Carácter de la Conquista Española de América, para lo que hubiera tenido que hacer compulsa escrupulosa de cuanto se ha escrito sobre la materia, que no es poco; describir ante todo las regiones conquistadas; de su modo social de ser, de su vida, creencias, costumbres, recursos, gobierno; de cuanto es necesario a su conocimiento, y emprendida igual investigación de la nación conquistadora, tratar de los orígenes del suceso, de cómo se realizó, por quienes, con qué plan e idea, hasta legar al resultado que produjo.
Pues bien; de los pueblos americanos nada dice el autor, los supone conocidos y juzgados suficientemente. Del pueblo español extiende, en cambio, tanto la consideración, que la lleva a los tiempos de la dominación romana y la continúa a través de los periodos históricos a fin de mostrar cómo se fue consolidando el carácter de los íberos, y poner de relieve las condiciones de los que pasaron a América en cuerpo.
Trata, pues, de fallar pleito como abogado de una de las partes, sin oír los alegatos de la contraria, que a tanto equivale el plan constantemente seguido, de elegir, truncar y coser con hilo de su fábrica—nada fino por cierto—textos de determinados escritores, con exclusión de los que no convienen a su objeto.
El mismo lo indica: de historias de extranjeros como las de Prescott y Robertson, no hay que fiar; de las que trabajaron autores mexicanos: Bustamante, Riba Palacios, Orozco, Chaveropor ligeros unos, por ofuscados otros, por rutinarios los que más, tampoco se puede sacar sustancia, y no se diga nada de los de especie clerical, que no son dignos de mención. Es de advertir que la peor de todas es la del mentecato D. Antonio de Solís (páginas 246 y 445).
Historiadores hay muchos; de los que el Sr. García cataloga y pone al final de su libro, puede adquirirse copiosa lección; sin embargo, él está por los primitivos Oviedo Martir de Anglería, López Gómara, Díaz del Castillo, Cortés, Herrera, le satisfacen y bastan, por las minucias, las competencias, las cuestiones y aún los chismes que consignan, que es lo que se ha complacido en forma caudal.
Dicho queda que los textos aparecen de tal manera compuestos y presentados, que a verlos los que escribieron, repetirían, seguramente que en el credo católico puede leerse:
" Poncio Pilatos fue crucificado, muerto y sepultado..."
Mas ha de tenerse en cuenta que modificar tales textos es de todo punto necesario, en opinión del compilador, si ha de rendirse tributo a la verdad, a la justicia y a la memoria ultrajada de los infortunados indígenas, porque la historia de la conquista está groseramente falseada; es serie de panegíricos encomiásticos para los conquistadores y de acerbas diatribas para los vencidos. Aún después de la independencia de aquellos países se han ocultado los documentos, haciendo de la conquista un cuadro engañoso, en que las figuras de los españoles, aunque un tanto relajadas, aparecen colosales todavía (páginas 4 a 10).
Insisto en que D. Genaro García no ha tenido la intención de estudiar ni deducir el carácter de la conquista española de América; el título equívoco y las generalidades de que se vale, no quitan que sea México, o la Nueva España, el objetivo de su libro, ni el recuerdo de cosas pasadas, que su pensamiento acaricie las futuras, que si no me equivoco. Veamos el modo.
Anticipé que trata del pueblo español desde la dominación romana, y no más atrás, porque le importa la constancia de haber sido sus provincias de las primeras del mundo que abrazaron el cristianismo, verificándolo—dice – con fervor o exceso, que provocó la persecución de los Emperadores.
Venidos los godos, la intransigencia religiosa se acentuó más; el clero infundió el odio inextinguible a cualquier otra creencia, utilizando las costumbres groseras y la brutalidad de instintos de este pueblo, dócil instrumento de la ignorancia.
Por un momento cambió plenamente el aspecto de la patria al invadir los moros. Destruida la monarquía gótica, bajo la dominación liberal mahometana, progresó España, iniciándose el periodo más glorioso de su civilización. Pero aún siendo los árabes caballeros ( no sé quien le dijo a este que fueron árabes; había de todo menos árabes), no trascendió su hidalguía a aquellas gentes. (no es verdad). Bajo el cetro de los reyes de Asturias reapareció el espíritu religioso, mezcla peregrina de odio ciego y de falsa piedad, hasta aniquilar el progreso alcanzado. Él catolicismo desarrolló y exacerbó de manera inaudita la crueldad española y esta se manifestó con frecuencia, desligada de la idea o sentimiento religioso, constituyendo rasgo psicológico peculiar de la raza.
Sigue el Sr. García reinventado la historia de España.
Buena prueba de ello suministra el Cid, que sirviendo a moros y cristianos fue cruelísimo; Alfonso I de Aragón, que no le iba a la zaga, siendo gran católico; el rey Fernando III, cuyo proceder inconcebible con los infieles, sirvió para que la plebe comenzase a mirarle como santo, para que más tarde le canonizase la Iglesia.
¿Por qué Alfonso X fue aborrecido? Por su mansa condición y el apego a las letras, cualidades ambas abiertamente contrarias al espíritu turbulento y obscurantista de la nación.
Ni Jaime I de Aragón ni Enrique III de Castilla se le asemejan; sus resoluciones de matanza general de judíos les hicieron populares, como lo fueron los reyes Fernando e Isabel, autores de la expulsión de aquellos trabajadores e industriosos, despojados de sus bienes; instauradores de la Inquisición, que, quemando y confiscando encarnaba en el pensamiento y en la conciencia de las masas.
Carlos V no amenguó en un ápice la fanática crueldad del pueblo: Felipe II su hijo, la acrecentó si cabe, acabando de matar el progreso intelectual. " Naturalmente la falta de cultura, las costumbres groseras y la preponderancia del militarismo, fueron fecundos abonos para que el fanatismo cundiese inficionándolo todo"(pag 33).
La salvaje atrocidad de D. Juan de Austria en la guerra de los moriscos de granada lo proclama.
Estos precedentes, por los que rápidamente paso, señalan, al parecer del autor, los rasgos principales del carácter nacional. De muy atrás admitía no haber cosa más meritoria ante Dios que el exterminio de infieles; fácil era, por tanto, predecir que el proceder de los conquistadores de América era despiadado.
Llegada oportunidad de reseñar el descubrimiento, sin dejar el Sr. García su sistema de citas y referencias, lo extrema, incurriendo en deslices que no pueden pasar sin denuncia de falsedad notoria. Sirvan de ejemplo éstos:
" No fue posible encontrar número suficiente de personas que quisieran acompañar a Colón en su viaje. La empresa se habría retardado, indefinidamente, si Fernando e Isabel, por real provisión, no hubiesen animado a todos los criminales a que emigrasen, concediéndoles amplio indulto... El descubrimiento de América quedó encomendado, por tanto, a una turba de facinerosos de la peor especie (pag 42 –43".
Otras providencias análogas hicieron que afluyesen a las india "casi todos los criminales de España (pag 43)".
En el número incluye a los eclesiásticos, que adolecían de la depravación moral de los seglares y que les excedían en sórdida codicia, móvil general de todos. Prelados, Clérigos y Frailes, si en algo competían eran en exprimir a los indios y acaparar riquezas.
Así mismo pone en la lista a los caudillos sin excepción alguna. Cristóbal Colón y su hermano Bartolomé, que no eran españoles ( nacieron en la Génova Hispana), pero que participaban de sus malas cualidades, quizá por ser católicos (eran judíos) iniciaron la conquista en la Isla la Española, considerando a los indígenas como animales o cosas sin valor. Tratároslos con la más horrible inhumanidad, esclavizándolos, quemándolos, despojándolos de cuanto poseían.
Otro tanto ejecutaron los que seguían sus pasos: Ojeda, La Cosa, Bobadilla, Nicuesa, Ponce de León, Velázquez; iban a buscar oro matando; conquistaban según la usanza española, quemando a los caciques y allanando a las provincias(pag266). Todos aquellos facinerosos daban grandes pruebas de cristiandad: oían misa, confesaban y comulgaban, tomaban aliento y fuerza en la religión para entregarse desenfrenadamente al despojo y a la carnicería (pag 273). Hernando de Soto que no hizo en la Florida más que devastar, dio señales de ardientísimo cristiano (pag. 117). Núñez de Balboa, cruelísimo en la rapiña, descubridor del Mar del Sur merced a los indígenas, por ferviente católico fue reputado en España digno de honor.(pag, 124). Después de todo, fácil era a los españoles comprar con el oro que robaban, absoluciones p, papeles y purgados con ellas de todos sus anteriores crímenes, quedaban en aptitud para cometerlos de nuevo con entero desahogo (páginas 262-326).
Hernando Cortés merece, naturalmente, privilegiada atención al autor, que rectifica las apreciaciones de los anteriores.
Se ha ponderado tanto su valor, que le parece necesario rebajar bastante y colocarlo en su justa medida. Como los conquistadores todos en general, tendía en sus relaciones a enaltecer los propios méritos, contándolos a cada paso en lucha con miles y miles de enemigos (pag 153). En realidad la conducta de este capitán ruin y malicioso, avaricioso criminal fiel de la observada por Atila, el azote de Dios, que se vanagloriaba de que la hierba no crecería más donde su caballo había pisado: " entre ambos devastadores del linaje humano había, sin embargo, una diferencia profunda, a saber: que Atila fue un bárbaro del siglo V, y Cortés un letrado del siglo de oro (pag 172).
Aún hay otra, me parece a mí, no tan pequeña que haya podido escapar a la penetación del Sr. García. Atila invadió a Europa a la cabeza de 500.000 soldados, mientras que a 500 no llegaban los de Cortés al llegar a las playas de un imperio que contaba con 16.000.000 de habitantes, y desguazar las naves que los habían conducido para no tener motivo de arrepentimiento. Las cifras son tanto más de notar viendo entre los cabos sueltos del autor, declaración de que el pueblo mexicano había sido siempre heroico y siempre invencible; había fundado el imperio más vasto y floreciente del Nuevo Mundo (pag. 161), e implantado la esplendorosa civilización que los españoles destruyeron. (pag. 9).
No se conforma el autor con las narraciones hasta ahora conocidas de la vandálica empresa; la exorna por sí propio, valiéndose, por supuesto, del testimonio de los historiadores primitivos, de los cuales, por rareza, ha transcrito que los habitantes de Cempoala, Totonaca, Tlaxcala, Texcoco y otros pueblos o regiones más, recibieron a Cortés amistosamente, quejándose de que Motecuhzoma, emperador, que se hacía adorar como dios, les tomaba el oro ---Dulcifiquemos el verbo --- les oprimía, les tiranizaba de forma que no lo podían aguantar.
Lo que omitió el Sr. García es que además les hacía frecuente guerra con objeto de tomar prisioneros para sacrificarlos al ídolo Huitzilopochtli en solemnidad de las fiestas cívicas y palatinas.
De uno de los referidos historiadores primitivos, de Andrés de Tapia, pudo copiar la descripción del famoso Tzompantli, donde había 136.000 calaveras ensartadas, que se reemplazaban, por adorno y que cualquiera podía repetir las ceremonias de coronación de los emperadores en las cuales se hacen subir a 80.000 el número de victimas humanas sacrificadas. Sólo que en tal caso podría argüirse la razón, que ni la codicia, ni la opresión, ni la crueldad eran privativas de los católicos españoles, toda vez que se manifestaban en la maravillosa civilización mexicana, con una agravante, que por cierto refiera sin pensarlo.
Decían los mexica a los castellanos durante el sitio de la capital: Mira cuan malos y bellacos sois, que aún vuestras carnes son malas de comer, que amargan como las hieles, que no las podemos tragar de amargor.(pag 304) { Esto mismo escribe Motolinia}.
Cuestión de costumbre o de gusto, pero de lo que no hay duda es de que la antropofagia se practicaba habitualmente en México, que no afectará a las raras virtudes de los indios. El autor anota como observación peregrina que el pueblo español, abominando sin misericordia ni piedad a los indígenas porque alguno de ellos sacrificaran a sus enemigos ante los altares de los dioses, admiraba y santificaba a la vez con exagerado misticismo el sacrificio que Abraham no vaciló en hacer de su propio hijo al Dios de Israel (pag7).
Otros reparos hechos en relación del sitio de Tenochtitlan, sirven tan bien como el anterior para apreciar el criterio del Sr.García.
Los mexicanos –va diciendo—lucharan, no contra una sola provincia, sino contra toda la tierra (pag 261), y hacínalo en actitud sin ejemplo en la historia, que habría mantenido indefinidamente en su temeroso desaliento a los españoles, si Fernando Ixtlilxochitl –el Sr. De Tezcoco—no hubiese dicho al fin a Cortés, advirtiese que tenía vergüenza de lo poco que hacían, y que mirase que los españoles se apocaban, que le parecía que él –Ixtlilxochitl—entraría por aquellas calles, y los españoles detrás (pag.310).
" Los panegiristas de la conquista aprovechaban neciamente el transporte de los bergantines preparados para levantar a Cortés hasta las nubes, entonando en su loor falaces cantos epopéyicos". Aunque convinimos con uno de los panegiristas –Prescott—que la empresa era cosa extraordinaria y sin ejemplo en la Historia; reclamamos el honor de la hazaña para los únicos a quienes pertenece, para los tlaxcalteca, que fueron los que dieron todo recaudo de gente para cortar la madera, y con gran diligencia y presteza se hicieron a su costa, y hechos llevaron a Texcoco, a la laguna de México, que hay 18 leguas por la tierra, la tablazón y ligazón de ellos los naturales de Tlaxcala a sus cuestas, por montes y sierras y malos caminos (pag.254).
Cortés siempre con gran temor (pag 284-300), prosiguió el sitio, huyendo de vez en cuando como huyó la Noche triste, en la que varios españoles habían quedado tendidos de miedo y espanto sin herida alguna, no recobrándose los demás en la corrida de hasta Tlaxcala, durante la que soñaron con la batalla de Otumba que sólo existió en la imaginación de los hambrientos y desfallecidos castellanos (pag 228).
Seguía el cerco, "turbado el aventurero español ante la digna altivez de aquel pueblo que parecía formado de reyes tan solo". La heroicidad sin igual era patrimonio común de todos sus hijos sin distinción de edades ni de sexos; se mantenían estoicamente impávidos cual dioses incomovibles de la libertad; sucumbían impasibles como divinas estatuas marmóreas que cayeron de sus pedestales; jamás quisieron paz.
Al final, ni aquel cuadro hondamente desgarrador bastaba para despertar algún débil sentimiento de conmiseración en los castellanos que antes bien azuzados por su legendaria ferocidad, esperaban el momento del ataque con la misma febril impaciencia que sus perros de presa. La chusma española comparable apenas a una manada de repugnantes lobos, despedazaba sin compasión a la muchedumbre inerme de mujeres y niños que solo trataba de encontrar hierbas y raíces con que calmar lo enloquecedores martirios del hambre.
Poco interesaba a Cortés y a los suyos conservar el rincón más miserable de México después de haber destruido la ciudad entera; tampoco podían los españoles preocuparse de la suerte de los pocos mexicanos que quedaban de pie, supuesto que ya habían procurado salvar los tesoros fabulosos allegados por el imperio mexicano durante siglos: si los castellanos inmigraban en América, debíase a una inextinguible sed de oro; los que acá llegaron, jamás tuvieron otro fin que enriquecerse; de allí, pues, que Cortés entablara nuevas negociaciones de paz.
Hasta aquí, las muestras. Quizás pequen de excesivas, más no habiéndome propuesto discutir las opiniones del autor ni examinar siquiera si se acomodan con veracidad y justicia, cual pretende, preciso era alargarlas para noticia somera del libro, y todavía sería incompleta omitiendo que en la investigación de ocurrencias con la conquista ha encontrado el Sr. García un español digno de elogio; un español excepcional, excelso, irreprochable, sublime; el R.P. Fr. Bartolomé de Las Casas.
Su entusiasmo por este abogado de los indios llega al punto de desautorizar a los escritores mexicanos que de acuerdo y conformidad, ensalzaron como inmaculado también y modelo de virtudes a otro monje misionero, a Fr. Toribio de Benavente o Motolinia, porque fue—dice—el émulo más procaz que tuvo el varon impecable: osó llamarle vago, bullicioso y falto de sosiego, embustero y torcido, prodigando en cambio alabanzas serviles a los conquistadores, pues fue el propio Motolinia quien afirmó que ninguno como Cortés amó y defendió a los indios en este Nuevo Mundo.
Verdad es que alguno de los escritores aludidos, aunque mexicanos, adolecían del defecto capital que encuentra en nuestro Marcelino Menéndez Pelayo; sometían sus obras a la censura de la autoridad eclesiástica.
Tengo para mí que la estimación del obispo de Chiapa ha sido inspirada al Sr. García más que por la doctrina o el proceder, por la lectura de la Brevísima relación de la libro tan conforme con el suyo, y fundo la creencia en la observación de que, fuera de aquellas páginas, deja de parecerle infalible el Padre dominicano. destruición de las Indias,
Por ejemplo: estampó éste en su Historia de las Indias trabajo muy distinto, que el Comendador Nicolás de Ovando era varón prudentísimo, amigo de justicia, honestísimo en su persona, de codicia y avaricia muy grande enemigo...El Sr. García le rectifica y enmienda, Ovando fue monstruosamente cruel, inhumano, felón y asesino: uno de tantos.,
Podría manifestarse extrañeza de que la en tarea de la índole de la presente se haga abstracción de datos conocidísimos y de elocuente significación, ya que en el período colonial, ya en los posteriores a la independencia, durante los que los Estados de Texas, Nuevo México y California, cambiaron de régimen: la suerte de la población en ellos no es indiferente al juicio; no es para callar tampoco que en pleno siglo XX, sin traspasar los límites del golfo mexicano, se queman hombres vivos por otros que ni son españoles, ni tienen inquisición, ni gastan escapularios: no es sobrada ninguna de tales noticias cuando de buena fe se investiga, como lo ha hecho un Catedrático de Historia en México, que no es por cierto de los chapados a la antigua, asentando (1):
" Algunas veces, en medio de la exaltación de los partidos, ha llegado a suponerse nociva para la nación mexicana el haber sido descubierta y conquistada por España; pero prescindiendo de lo inútil de tal cuestión, España dio a México lo que ella misma tenía, y satisfizo a las mayores exigencias aún bajo el aspecto de la vanidad, pues aquella nación era la más poderosa del siglo XVI. Las afinidades y simpatías de raza hicieron que se verificara en parte entre la española y la mexicana una verdadera fusión, de lo que resultó que no se destruyera la última como ha sucedido en otras colonias".
Pero al principiar, lo he manifestado; D. Genaro García ha ofrecido al público una obra con título falaz; obra preconcebida en difamación de España que es al mismo tiempo despertador del odio de castas latente y que solo espera oportunidades para revelarse, como en 1799 la del complot de Pedro de la Portilla, fraguado a fin de lanzar del país a los gachupines; en 1802, el sueño del indio Mariano de restablecer la monarquía de
Motecuhzoma en 1823, la profanación del sepulcro de Hernán Cortés con intento de
aventar sus cenizas; posteriormente, con motivo de la erección de estatua a Cuanhtemoctzin, según el Sr. García, ejemplar de los más grandes capitanes; dechado
de reyes más eximios, y entre todas la elevación de D. Benito Juárez y García,
presidente de la República, indio puro de buenas entrañas.
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(1) Compendio de la Historia de México desde los primeros tiempos hasta la caída del segundo imperio, escrito para uso de los colegios de instrucción superior de la República, por el Licenciado Luís Pérez de Verdia, antiguo profesor de Historia y Cronología en el Liceo de Varones de Jalisco, Catedrático de Derecho Internacional en la Escuela de Jurisprudencia, representante de aquel Estado. Segunda edición, París, librería española de Garnier Hermanos, 1892. 
Es evidente que con tales miras, mejor recordar como escritores indígenas notables, a raíz de la conquista misma, a D. Fernando de Alba Ixtlilxochitl, a D. Fernando Alvarado Tezozomoc, a D. Domíngo Chimalpahin, es de efecto declamar que: " faltos de naturales de solaces y descansos que dilataran su comprimido ánimo; escasos de recursos que les consolaran en las tristes horas de su existencia; sin abrigar esperanza de dicha ni alivio; despreciados siempre; impotentes aún para quejarse; condenados a eterna opresión mortal..." todas estas causas hicieron que las razas indígenas de América no sólo perdiera a una de las infinitas cualidades que con sobrados bríos lucieron gloriosamente en sus días de libertad, sino que degenerasen con inconcebible rapidez, y al fin cayeron en el lastimoso estado en que todavía las miramos al fenecer el siglo XIX.
Empero; esas razas infortunadas, rescatadas ya de la servidumbre y colocadas de nuevo en medio propicio, volverán a manifestarse prósperas y pujantes, luego que empiecen a sentir la mágica influencia de una eficaz educación Física, intelectual y moral; sus facultades, aunque profundamente adormecidas, no han podido morir y antes bien son susceptibles de alcanzar pronto y vigoroso desarrollo. México debe sus más preciadas instituciones, a las que dieron origen y ser a su actual progreso, a un miembro de esas mismas razas, al imperecedero y ya nombrado D. Benito Juárez, que con inteligencia superior y energía nunca quebrantada, extirpó de nuestro suelo el oscurantismo pernicioso hondamente arraigado a la sombra secular de la dominación española.
Si a esta observación, si al cúmulo de lugares comunes anticuados que repite el autor, hubiera de responderse, lo haría cumplidamente la aplicación de reflexiones del Catedrático D. Juan Ortega Rubio, al ocuparse de los parecidos juicios de M. Pelletan (1), en estos términos (2) indicadores de que ni aún originalidad hay en la páginas del Sr. García:
" La obra de España, escriben los historiadores extranjeros, lo mismo que el descubrimiento del Nuevo Mundo que en las conquistas de México y el Perú, es de destrucción y su camino está sellado por el pillaje, el saqueo y la muerte. En aquellas regiones apartadas, añaden, los conquistadores exterminaron a los vencidos , derramaron a torrentes la sangre de los indígenas y les redujeron a la esclavitud, fraguaron tiránicas reacciones, levantaron por todas las partes montones de ruinas y todo a sabiendas, premeditadamente, y con conciencia del mal que ejecutaban"
" España dice un moderno publicista, pone la primera el pie en América; pero aquella nación devota, no sabe ya pensar ni trabajar, no sabe más que asolar, destruir y rezar su rosario: mata, saquea, pasea la cruz y la hoguera a través de México, y deja allí para bienvenida, la Inquisición y la esclavitud".
" Por ventura preguntamos nosotros, ¿las naciones más cultas y más adelantadas de Europa, han obrado con sus conquistas y guerras, con la humanidad que con los españoles? ¿Qué conducta observaron los rusos en Polonia, Los Ingleses en la India y los franceses en Argel? Se comprende que en el siglo XVI, siglo de violencias, desordenes y guerras, época de odios, de intolerancia, de fanatismo y de persecuciones; en aquello tiempos de lucha sangrienta entre católicos y protestantes, luteranos y calvinistas, episcopales y puritanos, arminianos y gomaristas, los españoles se mostraron duros, y hasta si se quiere crueles, con los hombres de diferente raza, de inferior cultura y de absurdas creencias religiosas; pero en el siglo XVIII, cuando se vislumbraba una era de paz y de ventura, acuchillar en una aldea de Polonia 1.000 hombres mujeres y niños y saquear sistemática y tiránicamente la India como hizo el Gobierno Inglés de Bengala y en el siglo XIX, en que las ideas de libertad, justicia,
(1)
Vida y hechos de D. Pedro de la Gasca( Revista contemporánea núm. 617).
Pelletan, Profesión de fe del siglo XIV. Madrid 1867
igualdad y fraternidad habían penetrado lo mismo en la cabaña del pastor que en el palacio del rey, lo mismo en una miserable aldea que en la suntuosa ciudad, es incomprensible la guerra de exterminio y la conquista a sangre y a fuego como en Argel.
Lo que España hizo en América lo hubieran realizado todos los pueblos de Europa, en igual caso y en idénticas circunstancias.
M. Palletan hubiera debido recordar que en pleno siglo XIX, para el intento de someter a nuestra España al yugo de Napoleón, el ejercito francés cometió atrocidades, a las cuales, supuesta la diferencia de costumbres, tal vez no lleguen la de los rudos españoles del tiempo de Carlos V, y es sabido que Murat y los otros maricales del Emperador ni rezaban el rosario ni eran dirigidos por la Inquisición. El cortesísimo Cortés, como le llamó Cervantes, consiguió por medio de una política tolerante y expansiva, que los habitantes de Tlascala le ayudasen en la heroica y memorable empresa: ¿Tendrá M. Palletan noticia de alguna provincia española que hiciera otro tanto a favor de Josá Bonaparte?
Madrid, 1º de Octubre de 1901
Cesáreo Fernández Duro.
 
 
 
 
CAPÍTULO XXXVHace aproximadamente 20 años que un "amigo" me envió todo un gran fajo de folios fotocopiados que componían dos obras separadas, pero ambas firmadas por Fernando Jiménez del Oso, que para quien no lo conozca, les diré que fue el señor que nos ató a la radio y a la televisión a la juventud de los años 60 y 70 con sus misterios, en especial los que según él procedían de otros mundos, casi simultáneamente aparecieron: J. J. Benítez, José Antonio Silva, además del mencionado Fernando Jiménez del Oso, en Perú el médico Javier Cabrera Darquea. Difundían sus teorías sobre la existencia de otra humanidad, anterior a la nuestra. Jiménez del Oso sitúa esa humanidad en el mesozoico; es decir el hombre coexistiendo con los dinosaurios.
Ica es un departamento de Perú ubicado al oeste del Océano Pacífico, exactamente al norte de la región de Nazca y linda por el sur con Pisco. Fue J. J. Benítez quien en 1975 dio a conocer al mundo, en su libro: Existió otra Humanidad, el desierto de Ocucaje, en la Ciudad de Ica.
Tengo en mis manos lo que parece una revista fotocopiada, que comprende sólo las pags. de la 19 a la 28 en la cual figura el nombre del autor del reportaje: Fernando Jiménez del Oso. No puedo saber de qué revista se trata, ya que en ninguna página figura, sólo aparece la palabra reportaje.
 
Primera página de la revista a la que hago referencia.Tomo directamente:" En 1968 Hernan Buse se refirió a unas piedras grabadas que fueron halladas por estos parajes en 1961,concretamente en las necrópolis de Max Hule y Tomaluz.
En 1966 el Dr. Javier Cabrera, médico de la Ciudad de Ica recibió una piedra grabada, regalo de un amigo. Al sopesarla, le llamó la atención su densidad y el extraño pez que había grabado en ella.
Los campesinos de Ocucaje vendían piedras similares por muy pocos soles. El museo Regional de Ica tenía unas cuantas. El director del Museo le explicó que tenía serias dudas sobre su antigüedad y los expertos se inclinaban a considerarlas como artesanía local actual y no piezas prehistóricas.
En el transcurso de los años siguientes, las piedras de Ica dejaron de ser una curiosidad, para transformarse en un escándalo y Cabrera pasó de ser un médico prestigioso a convertirse en blanco de cualquier crítica o ataque inimaginable. ¿Razones? Junto a las piedras de aspecto inocente, comenzaron a aparecer otras de tamaño más que considerable y a veces muy elaboradas, cuyo contenido se refería a temas tan insólitos como los dinosaurios y extraños animales, que aparentemente se referían al Mesozóico, algunas querían representar trasplantes de órganos, efectuados por unos hombres que eran capaces de volar cabalgando raros pájaros de apariencia mecánica.
Javier Cabrera defendió como autentico todo este gran descubrimiento, proclamando además que se trataba de un mensaje dejado en las piedras por otra Humanidad remota, cuando estaba en trance de desaparecer. Sus paisanos lo toman por loco.
Su mujer le abandona, sus hijos se marchan a estudiar fuera, pierde su clientela, que prefiere otro médico menos famoso. Al final se queda solo como Don Quijote con un bolígrafo por lanza y su tozudez por montura.
En el reportaje se menciona que una piedra con un peso de media tonelada se encuentra en el jardín del palacio de la Zarzuela.
Grabado de pájaro de apariencia mecánica 
 
 
 
 
 
 
 Aquí tenemos a dos personas con formación universitaria, ambos son médicos, Cabrera en Perú y Jiménez del Oso en España. Ante un llamémosle descubrimiento, se lanzan al ruedo escénico partiendo de una idea preconcebida sin más apoyos o críticas que las que ellos se adjudican y cada piedra que encuentran acrecientan el peso de sus ideas. Y así lo escriben.
..." En las piedras de Ica, surgen inquietantes pistas acerca de Inteligencia Suprema."
Una vez más tienen la certeza de que la vida del Planeta no comenzó por sí misma, sino que llegó probablemente del Espacio.
... " Hace millones de años, hombres de inimaginable sapiencia, procedentes de una humanidad establecida en un planeta del Cosmos, llegaron a la Tierra, cuando la vida en nuestro Planeta se hallaba en evolución. Sabemos que provenían de un planeta situado en la constelación de Pléyades" ...; seguro que en alguna de las piedras grabaron la tarjeta de visita.
Sigue escribiendo el Dr. Cabrera: ... " El trasplante del conocimiento requerido, lo hicieron genéticamente interviniendo en el complejo molecular del notharctus (este era el animal al cual le implantaron unos códigos cognitivos que este animal debía transmitir a otros animales seleccionados en la Tierra) ¿Quien seleccionó a estos animales? ." A partir del cual se generó una escala de seres inteligentes, en la que cada uno recibió un nivel cognitivo de acuerdo con la función que debía desempeñar en el planeta".
No entiendo como estos señores no terminaron sus días en una residencia psiquiátrica, porque por menos encerraron a bastantes.
Ahora es J. J. Benítez quien escribe:
... " El Planeta disponía de un cinturón electromagnético, que hoy acabamos de descubrir y bautizar como Van Allen."
... " Este cinturón podría ser utilizado para uso industrial y tecnológico y la humanidad Gliptolítica lo hizo". ... " La civilización prehistórica que grabó estas piedras construyó pirámides para captar y transformar esa energía electromagnética que rodeaba a la Tierra. Esa energía una vez convertida en eléctrica se distribuía a todos los continentes...// ... Entonces los astros se precipitaron sobre el planeta y provocaron la más espantosa de las destrucciones que jamás recuerde el género humano".../ .
¿Solo quedaron las piedras como restos o ruinas? Toda esta tecnología descrita requiere de una serie de infraestructuras y de instalaciones. ¿No quedó nada?.
Del libro escrito por el Dr. J Cabrera, poseo fotocopiadas la porción de libro que comprende las páginas de la 157 a la 208; lo cual constituye todo un tratado de ginecología ; el título de la obra es al parecer La Medicina Gliptolítica las paginas que poseo corresponden al capítulo V en el que aparte de inventar una nueva Ginecología, inventa nada más y nada menos que la HORMONA ANTIRRECHAZO, la cual se encuentra en la sangre de la embarazada; no importa el tipaje celular que tenga el receptor ni el donante; es una única hormona útil para todo el mundo.
Sólo he tenido en mis manos una única piedra, pero fotografías las tengo a docenas y puedo asegurar que las piedras están grabadas en época de post – conquista de América.
Fundamentos: Los indios americanos, en todo el Continente desconocían la metalurgia del hierro y del resto de los metales, con excepción del oro y el cobre; como igualmente desconocían algo tan elemental como la rueda. Del oro y del cobre, lo único que conocían era que si el oro al fundirlo se le añadía un cierta porción de cobre este se endurecía. Dada esta falta de conocimientos, ello le impedía poder fabricar elementos cortantes con buen filo, lo único que disponían para cortar era la obsidiana, esta piedra la cual se puede transformar en láminas de unos 5 centímetros de largo y hacerles un filo relativo ya que si se limaba excesivamente el borde saltaban pequeñas esquirlas, quedando el borde lleno de melladuras pareciendo una sierra más que un cuchillo.
Por consiguiente es imposible que las piedras estén grabadas en época pre – colombina, ya que necesitaban un objeto muy puntiagudo y lógicamente más duro que la piedra. Si lo hubieran intentado hacer el grabado con una piedra puntiaguda, se notaría que la líneas se van engrosando, conforme se desgasta la punta de la piedra.
Por lo tanto un cuchillo puntiagudo sólo pudieron fabricarlo después de aprender de los españoles cual era la metalurgia del hierro. Las piedras como luego veremos tenían muy poca antigüedad.
La pedantería suprema se pone en boca de Jiménez del Oso diciendo: como Médico he tenido una idea brillante al comprobar que en una piedra se efectúa un trasplante de corazón apoyado en una transfusión con sangre de una embarazada. Parece mentita que un médico pueda llegar a escribir semejante barbaridad. Por muchos, que no fueron tantos, los antecedentes de esta prueba efectuada con animales de laboratorio, donde ya se comprobó su inviabilidad.
Intentan establecer la antigüedad de las piedras, para lo cual le piden al geólogo de la compañía minera Mauricio Hoschshild que trabajaba en Perú el Sr. Eric Wolf, el cual se expresa de esta forma en su dictamen:
... por lo demás cabe mencionar que las piedras están envueltas en una fina pátina de oxidación natural que cubre por igual las incisiones de los grabados, circunstancia que permite deducir su antigüedad. No se observa desgaste alguno o irregularidad en las aristas de las incisiones; por lo que cabe suponer que fueron realizadas poco antes de ser depositadas en las necrópolis o lugares donde fueran encontradas.
El geólogo en cuestión, envió las piedras a Alemania a fin de que se hiciese un estudio más exhaustivo. El informe del Prof. Frenchen, firmado el 28 de enero de 1969 en la Universidad de Bonn, confirma las decisiones del geólogo Wolf y data la antigüedad de las piedras entre 3 y 4 décadas de años antes del estudio. Es decir que como muy antiguas databan de finales del siglo XIX. Habremos de pensar que hasta finales del XIX, los dinosaurios se paseaban por el sur de Perú y los indios trataban de cazarlos con flechas y con extraños cuchillos.
Hay otra leyenda más fantástica aún; él la de los hombres voladores del Perú. Hombres con grandes alas que llevaban sobre la espalda y sujetas al tórax con unas simples correas cruzadas sobre el pecho.
¿Estas piedras labradas llamadas giptolitos han representado alguna utilidad?
Científica ninguna, crematística bastante, puesto que han permitido escribir al menos 3 libros: El que escribió el descubridor J. Cabrera, El Mensaje de las Piedras Grabadas; El que escribió J. J. Benítez, Existió otra Humanidad y Jiménez del Oso: La Medicina Gliptolítica.
Vamos a intentar más que interpretar, leer que es lo que estas piedras tratan de decirnos.
Sencillamente podemos considerarlas como fotografías del hecho más representativo de las fiestas y sus celebraciones, que se daban por igual a todo lo largo del centro y sur de América, y de forma muy especial en aquellos lugares en que se asentaron los Imperios
Azteca e Inca: me refiero a los sacrificios humanos. Si observamos una larga serie de piedras, hay un predominio de las que están manipulando el tórax y hay algunas, como la que muestro en donde se dibuja un corazón con una perfección de lámina anatómica.
El sacrificador principal es el que tiene el cuchillo en su mano, el sacrificador segundo está preparado para con sus manos separar la caja torácica una vez que el sacrificador principal ha abierto la piel y ha fracturado el esternón a lo largo. De esta forma se arrancaba, más que se extraía el corazón.
Ya en el texto hemos explicado como se efectuaban los sacrificios humanos y que Fray Toribio Motolinia nos describe con todo lujo de detalles.
Otro órgano que también era muy apreciado por los indios era el cerebro, el cual junto con el corazón daban a comer a los más viejos del lugar.
La descripción que J. Cabrera hace de los sacrificadores, a los cuales describe como bizarros y fuertes. Tengamos presente que la fotografía está tomada desde abajo, en suelo plano y ligeramente retirado de la pirámide; mientras que los sacrificadores están arriba en lo más alto de la pirámide, la perspectiva desde la que se observa hace que a los hombres que están de pie se les vea pequeños.
Se me enciende la sangre cuando leo las aberraciones que estos señores escriben, y peor aún sabiendo que eran médicos.
El Dr. Cabrera ni siquiera ha leído tres páginas de Anatomía en su vida y lo peor es que en su manifiesta incultura en este tema se atreva a escribir: " Nuestra civilización está lejos de realizar trasplantes cerebrales. Sólo se han intentado tímidos avances en animales, pero aún no ha sido probado en ser humano alguno. La ciencia, aunque fuera por mera curiosidad, debería prestar más atención a lo aquí expuesto".
Con lo cual pone de manifiesto una supina ignorancia de lo que es: La Anatomía, La Fisiología, La Técnica Quirúrgica, y un largo etc., no entiendo como pudo obtener una Licenciatura en Medicina.
El cerebro y todos los órganos neurológicos nunca se podrán trasplantar. Esto lo digo de entrada, conociendo simplemente desde el punto de vista estructural como está constituido el Sistema Nervioso Central y sin tener en cuenta la enorme complejidad de la Base del Cráneo.
Sí podremos, ante un defecto cerebral, inyectar Células Madre, para que éstas se transformen en Neuronas especializadas en las funciones que desarrolle aquel área. Y esto echándole imaginación al asunto.
Hombre volador de OcucajeUna última duda. ¿Qué me responderían aquellos señores príncipes de la fantasía y de la elucubración y tan faltos de conocimientos y pundonor que se atreven a escribir de lo que no saben?
Ante una técnica quirúrgica tan avanzada, se supone que ello requiere una instrumentación fabulosa. ¿Cómo es que no ha llegado absolutamente nada hasta nosotros ningún instrumento?
Corazón humano.

Muestras tomadas en distintos objetos de diversos puntos del Planeta 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Fernández Duro C. CARÁCTER DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA DE AMÉRICA Y EN MÉXICO SEGÚN LOS TEXTOS DE LOS HISTORIADORES PRIMITIVOS Por Genaro García. Boletín de la Real Academia de la Historia. Conquista española en América y en México. Madrid 1901. .
Motolinia . Fray Toribio de Benavente HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA. Ediciones Artehistoria (Crónicas de América). ESPAÑA. 1524
Menéndez Pidal, R. El Padre Las Casas. Su doble personalidad. Madrid 1963.
Veres Luis. El marco de la ficción en la Brevísima relación de la destrucción de las Indias por Fray Bartolomé de Las Casas. Espéculo, Revista de Estudios Literarios
Nº 9 Julio-Octubre 1998 ( Documento en Línea).
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LAS PIEDRAS DE ICA
Añadido por el autor:
Documento Nº 3
Carácter de la Conquista Española en América y en México según los textos de los historiadores primitivos, Por Genaro García (1).
México. Oficina tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1901. En 8º mayor, 459 páginas.Documento Nº 2 Publicado el día 1º de Octubre de 1901 en el Boletín de la Real Academia de la Historia. Autor Cesáreo Fernández Duro.

CARTA DE FRAY TORIBIO DE MOTOLINIA AL EMPERADOR CARLOS V
2 ENERO DE 1555.
 
EL OBISPO DE CHIAPA
CAPÍTULO XXIX
 
 
 
HACIA EL ENCUMBRAMIENTO.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XXIV
 
 
LAS UTOPÍAS DE LAS CASAS
dirigida al príncipe Felipe, entonces encargado de los asuntos de Indias.

 
 
 
 
 
 
 
 
mediante la venta de los puercos, del pan cazabí y del maíz traídos de Jamaica, para su hacienda cubana de Canarreo, le proporcionó a su amigo y antiguo socio una buena cantidad de dinero, la cual le permitiría permanecer en la corte durante varios años.


 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO XIV
 
 
 
El sentido de la conversión.
dio licencia que los echasen en cadena y prisiones, e así los echaron, y el dicho capitán traía tres o cuatro cadenas dellos para él, y haciendo esto y no procurando de sembrar ni poblar (como se había de hacer), si no robando y tomando a los indios la comida que tenían, vinieron en tanta necesidad los naturales, que se hallaban mucha cantidad dellos en los caminos muertos de hambre. Y en ir y venir a la costa los indios cargados de las cosas de los españoles, mató cerca de diez mil ánimas, porque ninguno llegó a la costa que no muriese, por ser la tierra caliente.
 
 
EL CLÉRIGO MISACANTANO.

 
 
ANDANZAS MÁS O MENOS SECRETAS DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS EN EUROPA.
 
 
 
LAS CASAS EXPLOTADOR DE LAS MINAS DE CIBAO.
 
 
 
LAS CASAS MINERO EN EL RÍO HAINA.
 
 
LA DUDA INDIANA.
 
 
 
FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS.
Autor: Emilio López Pérez
INTRODUCCIÓN
HISTORIOGRAFÍA DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
 
; Su padre Pedro de las Casas, originario de la Ciudad gaditana de Tarifa, se casa en la ciudad Hispalense con Beatriz de Sosa; de la que tuvo 3 hijas, las cuales siempre llevaron el apellido de la madre (Isabel, Catalina y Marina) el último fue Bartolomé, que este sí que llevó el apellido de su padre.

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